Fisker Inc., el fabricante de automóviles que prometía revolucionar la movilidad eléctrica y acabó en quiebra, ha dejado su sede de La Palma (California), en un estado lamentable tras echar el cierre. Según el propietario de las instalaciones, Shamrock Properties, la empresa no sólo ha dejado atrás escombros y maquetas de vehículos a tamaño real.
También numerosos daños y “una cantidad sustancial de residuos peligrosos” que supondrán decenas de miles de dólares en limpieza y reparaciones. Según Shamrock, “había tantos objetos esparcidos que la oficina parecía haber sido saqueada”. La situación ha llevado a Shamrock a presentar una nueva demanda contra Fisker.
Fisker, o el nuevo ‘caballo de Atila’
Según un representante de Shamrock Properties, Tony Lenzini, la que fue sede de Fisker en California fue recientemente abandonada y dejada en “completo desorden”. La marca aseguró a Lenzini que la casa de subastas Heritage Global Partners había adquirido adquirido algunos activos de Fisker y “se encargaría de retirar todo antes del 27 de septiembre”, fecha en que la empresa debía entregar la propiedad.
Pero la realidad fue muy distinta: esa misma fecha, en lo que describe como un “ajetreo maníaco”, Lenzini fue testigo de cómo “la gente sacaba objetos de la oficina y el almacén, cargando camiones y coches”, dice Lenzini, quien asegura que “nadie registraba lo que se llevaban” del edificio de 79.000 m2 cuadrados.
Según él, estas personas tampoco se identificaron ni como empleados de la marca ni de la casa de subastas, simplemente “tiraban escombros por todas partes, se llevaban herramientas, ordenadores, piezas de automóviles y más, y luego volvían a por otra carga”. Lenzini hizo fotos del desastre que dejaron atrás, en las que se ve la oficina llena de cubos de basura volcados y detritus.
Asimismo, entre los objetos abandonados se encontraron modelos de arcilla a tamaño real del superdeportivo Ronin y de la pick-up Alaska previstos en su día por Fisker. También bidones etiquetados como aceite y refrigerante, botellas de productos químicos y alrededor de 20 baterías de automóviles.
La incertidumbre sobre el estado de estos materiales ha generado a Lenzini serias preocupaciones “sobre la seguridad y la legalidad” de la situación. Por si fuera poco, la situación se ha complicado con la aparición de personas sin hogar que “han intentado establecer su residencia en el edificio cuando los locales estaban desocupados y no asegurados”, lo que añade otra capa de complejidad a la situación.
Por su parte, Fisker, que hace cuatro meses que se declaró en quiebra, se ha querido desentender del contrato de arrendamiento y está tratando que se confirme su plan de liquidación, lo que podría ocurrir de forma inminente. La quiebra de Fisker ha estado marcada por tensiones con sus acreedores, y la Comisión del Mercado de Valores de EEUU ha abierto una investigación sobre la empresa.
La falta de claridad sobre la propiedad de los activos restantes ha complicado aún más el proceso de liquidación. Con decenas de miles de dólares en gastos de limpieza y la incertidumbre sobre los residuos peligrosos, el futuro de este espacio es tan incierto como el de la propia Fisker.