
Los vehículos de combustión y los eléctricos comparten un problema de contaminación difícil de solucionar: el de las partículas tóxicas que se desprenden durante el proceso de frenada. Se ha descubierto que el polvo generado por las pastillas es más nocivo para la salud que los gases de escape de motores térmicos. Y cuanto más pesado sea el coche, más se agrava el problema.
Pero un estudio arroja más luz sobre esta problemática, y señala que los eléctricos puros son mucho menos contaminantes gracias a una tecnología que conocemos bien.
La frenada regenerativa al rescate
Un estudio del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología y 'Transport for London' pone bajo la lupa varias “emisiones no derivadas del escape” del transporte por carretera. Y es que la electrificación irá eliminando las emisiones directas, pero no las indirectas, como las relacionadas con el proceso de fabricación o las que provoca la propia conducción (frenazos y acelerones).
Se sabe desde hace una década que los frenos emiten entre el 16 y el 55% de las partículas PM 10 derivadas del tráfico rodado, y se ha señalado que la fricción entre las pastillas y los discos de freno ha pasado a ser responsable de una quinta parte de la contaminación ocasionada por los coches.
En este sentido, el estudio ha determinado que los vehículos eléctricos puros reducen la cantidad de polvo contaminante generado por los frenos en un 83 %, los híbridos entre un 10 % y un 48 % y los híbridos enchufables un 66 %. Esto se debe a la presencia de la frenada regenerativa o Sistema de Recuperación de Energía Cinética.
Básicamente, se invierte el funcionamiento del motor eléctrico para contrarrestar la inercia del vehículo, a la par que se utiliza como generador eléctrico de un modo similar a la dinamo de una bicicleta. Así, se evita el uso del freno convencional en muchas situaciones, reduciendo el desgaste de los frenos que se produce cuando la presión hidráulica empuja las pastillas sobre los discos.
En esto son claves los materiales de las pastillas, siendo habituales metales como el hierro, el cobre, el zinc, así como diversos abrasivos, lubricantes y fibras de refuerzo. Altamente nocivos para la salud.
En este sentido la norma Euro 7 ha sido la primera en el Viejo Continente que ha puesto el foco en reducir también las partículas procedentes del desgaste de los neumáticos y frenos. Europa busca limitar -eso sí, en 2030- las emisiones de PM2.5 y nanopartículas de todo tipo de motores de combustión, así como frenos en vehículos convencionales y eléctricos.
Claro que los coches eléctricos tienen un inconveniente: sus baterías añaden un peso extra que provoca que sus neumáticos se desgasten más. El estudio afirma que son aproximadamente un 20 % más pesados que los coches de gasolina (la moda SUV ha contribuido a ello). Aquí la forma de conducir es crucial para ser más eficientes, así que mejor evitar frenazos y acelerones innecesarios.
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