En la historia de la automóvil, en constante evolución, abundan las grandes ideas revolucionarias que hicieron avanzar drásticamente la tecnología de los coches, pero también está plagada de grandes proyectos que no acabaron de cuajar. Uno de estos inventos fallidos fueron unos frenos adelantados a su tiempo que firmó Audi en los años 80.
Este sistema tan curioso, popularmente denominado frenos UFO o “frenos OVNI”, fue concebido por Audi junto al fabricante de frenos ATE para su uso específico en el Audi V8 de 1988, predecesor del mítico A8. Pero no triunfó, igual que tampoco lo hizo el coche, rival de los icónicos BMW Serie 7, Jaguar XJ, Mercedes-Benz Clase S o el Opel Senator.
La misión estaba clara: mejorar la potencia de frenado sin aumentar el tamaño de las llantas
El Audi V8 de 1988, sucesor del Audi 5000, fue una berlina innovadora en muchos aspectos: desde su corazón V8 de 3,6 litros o su doble árbol de levas de aluminio, pasando por su tracción variable a las cuatro ruedas (fue el primer Audi en llevar una transmisión automática ligada a la tracción integral Quattro). Pese a todo, nunca llegó a ser un éxito comercial.
En el desarrollo de este coche tan brutal los ingenieros toparon con grandes desafíos, siendo la báscula uno de los principales: pesaba cerca de 1.800 kg. La plataforma del Audi V8, bautizada como ‘D1’, había sido diseñada a partir de la base de los Audi 100 y 200.
En el caso del motor, la primera decisión fue acoplar dos bloques de 4 cilindros ya existentes en un cárter común. En este caso, el Volkswagen Golf II GTI 16V, un bloque 1.8 l de 139 CV y 16 válvulas. Pero se dice que a Piëch no le gustó la idea y los ingenieros tuvieron que diseñar un V8 desde cero.
El nuevo bloque se hizo completamente de aleación, con doble árbol de levas en cabeza y cuatro válvulas por cilindro. De una cilindrada de 3.6 litros desarrollaba 250 CV a 5.800 rpm y 340 Nm a 4.000 rpm. Pero se colocó por delante del eje delantero, llevando a un comportamiento dinámico aburrido y un tren delantero carente de precisión a alta velocidad.
Además del peso de este bloque motor, el peso total del Audi V8 estaba justificado, en parte, por el equipamiento que llevaba el coche de serie: molduras de madera, llantas de aleación, climatizador automático con pantalla digital, asientos delanteros regulables eléctricamente y un largo etcétera. Y todo ese peso debían contenerlo los frenos.
Sus ruedas de 15" no tenían espacio para grandes frenos de disco, y los frenos de carbono sólo funcionaban en coches de carreras de alta gama. Así, para aumentar la potencia de frenado del V8, Audi tuvo que salirse de lo convencional (o más bien darle la vuelta), como hizo con los frenos “OVNI”.
Estos frenos ofrecían una superficie de frenado mucho mayor que la de los discos convencionales al desplazar el rotor hacia el borde exterior de la llanta, permitiendo frenar con una eficacia superior sin necesidad de recurrir a ruedas más grandes.
En lugar de colocar la pinza en el exterior del rotor, como era habitual, Audi la situó en el interior, liberando espacio para un disco más grande, de 320 mm. Este diseño no solo mejoraba el intercambio de calor, reduciendo el riesgo de sobrecalentamiento, sino que también aumentaba el efecto de palanca, facilitando el frenado con menor esfuerzo.
Si bien la idea parecía brillante sobre el papel, pronto empezaron a surgir los problemas. Para empezar, el diseño único de los frenos OVNI hacía que fueran extremadamente caros de producir. Según fuentes de la época, el coste de un sólo disco era de aproximadamente 550 dólares, en comparación con los 100 dólares que costaban los convencionales en los concesionarios.
Además del elevado coste, los frenos OVNI presentaban un problema práctico significativo: se deformaban con relativa facilidad debido a las altas temperaturas que alcanzaban durante el uso, lo que obligaba a cambiarlos con frecuencia.
El sistema también era complicado desde el punto de vista mecánico. Su diseño no solo resultaba difícil de mantener, sino que también añadía peso al vehículo, lo que contradecía parcialmente su propósito original. Para más inri, tenían un diseño que, aunque funcional, fue percibido estéticamente como un paso atrás.
Las llantas de los coches que los montaban parecían equipadas con tapacubos baratos, lo que afectó a la percepción del público y contribuyó a su caída en desuso. A medida que los problemas se acumulaban, tanto en términos de rendimiento como de estética, Audi comenzó a dar marcha atrás en el uso de los “frenos OVNI”.
Aunque continuaron siendo montados en algunos modelos durante los primeros años 90, su desaparición se aceleró cuando las ruedas de mayor tamaño comenzaron a ser más viables, permitiendo la instalación de frenos convencionales de mayor diámetro sin necesidad de recurrir a soluciones tan inusuales. Para 1994, los frenos OVNI habían sido oficialmente retirados junto con el fin de la producción del Audi V8.
Eso sí, el trabajo duro en este coche dio algunos frutos hasta que salió de la línea de montaje: el Audi V8 llegó a conseguir dos títulos consecutivos del DTM en 1990 y 1991. Y tras aprender de los errores con este coche, Audi dio a luz al flamante el A8 en 1994.