
El piloto británico Dario Franchitti regresó a su Reino Unido natal hace más de una década. Y en una de sus residencias tiene esta multimillonaria cueva de joyas sobre ruedas: un garaje repleto de supercoches con los que la gran mayoría de mortales solo podemos soñar.
El escocés abre por primera vez las puertas de este reducto de anhelos que puede contemplar sentado en su despacho. Más allá de los propios coches, los hay que tienen una conmovedora historia detrás: como la del Porsche 911 Turbo que tuvo que vender su padre y que Franchitti, años después, encontró.
El regalo más bonito de la historia y un Ferrari F40 furioso
Franchitti desgrana su colección en último programa del canal de Youtube 'The Late Brake Show'. Su creador, Jonny Smith, suele deleitarnos con espectaculares colecciones como esta, barn finds varios o rarezas automovilísticas.
Para quien no lo conozca, Franchitti es escocés, pero su carrera la hizo en EEUU. Se proclamó campeón en varias ediciones de la IndyCar y de las 500 Millas de Indianápolis, entre otras. Colgó el casco en 2013, tras un duro accidente. Ese mismo año Franchitti regresó a Reino Unido, donde reside desde entonces. Tiene casa en Escocia, pero también en Inglaterra. Y hasta allí viaja 'The Late Brake Show'.
Superdeportivos y leyendas. Más que un garaje, parece un museo: impoluto y perfectamente iluminado. Los modelos no son muchos, pero lo que llama la atención es el mimo que ha puesto diseñar el lugar en sí: es contiguo a su despacho, separado por una enorme cristalera. Así, desde su escritorio disfruta de semejantes vistas. El despacho tampoco se queda corto: decenas de cascos de cuando competía y trofeos lo adornan.
En primera fila, la vista se nos va a un Ferrari F40, que compró cuando tenía 25 años allá por 1999. El ochentero cavallino es una de sus joyas predilectas y confiesa que aún le da sustos cuando se pone a sus mandos: "Cada vez que me subo y lo conduzco con rápido, no salgo sin una pequeña sacudida. Sigue siendo un auténtico animal. Lo adoro. Es una reliquia de la familia Franchitti".
Junto a este F40 en riguroso rojo encontramos otros dos modelos en esta tonalidad: un Porsche Carrera GT y un Ferrari F355, con el que hizo un viaje improvisado de Escocia a Mónaco. También un Lancia Delta Integrale, pura leyenda de rallyes que señala ha conservado casi original, un Aston Martin Vantage V8 o un raro Rolls-Royce de carrocería familiar.
Gracias, papá. Pero el que se lleva el protagonismo es el Porsche 911 Turbo de primera generación que luce junto al Ferrari F40. Resulta que esa misma unidad perteneció a su padre: era su coche predilecto, lo compró en 1980 en Rojo Guardia. Pero el pequeño Franchitti quería ser piloto, así que, para financiar los primeros años de carrera de su hijo, lo vendió poco después.
Años más tarde, Dario dio con él la portada de una revista: no se lo podía creer, era el 911 Turbo de su padre. Le siguió la pista y descubrió que lo subastaban, así que ofreció la puja más alta. Pero no se quedó en conseguirlo: lo llevó a las dependencias de Singer, que lo restauraron por completo. Una vez listo, se lo regaló a su padre. Hoy en día, de vez en cuando lo usa, pero nunca cuando llueve. Dice que es "vieja tradición familiar".
En todo caso es una historia que llega directa al corazón, como también impresiona este pequeño pero millonario garaje: ya solo visitarlo mientras Franchitti nos narra recuerdos como este sería el plan perfecto un fin de semana cualquiera.
Imágenes| 'The Late Brake Show' en Youtube