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Takumi o cómo Toyota ha conservado la artesanía en las factorías del siglo XXI

Takumi o cómo Toyota ha conservado la artesanía en las factorías del siglo XXI
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Toyota ha demostrado en otras ocasiones tener la habilidad de combinar los valores más tradicionales de Japón con el espíritu de innovación que la ha llevado a situarse a la vanguardia de su sector. Sin embargo, no es fácil mantener este equilibrio en el mismo campo de batalla de la automoción, la planta de producción y la cadena de montaje, donde no hay margen de error y cualquier problema impacta de manera global.

En las próximas líneas vamos a conocer cómo Toyota ha conseguido conservar el espíritu más tradicional de la artesanía en pleno siglo XXI.

Monozukuri, la forma correcta de hacer las cosas

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Ya hemos hablado en otras ocasiones de la historia de la automoción, que comienza con la fabricación a mano de los primeros automóviles, de forma artesanal e invirtiendo una gran cantidad de tiempo. Esto los convertía en artilugios muy elaborados por parte de las personas implicadas en su construcción, que iban mejorando poco a poco con cada nueva unidad. Pero también los posicionaba como exclusivos artículos de lujo, muy poco accesibles por el ciudadano común, lo que ponía en peligro su desarrollo a largo plazo.

La llegada de la producción en serie, con la cadena de montaje y la automatización de las tareas, permitió abaratar los costes y que un mayor número de personas pudiera acceder a ellos. Sin embargo, la automatización también supuso perder la relación del artesano con el objeto, lo que derivó en vicios, productos defectuosos y desperdicio de materias primas.

Frente a estos problemas surgieron técnicas como el lean manufacturing, que no es más que la versión occidental del Sistema de Producción Toyota que ya hemos visto anteriormente.

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Uno de los pilares del TPS es el concepto de Jidoka (“automatización con un toque humano”), que sitúa al empleado como supervisor del proceso automatizado. Ese “toque humano” es el que garantiza la capacidad de reflexión y autocrítica que nos impulsa a la mejora continua (conocida como filosofía Kaizen).

El objetivo es lograr la perfección en la tarea, pero no como una meta alcanzable, sino como horizonte para seguir mejorando. Esta filosofía se denomina Monozukuri, que literalmente significa “la forma correcta de hacer las cosas”.

A diferencia de la fabricación en serie, el Monozukuri exige una relación estrecha entre el hombre y el producto que está fabricando. En vez de tener un obrero que realiza su labor sin conocer el resultado final, promueve la figura del artesano que usa su experiencia para mejorar el producto final. A ese artesano lo llamamos takumi.

Takumi, el maestro artesano

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El concepto del takumi va más allá de la idea del artesano que tenemos en occidente, la del mero trabajador que realiza productos de forma manual. El takumi se acerca más a la figura del maestro o experto que ha alcanzado un alto nivel de perfección en su trabajo, sea cual sea: carpintero, músico, ajedrecista, chef… Este grado de maestría se alcanza a través de la mejora continua que se consigue con la realización de las tareas durante muchos años (sí, como katas de las artes marciales).

El documental 'Takumi, una historia de 60.000 horas sobre la supervivencia de la artesanía humana', realizado por Toyota y Lexus, nos da precisamente la cifra de esos años. Con una jornada habitual de 8 horas diarias, serían entre 25 y 30 los años que un artesano debe estar realizando su oficio. En occidente, en cambio, situamos la cifra en torno a las 10.000 horas, que suponen entre 5 y 10 años de experiencia, lo que basta para ser considerado “senior”. Es una tremenda diferencia de criterio que habla mucho en favor de los takumi, que en las organizaciones japonesas se respetan como figuras escasas y de gran valor.

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Por ejemplo, entre los 16.000 trabajadores de las plantas de Toyota en Tahara y Miyata, solo 29 cuentan con la categoría de takumi. Su tarea es, precisamente, evitar la aparición de desperfectos y derroches en cualquier punto de la cadena en la fabricación de los vehículos. Para ello, realizan aquellas tareas que exigen un mayor nivel de precisión, y que las máquinas aún no han podido alcanzar.

