No servía para nada, pero como la industria había descubierto el plexiglas Pontiac hizo en 1939 el primer 'coche fantasma'

  • Se presentó en la Feria Mundial de Nueva York en 1939 

  • Estaba hecho de plexiglás, entonces un material futurista

Pontiac Apertura
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Irene Mendoza

Para la Feria Mundial de Nueva York de 1939, General Motors tenía un objetivo muy claro: mostrar al mundo cómo sería el futuro. Y lo consiguió con una de las ideas más locas de la historia del automóvil. Bajo la marca Pontiac, la compañía presentó el primer coche transparente fabricado en EEUU: el Pontiac Deluxe Six “Ghost Car”.

Construido sobre el chasis de un Pontiac Deluxe Six, este sedán de cuatro puertas fue transformado gracias a una colaboración pionera entre GM y la empresa química Rohm & Haas, que acaba de crear un nuevo material entonces revolucionario: el plexiglás (polimetacrilato de metilo). Desde fuera, este material acrílico transparente dejaba ver cada pieza, cada tornillo del coche.

Cuando GM hizo invisible un coche para que todo el mundo lo mirara

Como sucede con la gran mayoría de prototipos, el Ghost Car fue concebido como un escaparate ambulante de la tecnología del momento. Formó parte de la exposición ‘Highways and Horizons’, un pabellón futurista donde GM imaginaba cómo serían las ciudades, las autopistas y el transporte de la década de 1960.

El coche transparente, además, compartía espacio con otros “avances del progreso” tan llamativos como neveras que cocinaban y congelaban a la vez, o linternas que “tenían voz”. Pero el Pontiac de plexiglás eclipsaba todo lo demás. Y no era para menos: su fabricación costó 25.000 dólares en 1939, más o menos el equivalente a más de medio millón de dólares actuales o unos 425.00 euros aproximadamente.

A pesar de ser totalmente funcional, con su motor de seis cilindros en línea, cambio manual de tres marchas, suspensión independiente y frenos de tambor, el Ghost Car no estaba destinado a circular por las carreteras. Era una pieza de ingeniería y marketing, un espectáculo rodante pensado para fascinar.

Un coche sin secretos… ni pintura, ni chapa

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Más allá de su carrocería acrílica, el Pontiac Ghost cuidaba cada detalle para que el conjunto resultara visualmente impactante. El chasis se pintó en color cobre, el salpicadero se cromó, y los neumáticos eran completamente blancos, suministrados por US Royal. Incluso las juntas de goma y los estribos eran blancos, para no romper la estética translúcida y con cierto aire fantasmagórico.

Curiosamente, el volante no era transparente (como sí se vería después en prototipos como el Delahaye 135M cabriolet de Guilloré en 1949), sino que era de un marfil opaco probablemente fabricado en catalina, un derivado de la baquelita. Detalles que, lejos de restarle coherencia, reforzaban el carácter experimental del coche.

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Tras su éxito en la exposición, el Ghost Car recorrió concesionarios Pontiac de todo EEUU, fue expuesto en el Instituto Smithsonian de Washington D.C. y pasó por manos de varios coleccionistas. Según documentó el GM Heritage Center, incluso se construyó una segunda unidad en 1940 sobre un chasis Torpedo Eight para la Exposición Golden Gate en San Francisco, aunque su paradero hoy es incierto.

La unidad original sobrevivió. Tras décadas en manos privadas (lo conservó una sola familia desde los años 80), el coche fue subastado por RM Sotheby’s en 2011 por 308.000 dólares o poco más de 262.000 euros, con solo 135 km en el odómetro. Lo extraordinario es que, pese a tener entonces 72 años, el Pontiac Ghost seguía en un buen estado general, con el plexiglás original sólido.

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Un testimonio duradero no solo del material, sino también de una época en la que el automóvil empezaba a ser mucho más que una máquina: se convertía en símbolo de modernidad, de diseño y de futuro. Aunque el Pontiac Ghost nunca saliera a la venta, cumplió su misión: demostrar que el futuro se podía construir con imaginación, un poco de ciencia… y plexiglás.

Imágenes | RM Sotheby's/Aaron Summerfield

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