
Pese a lo que sugiere su nombre, casi ninguna de las escenas más míticas de ‘The Fast and the Furious: Tokyo Drift’ se rodó en Japón. La película que consolidó el culto al JDM y el drifting se hizo realidad gracias a decorados, CGI y una arriesgada estrategia ilegal que incluso llegó a costar una noche de cárcel a uno de los responsables de su producción.
Un asesor técnico imprescindible en la saga y figura clave del tuning californiano, Craig Lieberman, ya lo confirmó en su día: gran parte de la tercera entrega de Fast & Furious se grabó en EEUU. Y lo más increíble es cómo lograron que nadie lo notara.
El drift japonés más famosos del cine se grabó en Los Ángeles
Estrenada en 2006, ‘Tokyo Drift’ es para muchos la mejor entrega de toda la saga ‘Fast & Furious’. Con su ambientación callejera, coches japoneses JDM y una marcada cultura drift, marcó un antes y un después. Pero lo que pocos sabían hasta hace poco es que gran parte de lo que parecía Japón... era puro Hollywood.
Según Craig Lieberman, que participó en la producción, muchas de las escenas más icónicas de ‘Tokyo Drift’ fueron rodadas en el sur de California, EEUU. Así, el aparcamiento donde Sean aprende a derrapar no está en Tokio, sino en el abandonado Hawthorne Mall de Los Ángeles. Y ya mítico garaje de Han se montó en un viejo almacén bajo el puente de la calle 6.
Incluso la carrera final, supuestamente en una montaña japonesa, se grabó en la carretera San Gabriel Canyon Road, también en California.
Sabiendo esto, te preguntarás, ¿y por qué Universal Studios optó por recrear Tokio en Los Ángeles en lugar de grabar allí? La razón es más sencilla de lo que parece, y no tiene que ver con temas de presupuesto: Japón no concede permisos para rodar películas de carreras ilegales en lugares públicos. Y eso complicaba todo.
Japón no da permisos para grabar carreras ilegales: así se transformó California en Tokio
Pese a todo, una de las escenas más míticas de la película, con Han y Sean derrapando en pleno cruce de Shibuya (el paso de peatones más transitado del mundo), no fue aprobada por las autoridades… así que la rodaron sin permiso. Y para proteger al equipo, Universal recurrió a un plan de película: usar un chivo expiatorio que se hizo pasar por el director y fue arrestado tras el rodaje, pasando la noche en la cárcel.
Para que pareciera que nunca habían salido de japón, el equipo de arte de la película recurrió a una mezcla de ingenio y autenticidad: pintaron señales en japonés, importaron máquinas expendedoras reales desde Japón y decoraron callejones californianos como si fueran de Shibuya.
Incluso se alquilaron más de 150 coches JDM reales (muchos con volante a la derecha) a coleccionistas locales, y algunos de sus dueños aparecieron como extras. Las pocas escenas que sí se rodaron en Japón fueron grabadas desde helicópteros o al estilo “guerrilla” sin permisos. También se filmaron legalmente algunas secuencias más tranquilas, como las del exterior de la casa del padre de Sean.
Puede que saber todo esto rompa un poco la magia de ‘Tokyo Drift’, pero visto el resultado de una película que sigue siendo referencia casi 20 años después para petrolheads y amantes del tunning, parece que valió la pena cada truco, cada coche y cada callejón reconvertido. Eso sí, el espíritu del drift era tan real como los coches que lo protagonizaron.
Imágenes | @theracingculture, Craig Lieberman