Las campers llevan unos años más de moda que nunca, pero la idea de viajar con la casa a cuestas no es nueva, ni mucho menos. En los 50 también fueron populares y, entre modelos más terrenales o rarezas como caravanas anfibias, había marcas como Mikafa que ya fabricaban autocaravanas de lujo hechas a medida, con lujosos interiores y carrocerías de aluminio.
La empresa venía de la industria aeronáutica y, tras la Segunda Guerra Mundial, se reconvirtió como carrocero, algo bastante habitual en Alemania en aquel momento. Pero lo que caracterizaba a la marca alemana, es que la mayoría de sus modelos se construían sobre chasis del fabricante Tempo, y al principio montaban el pequeño motor bóxer del Volkswagen Beetle de unos 25 CV.
Era un motor fiable entonces, si, pero mover casi tres toneladas con esa potencia no era precisamente una experiencia ágil: así nació la idea de crear su versión más potente y, sobre todo, más especial.
“¿Y si le ponemos un motor Porsche?” Sujétame el cubata
En 1955, Mikafa contactó con Porsche para montar el motor del ya icónico Porsche 356 en una de sus autocaravanas. La colaboración no pasó de tres unidades, pero con eso bastó para crear algo que hoy roza la categoría de leyenda: una autocaravana capaz de duplicar la potencia habitual del sector en aquella época, pasando de unos modestos 25 CV del motor Volkswagen a unos 60 CV.
Pero tampoco estaba concebida como una “autocaravana deportiva”, sino simplemente, más capaz: el chasis Tempo tenía tracción delantera, suspensión sencilla y una caja manual pensada más para repartir pan que para rodar en autobahn. Aun así, todo funcionaba. Era un conjunto extraño, casi experimental, pero muy bien ajustado e ingenioso para los años 50.
Y por fuera tampoco pasaba desapercibida. La carrocería era de aluminio (algo rarísimo en aquel momento) y tenía muchos guiños a Porsche: llantas, faros y tipografía original en la chapa, entre otros. A nivel visual mezcla la estética industrial de posguerra con un toque elegante, casi “streamline”, que hoy le da un aire de prototipo o concept car más que de vehículo pensado para dormir en campings.
Por dentro era igual de sorprendente. Tenía cocina con estufa a gas, nevera Electrolux, fregadero, espacio convertible en cama, baño e incluso un pequeño lavamanos. Nada mal para mediados del siglo pasado. Muchas soluciones recuerdan a la aviación, lógico viniendo de un fabricante que había creado fuselajes, y el uso del espacio estaba milimetrado.
Lo raro se vuelve valioso: la unidad subastada en 2019
De aquellas tres Mikafa Sport Camper, al menos dos se conservan en EEUU. Una salió a subasta en 2019 en Mecum Monterey, y la casa la describió como “un ejemplar sin restaurar, con pintura original y un interior tal cual había sobrevivido al paso del tiempo”. La puja terminó en torno a los 170.000 o 187.000 euros al cambio, según estimaciones publicadas entonces.
Sin embargo, no hay un registro público claro que confirme un comprador final, y tampoco la cifra exacta. Lo único seguro es que despertó muchísimo interés… y algún que otro chasco: esta unidad ya no llevaba el motor Porsche original, que tan especial la hacía.
En algún momento, alguien lo sustituyó por el bóxer de Volkswagen Beetle, pero los motivos no están documentados. Quizá pudo deberse a reparaciones difíciles, falta de piezas o a la búsqueda de mayor fiabilidad, quién sabe. Aun así, el vehículo conserva gran parte de su valor histórico.
Mikafa dejó de fabricar autocaravanas en 1965, lo que convierte a las unidades supervivientes en testigos de una época irrepetible en la historia del caravaning. La idea tan descabellada como genial de mezclar un motor Porsche con una camper no volvió a repetirse a nivel oficial.
Aun así, con los años han ido apareciendo preparaciones privadas que siguen el mismo espíritu, como una famosa Volkswagen T1 modificada con un motor Porsche 911, que llegó a rodar en Nürburgring y se hizo viral hace un tiempo.
Imágenes | Mecum
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