
España es un portento en energía solar fotovoltaica. De hecho, más de la tercera parte de los días tenemos electricidad gratis, cuando los parques de energías renovables producen electricidad por debajo de sus costes. En esos días hay tanta producción solar o eólica que desborda la oferta. Y aún así, pagamos cara la factura de la luz.
La culpa la tiene el actual sistema, que determina el precio en base al gas. Y tras el gran apagón del 28 de abril el sistema eléctrico se está llenando de gas para garantizar la estabilidad física y evitar fluctuaciones.
Una red de seguridad para que el sistema no se caiga
En abril el precio medio del MWh era del poco más de 47 euros, con las energías renovables actuando como principales generadoras: la solar supuso el 24 % del mix, seguida de la eólica. El ciclo combinado aportó tan solo el 0,09 %, pero esto ya ha cambiado.
Y es que tras el apagón se ha producido un enorme aumento del gas en el mix energético -un 41 % en un mes-, hasta llegar al 15 %. ¿Por qué ocurre eso? Porque las energías renovables (al igual que la nuclear) no son útiles para reiniciar el sistema en un apagón; no aportan la energía síncrona que permite evitar las fluctuaciones. Además el gas es un mecanismo de arranque rápido que permite reaccionar eficazmente ante situaciones como la que vivimos el mes pasado.
Y si no contamos con baterías que almacenen los excedentes de esa energía, hay que seguir tirando del gas. En este sentido el Gobierno ha puesto en marcha un plan para fomentar el almacenamiento energético.
Así, en medio de un boom de las renovables, el ciclo combinado ha estado aportando más del 36 % de la electricidad por el miedo a que se vuelva a producir otro apagón, aunque las renovables puedan cubrir la demanda por sí solas en grandes franjas horarias. Así, lo esperable es que este verano la factura de la luz aumente debido a esos costes en los servicios de ajuste, ejecutados precisamente para evitar otro apagón.
Para entenderlo, en el cómputo total, nuestro sistema eléctrico está diseñado para que paguemos precios disparados por las energías más contaminantes (centrales de ciclo combinado o las hidroeléctricas) aunque no hagan falta en momentos puntuales, ya que lo que pagamos en la factura está determinado por el gas.
Y es que en el actual sistema, la electricidad se negocia como un producto básico, habitualmente en las bolsas de energía. Cada central eléctrica ofrece su electricidad a un precio individual y de forma que se cubran sus costes. La electricidad más barata se vende primero (las renovables) y si la oferta es insuficiente pueden vender electricidad a mayor precio otras centrales eléctricas de carbón y gas, las más caras.
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