"Eviten coger el coche". En Texas están comprobando lo que es respirar veneno y están pidiendo no conducir por los altos niveles de ozono

"Eviten coger el coche". En Texas están comprobando lo que es respirar veneno y están pidiendo no conducir por los altos niveles de ozono
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Eviten coger el coche: esa fue la recomendación del pasado viernes en varias ciudades y zonas de Texas. La razón, que se preveían altos niveles de ozono en estas áreas, declarándose el conocido como 'Ozone Action Day'. Esta medida no es permanente, pues está sujeta a episodios contaminantes, pero cada vez es más habitual que se active en algunos estados de EE.UU. Sobre todo en verano.

Aunque la reducción del tráfico rodado en las ciudades no siempre es efectiva para la reducción del ozono. El ejemplo lo tuvimos durante la pandemia: pese al confinamiento, hubo ciudades con altas concentraciones de este peligroso contaminante, que forma esa inherente boina gris.

Prohibir la circulación de los coches es sencillo, pero no la única solución ni la más eficaz

La Comisión de Calidad Ambiental de Texas (TCEQ) declaró el viernes 7 de junio el 'Ozone Action Day' en el centro de Dallas (Fort Worth) así como en las ciudades de Houston, Galveston y Brazoria. Se estimaba que ese día los niveles de ozono iba s ser "muy preocupantes".

Y así fue. Según publica Newsweek, a las 7:30 de aquella jornada la zona de  Houston-Galveston-Brazoria de Texas tuvo el sexto peor índice de calidad del aire de todo EE.UU: se fijó en 84. La situación no cambió el sábado, y se aplicó de nuevo el 'Ozone Action Day' para Dallas-Fort Worth, Houston sumando la capital tejana Austin y San Antonio.

El resultado fue instar a dejar el coche en casa: "Puede ayudar a prevenir la contaminación por ozono desplazarse compartiendo coche, caminando, yendo en bicicleta, llevando su almuerzo al trabajo". O directamente "evitando conducir un coche o bien haciendo una conducción ecológica". Era una recomendación, no una prohibición. Pero en el centro, siempre está el coche como culpable.

Y es que, en general, las restricciones por elevados episodios de polución se centran en restringir la circulación de los coches. Desde reducir la velocidad hasta prohibir el aparcamiento en la ciudad hasta la prohibición de circular por completo a coches con motores de combustión. Pero, ¿tienen la culpa los automóviles cuando hablamos de ozono?

Menos coches circulando y altos niveles de ozono: el ejemplo de la pandemia. El ozono a nivel del suelo (en la troposfera) es el principal ingrediente de lo que se conoce como smog. Este contaminante se forma cuando los óxidos de nitrógeno (NOx), presentes en los gases de escape de los coches, se mezclan con compuestos orgánicos volátiles. Si sumamos estabilidad meteorológica, con apenas corrientes de aire y altas temperaturas, se favorece esta boina estacionaria.

La M-30 de Madrid, vacía con las restricciones de la pandemia

Si bien los motores térmicos de los automóviles emiten NOx, no son la única fuente de la generación del ozono. Tampoco la principal. La pandemia fue un buen ejemplo: en los primeros meses de 2020 el confinamiento se aplicó en no pocas ciudades de todo el planeta, registrándose los niveles más bajos de óxidos de nitrógeno desde que se tienen datos en muchas de ellas. Pero no ocurrió así con el ozono.

En Wuhan (China) la contaminación por ozono aumentó más del 100 % después de que se declarase el confinamiento en enero. Y grandes ciudades como Londres, Roma, Nueva York o Los Angeles vieron subir su nivel notablemente. Es más, un estudio de la Universidad de Delaware analizó la concentración de ozono en cerca de 500 ciudades de EE.UU y los registros de abril de 2020 fueron superiores a los de 2019.

El informe señalaba como causas que las centrales térmicas siguieron funcionando sin restricciones (que en el país norteamericano siguen teniendo mucho peso en el mix energético), además que camiones y vehículos de transporte siguieron circulando.

Otro ejemplo lo encontramos en el peor episodio de la historia con el ozono en la ecuación: La Gran Niebla de Londres en los años 50, que se saldó con la muerte de miles de personas. Fue causado principalmente por la emisión de las fábricas de carbón, aunque también por la calefacción de las casas y, en menor medida, los vehículos: entonces el parque móvil de la ciudad era menor que el actual.

En definitiva, los coches suman su granito de arena a la generación del ozono, que puede generar graves problemas respiratorios o ser muy peligroso para personas que sufren asmas o enfermedades pulmonares crónicas. Pero centrar las medidas en exclusiva en restringir la circulación de automóviles es quedarse en la punta del iceberg. Es lo más sencillo, pero no lo más eficaz.

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