
En 1966, un ingeniero de Valladolid deslumbró en Bruselas con un revolucionario invento en material de seguridad vial: faros para coches que eliminaban el deslumbramiento sin reducir la visibilidad. Así, en pleno auge del desarrollo automovilístico, Daniel Valbuena Casado se anticipó a una de las mayores preocupaciones viales de nuestro tiempo.
Y lo hizo sin LEDs ni cámaras ni sensores: sólo con una ingeniosa malla metálica colocada dentro del faro. Su invento fue premiado en Bruselas, patentado en países como EEUU, Alemania o Japón y llegó a fabricarse en serie. Pero, como tantas veces en la historia de la automoción española, su legado cayó en el olvido.
Un faro diseñado para salvar vidas
Daniel Valbuena no buscaba fama ni fortuna. Según confesó en una entrevista recogida por 'El Norte de Castilla', su principal motivación era simple pero poderosa: reducir los accidentes provocados por el deslumbramiento. Esta obsesión le llevó a diseñar un dispositivo aparentemente sencillo pero muy efectivo.
El sistema consistía en una malla reticular de láminas de aluminio oscuro, de solo 0,2 mm de grosor, que se colocaba entre el reflector y el cristal del faro. Actuaba como canalizador del haz de luz, absorbiendo las reflexiones internas y evitando que la luz rebotase en direcciones inadecuadas. Lo más sorprendente es que no reducía la intensidad ni el alcance de la luz.
Valbuena patentó el invento en varios países, lo presentó con éxito en ferias internacionales y logró el reconocimiento institucional. En 1969, tras años de trámites y trabajo sin apenas apoyos, consiguió la homologación nacional y comenzó la producción en serie. En 1970, 'El Norte de Castilla' celebraba que sus faros "estaban siendo instalados en los automóviles".
Deslumbramientos: un problema tan viejo como actual
La historia de Valbuena está hoy más de actualidad que nunca. Si en los años 60 los faros de filamento ya causaban accidentes por deslumbramiento, los faros LED de los coches modernos se han convertido en un problema de seguridad vial. Según un estudio reciente del club de automovilistas holandés ANWB, el 78 % de los conductores afirma sentirse deslumbrado de forma habitual.
¿La razón? La intensa luz blanca de los LED, su altura en coches SUV y su proyección directa, sin apenas difuminado, como ocurría con los antiguos faros halógenos basados en reflectores. La situación es tan preocupante que exposiciones de apenas unos segundos pueden reducir la agudeza visual hasta un 60 % y exigir más de 3 segundos de recuperación visual, según diversos estudios técnicos.
Además, muchos de estos deslumbramientos se deben a malas regulaciones, faros de recambio no homologados o sistemas de luces largas automáticas que fallan. Lo cierto es que la mejora de visibilidad para el conductor nunca debe comprometer la seguridad de los demás.
De la malla al píxel, pasando por la tecnología de Audi, Mercedes o BMW
Hoy, fabricantes premium como Audi, Mercedes-Benz o BMW implementan sistemas de iluminación matricial o digitales con control de haz adaptativo. Estas tecnologías, que “dibujan” con precisión las zonas a iluminar y las que deben oscurecerse en tiempo real, permiten circular de noche con luces largas sin deslumbrar a nadie. Un lujo técnico que hace solo unos años parecía ciencia ficción.
Pero lo curioso es que el espíritu de esos avances no es nuevo. Ya en los 60, un ingeniero autodidacta sin grandes medios planteó la misma idea base: iluminar más y mejor sin molestar al prójimo. Y lo hizo con lógica, observación y mucho empeño.
Imágenes | Unsplash, Volkswagen