
Los cruceros atraen cada vez a más viajeros. Mario Salcedo no se conforma con unas semanas de vacaciones a bordo de estos grandes buques ultra contaminantes. Desde hace más de 25 años, este empresario pasa su tiempo en las cubiertas de los barcos más suntuosos de la compañía Royal Caribbean, yendo de un viaje a otro, sin descanso, sin volver a una vida, digamos, normal en tierra.
Vivir en un crucero todo el año, tiene un coste. Muy elevado. Pero para este empresario, el verdadero lujo no son las mansiones inmensas ni una colección de superdeportivos, guardados en un garaje climatizado como obras de arte o medio abandonados en almacenes, que nunca saldrán a la calle. Para él, el lujo es estar todo el año de vacaciones.
Más de 1.000 cruceros en 25 años
Tras haber ganado mucho dinero durante su vida laboral, decidió jubilarse a los 47 años para poder viajar el resto de su vida. Es muy sencillo: salvo un paréntesis de año y medio debido a la pandemia de Covid-19, Mario Salcedo nunca ha pasado más de unos pocos días en tierra firme en 25 años.
Y hoy, el que ha sido apodado como “el hombre más feliz del mundo” no puede imaginar su vida en otro lugar que no sea el agua. A lo largo de su vida ha tenido muchas oportunidades de viajar durante su carrera profesional como director financiero de una multinacional. De hecho, pasaba más tiempo en hoteles de todo el mundo que en su casa de Miami. Pero nunca tuvo tiempo de disfrutarlo.
“Había gente maravillosa en la playa pasándoselo en grande. El único problema era que yo llegaba con traje y corbata y un maletín (...) Finalmente, a los 47 años, dejé mi trabajo. Dejé muchos beneficios y dinero sobre la mesa porque a los 47 no tienes derechos adquiridos”, explicaba Mario. Cuando se jubiló, se embarcó en su primer crucero. Fue en 1997.
Disfrutó tanto de la experiencia que decidió vivir su vida en los transatlánticos de Royal Caribbean para siempre. “Después de trabajar sin descanso durante casi 21 años, un Mario exhausto decidió que había llegado el momento de perseguir su objetivo de toda la vida: circunnavegar el mundo sin salir de casa”, informaba el periodista Lance Oppenheim en el New York Times, que le dedicó un documental en 2018.
“La gente viene aquí de vacaciones. Yo no, yo estoy aquí para vivir mi vida”, dice Salcedo. Este estilo de vida sobre las olas le permite escapar de las limitaciones de la vida cotidiana. “No tengo hipoteca, no tengo que sacar la basura, no tengo que limpiar…”, le gusta decir a los medios de comunicación que le han entrevistado a lo largo de los años.
El hombre pasa sus días “paseando por la cubierta de los transatlánticos, disfrutando del espectáculo marino y relajándose haciendo lo que le gusta”. Pero vivir en un crucero no significa no hacer nada. Mario Salcedo sigue trabajando, pero desde su oficina flotante. En una de las cubiertas del barco, una mesa le espera cada día con un cartel: “Oficina de Super Mario”, apodo que le ha puesto la tripulación de los cruceros.
Su actual trabajo como inversor le permite financiar esta vida única. En 25 años, ya ha realizado más de 1.154 cruceros. Cada año gasta entre 70.000 y 105.000 euros para continuar su aventura en alta mar. Es decir, lo que le costaría un BMW M2 nuevo al año o un Porsche Taycan de base. ¿Su secreto? Siempre elige un camarote interior sencillo, pues considera que en él sólo pasa tiempo para dormir y prepararse.
En cambio, tras tantos años navegando, su principal problema es estar en tierra firme. Sencillamente, el hecho de que el suelo bajo sus pies no se mueva, le hace caminar como si no tuviera equilibrio.
Y es que el cuerpo se acostumbra a un equilibrio diferente, el del movimiento. Se conoce como el “mal del desembarco”, un síndrome que normalmente desaparece en menos de 24 horas, pero no para Mario Salcedo. Para él, caminar por la ciudad se ha convertido en un reto. Incluso confiesa que se siente más cómodo en un barco que en tierra.
Imágenes | Roy Luck y Lance Oppenheim (NYT) vía Youtube