Un país entero cambió el sentido de circulación en plena madrugada… y el desastre que todos daban por hecho nunca ocurrió

  • En 1967 Suecia pasó de circular por la izquierda a hacerlo por la derecha con una operación milimétrica

  • Empezó como una campaña masiva de seguridad vial del gobierno y  acabó siendo un éxito histórico

Suecia Dia H
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Irene Mendoza

El 3 de septiembre de 1967 era domingo. A las 4:50 de la madrugada, todo un país se detuvo… y a las 5:00 arrancó de nuevo con el sentido de circulación cambiado. Lo que hoy sería un experimento social a escala nacional, Suecia lo ejecutó con una precisión quirúrgica: lo llamaron “Dagen H” o el “día H”, y fue el momento en el que los suecos abandonaron la conducción por la izquierda para alinearse con el resto de Europa.

El cambio se estudiaba desde la década de 1930, y se habían celebrado referéndums en los que la población rechazó por mayoría la idea de conducir por la derecha. Aun así, el gobierno tomó la decisión por pura seguridad vial y por lógica comercial: Suecia estaba rodeada de países que circulaban por la derecha y la mayoría de los coches que se compraban allí eran de volante a la izquierda. Así que llevó a cabo la gran campaña.

La noche en la que Suecia decidió conducir al revés

Es difícil hacerse a la idea de lo que supuso el cambio: más de 350.000 señales de tráfico se sustituyeron en una noche. Carreteras, rotondas y accesos urbanos se rediseñaron para que, cuando el reloj marcara las 5:00, ningún conductor dudara por qué lado debía circular.

 Aquello dejó imágenes para la historia: tranvías que giraron su orientación en cuestión de minutos, autobuses que fueron reacondicionados con puertas en ambos lados y miles de operarios desplegados por todo el país. El escritor Pedro Torrijos, que ha narrado el Dagen H en uno de sus posts de Instagram, subraya que “es probablemente el mayor ejercicio de coordinación civil en tiempo de paz que se ha hecho en Europa”.

La clave fue la campaña de concienciación que lo acompañó. Suecia empapeló sus calles con el logo del “H”, repartió folletos, pegatinas, canciones y hasta vendió ropa interior conmemorativa. El mensaje debía llegar a todos porque, si una sola persona se equivocaba, el sistema entero se ponía en peligro. 

Según explicaba en su día el periodista y experto en automoción Rubén Fidalgo, el país invirtió años en preparar la transición y uno de los motivos por los que funcionó tan bien fue precisamente que “nadie se lo tomó a la ligera, ni siquiera los ciudadanos”.

Un país paralizado durante diez minutos

A las 4:50, todas las carreteras en Suecia se bloquearon. Diez minutos después, los vehículos reanudaron la marcha por el lado derecho. En Estocolmo y otras grandes ciudades se montaron auténticos despliegues para seguir el momento en directo y fotógrafos de todo el mundo captaban el momento exacto en el que miles de coches cambiaban de carril a la vez.

Y no hubo caos, ni pánico, ni accidentes masivos. De hecho, los primeros meses tras el cambio la siniestralidad bajó, en parte porque la población mantuvo una prudencia extrema y porque el tráfico rodó a velocidades más bajas durante semanas. A largo plazo, el cambio permitió mejorar la seguridad vial, homogeneizar el transporte y reducir gastos en infraestructuras duplicadas.

Otros países europeos ya habían realizado el cambio, desde Checoslovaquia a Islandia, pero ninguno a la escala de Suecia ni con tanta expectación internacional. La operación se estudia aún hoy en facultades de ingeniería y movilidad como ejemplo de planificación y comunicación pública. El cambio terminó con algo tan escandinavo como sorprendente: la sensación generalizada de que todo había salido bien porque tenía que salir bien. No había alternativa.

Imágenes | Pedro Torrijos, Conrad H.McGregor 

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