Hay una historia que va pasando poco a poco sin que se le preste la atención que merece, y esa es la de Takata con los infladores de los airbags que se fracturan, ocasionando daños a los ocupantes del vehículo hasta llegar a la muerte en al menos ocho casos en Estados Unidos, aunque el alcance del problema sea de ámbito mundial.
Ahora, la nueva vuelta de tuerca reside en el testimonio de los mismos empleados de Takata, que aseguran que el proveedor de airbags estaba al corriente del defecto de los infladores y manipuló los resultados de las pruebas para conseguir la aprobación de sus clientes, esto es, los fabricantes de automóviles que montaban sus componentes.
Se da la circunstancia de que uno de los clientes de Takata, la automovilística Honda, acusó a su proveedor, hace sólo un mes, de falsear los datos que le había dado en su día como prueba de la calidad de sus airbags. En aquel momento Honda no dio más detalles sobre su acusación, indicando solamente que había pruebas de manipulación, pero sólo ese dato ya supuso una caída en bolsa de un 20 % para la firma de componentes de automoción. En la actualidad, esa acusación sirve de base para una auditoría que se está llevando a cabo.
Entre 2000 y 2010, los trabajadores vieron anomalías en los datos de conformidad que daba Takata a los fabricantes de coches, y así lo comunicaron de forma interna.
Sin embargo, la nueva acusación viene esta vez desde dentro, de manera que las cosas se ponen aún más feas para Takata. Durante la década comprendida entre 2000 y 2010, hubo trabajadores que detectaron anomalías en los datos de conformidad que pasaban a sus clientes, y así lo comunicaron de forma interna, según una documentación a la que ha tenido acceso el Wall Street Journal y que podría servir de contraste para las acusaciones de Honda.
De las numerosas plantas que tiene Takata en Estados Unidos, las de Moses Lake, Cheraw y Kernersville se encargan de la fabricación de airbags y sus correspondientes pruebas, mientras que las plantas de Armada y Pontiac realizan evaluaciones de producto. En alguna de ellas, o en varias, se detectó... algo. En este caso, que cada vez más recuerda al que conocemos sobre los bombines defectuosos de General Motors, parece ya obvio que el problema se conocía desde hace años, y que nadie hizo nada efectivo por resolverlo.
Un airbag que en vez de salvar vidas se comporta como una ruleta rusa que dispara... metralla
El problema de Takata afecta a una de las piezas que forman parte del activador del airbag. Cuando el vehículo choca en un siniestro vial de manera que el airbag entra en funcionamiento, la pieza defectuosa del activador del airbag se rompe de una forma no prevista por sus diseñadores, fragmentándose en pequeños trozos metálicos que, una vez que se impulsan con la fuerza del dispositivo pirotécnico, se convierten en una peligrosa metralla que causa graves daños a las personas. Hasta la fecha se han registrado ocho muertes por esta causa, todas en Estados Unidos, y hay un centenar de víctimas por heridas de diversa consideración.
Ya han sido dos los fabricantes que han desestimado el suministro de Takata: Toyota y Honda, precisamente las firmas que más se han visto perjudicadas debido a los disparadores de airbag defectuosos, por una cuestión de volumen. Hay millones de vehículos que han sido llamados a revisión en todo el mundo, y lo más grave es que no es sencillo establecer cuál o cuáles son las partidas defectuosas. Cada vez que ha habido una llamada a revisión, se han detectado unidades sueltas de series diferentes. A la práctica, casi se podría decir que cualquier airbag montado por Takata podría estar afectado. Junto con los casos de General Motors y Toyota, el escándalo Takata supone el tercer gran problema de seguridad de los últimos tiempos.
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