Baneo a los coches de combustión: en 2040 quizá sólo podrás comprar un eléctrico en Inglaterra
En cierto modo, estamos empezando hasta acostumbrarnos a que en las grandes ciudades se establezcan restricciones al tráfico de vehículos de combustión, ya sean medidas temporales o permanentes. Ahora, según informan medios británicos como Autocar y Auto Express, Reino Unido podría ponerse a la cabeza del baneo a los motores de combustión.
Si las informaciones que maneja el medio británico son ciertas, el gobierno de las islas británicas anunciará en breve que desde el año 2040 no se podrá poner a la venta ningún coche de combustión, ni diésel ni gasolina. Algo como lo que te contamos en Francia para las mismas fechas, pero ahora más en serio.
Objetivo: la electrificación del parque automovilístico
A partir de esa fecha de los concesionarios de todas las marcas sólo podrán salir coches y furgonetas impulsados mediante electricidad, lo que deja fuera de juego tanto a los obsoletos motores de combustión como a los híbridos, híbridos enchufables, mild hybrid... ¿y quizá también a los eléctricos de rango extendido?
Falta saber cuál es la hoja de ruta exacta que UK tiene en mente a través de la iniciativa del departamento de calidad del aire (Department for Environment and Rural Affairs, DEFRA) y su secretario de medio ambiente Michael Gove, pero de ser cierto el cambio sería una debacle que sacudiría el mundo de la automoción en poco más de 20 años.
Londoners can’t afford to wait until 2040 for the Gov’t to phase out polluting cars. We need a diesel scrappage fund now to tackle toxic air pic.twitter.com/qnsWkBXZ3u
— Mayor of London (@MayorofLondon) 26 de julio de 2017
Puede parecer que 2040 es una fecha lejana, pero en términos de evolución tecnológica no lo es tanto, al contrario. En los años 50 se imaginaban que en 2010 los coches volarían y la realidad ya la conoces, así que modificar todo el panorama de la automoción en un plazo tan corto se antoja un reto de magnitudes considerables.
Recortes drásticos a las emisiones
Al mismo tiempo que se están planteando esta medida dentro de un plan de 3.000 millones de libras como una manera de recortar emisiones de manera drástica para acabar con la polución ambiental, se baraja la posibilidad de incluir una edad máxima para los diésel en circulación y mandarlos al desguace. Además las autoridades quieren ampliar las "zonas limpias" libres de los coches menos eficientes.
En lo que llevamos de 2017, sólo un 4% de los vehículos vendidos en Reino Unido eran de propulsión alternativa (algo más de 80.000 unidades para vehículos de ultra-bajas emisiones), de los que sólo cerca de una cuarta parte se estima que fueran 100% eléctricos. Las estimaciones más optimistas prevén que en 2022 las ventas de estos coches híbridos o eléctricos alcancen el 10%, apoyados en una bajada en sus precios. A partir de ahí la progresión debería ser exponencial si quieren cumplir con la fecha límite en 2040, lo que parece bastante complicado.
Lejos de ser un problema que sólo afecte a los compradores, la potente industria británica de la automoción y sus derivadas tendrán que modificar profundamente su estructura. Decirle a una marca que a partir de 2040 no puede vender coches salvo que sean eléctricos puede alterar totalmente su estrategia de producto a medio/largo plazo.
Mike Hawes, de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores de Motor, alertó hace poco sobre el riesgo que correría todo el entramado industrial y comercial si no se le da el tiempo necesario para adaptarse a unas nuevas reglas del juego que cambiarían por completo. Gran parte de los procesos productivos se tendrían que modificar de manera acelerada, desarrollar nuevas líneas y métodos de trabajo así como el impacto que tuvieran en la distribución hasta el cliente final. Incluso el modo en el que se venden los coches podría verse alterado.
Desterrar a los coches de combustión del mercado "pone en riesgo 800.000 puestos de trabajo" según Hawes, por lo que para asegurar la no destrucción de empleos sugiere incentivar la compra de coches alternativos vía una fuerte red de ayudas estatales.
El cambio que supondría esta política tan radical también afectaría a los clientes, y serían ellos precisamente los que determinarían la viabilidad de la medida. Por mucho que quiera el gobierno, si no se produce un incremento de demanda los precios de los vehículos eléctricos (y de las instalaciones necesarias) seguirán siendo altos, lo que al mismo tiempo retraería la demanda sobre ellos.
Si el gobierno británico quiere que en 2040 sólo se vendan vehículos eléctricos deberán asumir una ingente cantidad de ayudas que activen la demanda lo suficiente como para que un comprador vea en el eléctrico una ventaja (ya sea por precio, salud, medio ambiente, confort...) con respecto a un coche de combustión.
En última instancia, un incremento como el que supondría que todo el parque móvil británico se viera descompuesto entre vehículos de combustión viejos y sólo vehículos nuevos eléctricos tendría un impacto radical en cuanto a las infraestructuras. Todos los hogares deberían disponer de puntos de recarga, las calles deberían poblarse de enchufes y las gasolineras verían cómo su hegemonía desde hace años se diluye en favor de las electrolineras.
Las baterías, en manos de Asia y Estados Unidos
En un plano más profundo, que se dispare el número de vehículos eléctricos vendidos repercute de manera directa en la producción de baterías. China, Japón y Estados Unidos poseen casi el monopolio de producción de baterías de iones de litio, una producción que a día de hoy no podría soportar un incremento de producción considerable.
Por otra parte, el litio procede en su mayor parte de Sudamérica y empieza a considerarse como el nuevo petróleo. Con indicios preocupantes sobre la cotización al alza del litio, un incremento repentino en la demanda puede derivarse en conflictos por el control de los países más ricos en este preciado material como ya ocurrió en el pasado con las regiones productoras de petróleo.
En el caso de que hubiera baterías suficientes para mantener un ritmo de ventas normal pero sólo de eléctricos al llegar a 2040 se presentaría, quizá, uno de los problemas más graves y de mayor calado estructural para un país: la generación y distribución de energía.
La producción energética en Gran Bretaña ya presenta algunos problemas en épocas invernales sobre los que medios como la BBC vienen alertando. La reserva de energía disponible para los meses de mayor demanda se estableció en 2012 con un margen del 17% mientras que desde entonces decae hasta el 4% de 2015.
El ministro de energía Matthew Hancock aseguró hace dos años que "estamos absolutamente seguros de que estamos tomando las medidas necesarias para tener fuentes seguras de energía este invierno", pero si la calefacción supone un incremento preocupante en la demanda de electricidad, ¿qué ocurrirá cuando los vehículos eléctricos disparen la necesidad de kW?
Por lo tanto, la producción de energía deberá aumentar y hacerlo, a poder ser, a través de energías renovables, lo que a su vez requiere de una aún mayor infraestructura energética. No sirve de nada no contaminar con los vehículos si previamente contaminamos con la producción de la electricidad necesaria para moverlos.
La polución ambiental es un problema al que no se le da tanta importancia como se merece, y los automóviles juegan un papel protagonista. Sólo en el Reino Unido la contaminación está directamente asociada con unas 40.000 muertes anuales según Greenpeace, pero también para las arcas públicas que invierten grandes cantidades de dinero en la salud de la población y unas pérdidas estimadas de 2,7 millones de libras a causa de la baja productividad derivada.
Fotos | Wikipedia, Emillo García