Google cree que puede mejorar los semáforos con inteligencia artificial porque no funcionan bien. Se olvida de lo más importante: la seguridad vial

Google cree que puede mejorar los semáforos con inteligencia artificial porque no funcionan bien. Se olvida de lo más importante: la seguridad vial
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Los denominados semáforos inteligentes llevan en el horno más de una década, y marcas como Audi o Toyota han estado probándolos en sus coches, de forma que vehículo e infraestructura de comuniquen. También se ha estado experimentando con la IA, todo para mejorar el flujo del tráfico y por ende, reducir las emisiones y los ruidos provocados por los atascos.

Pero llevar a cabo estos estudios es muy caro. Google cree que puede conseguirlo a través de IA y los datos proporcionados por los usuarios de Google Maps con Project Green Light. Y sin invertir un duro en infraestructura.

Optimizar la coordinación y los tiempos de los semáforos

Green Light utiliza IA y Google Maps para aprovechar los datos y tendencias de los usuarios y así modelar patrones de tráfico y crear recomendaciones inteligentes para que los ingenieros de tráfico de la ciudad optimicen el flujo de tráfico. Las primeras cifras, dice Google, indican un potencial de reducción de hasta el 30 % en las paradas y del 10 % en las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero no indica si ha habido una reducción en la siniestralidad.

¿Cómo funciona? A través de los datos que tiene el gigante tecnológico con el mapeo de ciudades, pueden inferir los parámetros existentes de los semáforos, que incluyen: duración del ciclo, tiempo de transición, tiempos en la luz verde, coordinación y operación de sensores. A partir de esto, crean un modelo para comprender cómo fluye el tráfico a través de la intersección e identifican posibles ajustes a través de la IA. "Los ingenieros de tráfico de la ciudad revisan las recomendaciones, las aprueban y pueden implementarlas fácilmente en tan solo 5 minutos, utilizando las políticas y herramientas existentes en la ciudad", asegura Google.

Es decir, Google quiere optimizar el ciclo semafórico, al tiempo que transcurre desde el cambio de un grupo semafórico hasta la repetición de la misma situación, en una secuencia de maniobra completa en los semáforos conectados a un mismo regulador. Cada uno de los ciclos semafóricos está dividido en fases, durante las cuales la configuración de colores de todos los grupos permanece invariable (la fase para un semáforo sería, rojo, verde y ámbar, por ejemplo).

La forma en la que se distribuye el tiempo de un ciclo en todas las fases asociadas a una intersección es el reparto de ciclo. Por ejemplo, si un ciclo dura 91 segundos, el reparto podría ser: 50 segundos de verde, 3 de ámbar y 38 de rojo. Lo cierto es que a la hora de determinar la duración de un ciclo semafórico se acostumbra a tener en cuenta la psicología del conductor, según la cual, ciclos menores de 35 segundos o mayores de 150 segundos se acomodan difícilmente a la mentalidad del usuario de la vía pública, por lo que tienden a evitarse.

Por lo general se procura obtener un ciclo lo más corto posible para reducir los tiempos de espera. Pero también hay que tener en cuenta situaciones especiales como largas avenidas desiertas por la noche. Algunos semáforos no están sincronizados para evitar que se termine circulando a grandes velocidades en estos casos. Es decir, hay que tener en cuenta la seguridad vial, y Google parece que no la ha incluido en sus cálculos. Hasta la fecha el gigante tecnológico asegura que ha optimizado 70 intersecciones en ciudades de todo el mundo.

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