Son, además, los responsables últimos del acabado final de los vehículos, lo que en Toyota se llama omotenashi, que literalmente significa “hospitalidad”. Se refiere a hacer “sentirse como en casa” a los usuarios cuando se montan en un vehículo.

Vehículos artesanales para el emperador

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Toyota tiene maestros takumi repartidos por todas sus fábricas, aunque la mayor o menor presencia de estos en un mismo centro de trabajo depende del modelo que se esté fabricando. Pero si hay una planta donde la figura del takumi cobra todo su sentido es en Higashi-Fuji. Allí se elabora de manera casi artesanal la tercera generación del Toyota Century, la berlina de lujo que incluso Toyota fabrica para los mismísimos emperadores de Japón.

Con un ambiente muy distinto a lo que estamos acostumbrados a ver en una factoría de coches (no hay línea de montaje ni filas de coches ni ruido de maquinaria), cada takumi de Higashi-Fuji trabaja sobre el automóvil en la disciplina en la que estén especializados: estampado, carrocería, pintura, ensamblaje o inspección final. Lo hacen afanándose para lograr la perfección, de manera casi obsesiva.

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Y para muestra, tres ejemplos: El chaflán que recorre ambos laterales de la carrocería se realiza con una técnica tradicional japonesa del siglo VIII, denominada kichomen. Por su parte, las puertas se montan con un ligero y calculado desajuste, para que cuando se termine de instalar todo el pesado equipamiento (el blindaje es habitual) queden perfectamente ajustadas.

Y el pintado (habitualmente en color Kamui o “Negro Eterno”) cuenta con siete capas que son lijadas y pulidas manualmente con agua corriente. Para ello, los takumi especializados en esta tarea son formados en talleres del arte tradicional japonés del lacado.

Todo el proceso se registra individualizadamente para cada unidad del Century, recogiendo el nombre del takumi que ha llevado a cabo cada paso. Finalmente, la unidad se somete a una evaluación final para inspeccionar los acabados bajo dos tipos de iluminación distinta: una fluorescente, para localizar cualquier error en el proceso, y otra de luz natural, para comprobar cómo lo verá el cliente en condiciones normales. El momento de la entrega se zanja con gestos de aprobación y satisfacción entre todos los compañeros.

¿Cómo serán las nuevas generaciones de takumi?

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En el ADN de los takumi está no solo aprender con la práctica, sino también en transmitir sus conocimientos a las generaciones que los siguen. Porque, como muchos otros oficios artesanos, los takumi siempre corren el riesgo de desaparecer. Toyota se dio cuenta de que la gran mayoría de sus maestros artesanos estaban cerca de la jubilación y decidió activar un plan de formación que abarcaría varias generaciones.

Por un lado, la compañía identificó a los 500 mejores empleados en todo el mundo y les dio la oportunidad de especializarse en una actividad hasta alcanzar el rango de takumi. Posteriormente, son enviados por plantas y centros de todo el mundo para mejorar procesos, solucionar problemas y formar a nuevos takumi.

En paralelo, la compañía selecciona a los mejores empleados jóvenes en formación y les ofrece un curso de tres años, uno de ellos en alguno de los Centros de Producción Global de Toyota. Luego, estos jóvenes son repartidos también para desarrollar formaciones sobre la compañía.

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Hay una última obligación que se les reserva a los takumi de Toyota y que está indefectiblemente vinculada al futuro de la compañía. Siguiendo fielmente la filosofía Jidoka, estos maestros entrenan a los miles de robots industriales que en las plantas Toyota se encargan de las tareas más repetitivas y pesadas.

Gracias al machine learning y el uso de diferentes sensores, la inteligencia artificial de los robots consigue mejorar su comportamiento con los conocimientos que los takumi le transmiten.

Al final queda el debate de si llegará el momento en el que los takumi, y en general los seres humanos, serán necesarios en las plantas industriales. La respuesta nos la da el propio documental al que hacíamos referencia arriba, en palabras de la historiadora, curadora de arte y conferenciante Nora Atkinson, solo haciendo las cosas a mano, podemos experimentar con cosas nuevas y cometer errores. La artesanía abre las puertas a la innovación.

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