Para quien puede permitirse un Bugatti, el problema no es comprarlo, sino mantenerlo. Detrás del lujo extremo y el estatus que otorgan superdeportivos como el Veyron, el Chiron o el Bolide, se esconde una verdad incómoda: mantener estas bestias cuesta una fortuna. Y no hablamos sólo de piezas de repuesto o neumáticos.
Algo tan básico como un cambio de aceite puede superar los 25.000 dólares (unos 21.300 euros al cambio actual). Con ese presupuesto aún te sobra para comprarte coches como un Dacia Sandero, un MG3, un MG ZS o un Renault Clio, cuatro de los modelos más vendidos en España que cuestan menos que una revisión en Molsheim.
El precio de la exclusividad: qué hay detrás de un cambio de aceite de más de 20.000 euros
El Bugatti Chiron, por ejemplo, monta un bloque W16 de 8.0 litros y 1.500 CV, una obra de ingeniería tan sofisticada que su mantenimiento no puede dejarse en manos de cualquiera. El acceso a los puntos de drenaje de aceite requiere desmontar buena parte de la carrocería de fibra de carbono, una tarea delicada que sólo puede realizar un técnico certificado con herramientas específicas.
Hay que quitar paneles y hasta partes del sistema de admisión. Es casi una cirugía de precisión, y se factura como tal. Este aceite, además, no lubrica solo el motor. También fluye por los cuatro turbocompresores y debe soportar temperaturas y presiones extremas. El fabricante recomienda hacerlo al menos una vez al año, aunque el coche apenas se use.
Pero el cambio de aceite es solo el principio. El mantenimiento anual básico de un Bugatti ronda los 10.000 euros, aunque puede dispararse hasta los 28.000 euros si el coche está fuera de garantía o requiere ajustes adicionales. Un juego de neumáticos homologados para rodar a velocidades cercanas a los 420 km/h puede costar más de 35.700 euros. Y duran apenas unos 4.000 kilómetros.
En el caso del radical Bugatti Bolide, cada juego de neumáticos slick específicos para circuito cuesta aproximadamente 6.800 euros… y apenas aguantan 60 kilómetros de uso intensivo. Así lo explicó el coleccionista y YouTuber Manny Khoshbin en uno de sus vídeos, donde también detalla que cada 60 km recorridos, el coche le cuesta unos 7.000 euros.
Cuando los extras cuestan más que un piso nuevo
Los costes desorbitados no acaban en el taller. Si hablamos del Bugatti Tourbillon, la factura se eleva a otro nivel. Esta joya híbrida de 1.800 CV y 445 km/h de velocidad máxima puede costar más de 5,5 millones de dólares (unos 4,7 millones de euros) si te pasas por el configurador.
El paquete opcional Equipe Pur Sang del nuevo Tourbillon, que incluye ocho tubarros de escape, cuesta prácticamente lo mismo que un Porsche 911 GT3 nuevo. O, por seguir, con la comparación, lo mismo que 16 Dacia Sandero a estrenar, y aún nos sobra dinero.
¿Una pintura especial en fibra de carbono? Más de 300.000 euros. ¿Un logo en el alerón trasero pintado a mano? Más de 12.000. ¿El juego de maletas a medida? Más de 33.000 euros. Y la lista es casi interminable.
No obstante, todo esto se paga sin pestañear si estás entre los 250 afortunados que podrán tener uno, claro. La marca de Molsheim no vende coches: vende estatus, ingeniería extrema, prestaciones de otro mundo y una atención al detalle que es casi arte. Pero eso tiene un precio, y los propietarios de un Bugatti no sólo son millonarios: son auténticos devotos del rendimiento sin concesiones.
Imágenes | Bugatti
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