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Las luces del coche, una brillante evolución tecnológica

Las luces del coche, una brillante evolución tecnológica
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Las luces del coche son unos de esos elementos de seguridad activa a los que, como a Santa Bárbara cuando truena, sólo hacemos caso de verdad cuando nos hacen falta y no nos acaban de funcionar como quisiéramos. Una carretera oscura y revirada, una situación de niebla, una lluvia penetrante, un bosque que absorbe hasta el último sorbo de lúmenes... harán que nos planteemos por qué esas bombillas no dan más intensidad cuando más lo necesitamos.

La misión de las luces es garantizar la visibilidad en dos sentidos: ver y ser vistos. Y como buen sistema de seguridad activa, de su correcto funcionamiento depende que no tengamos un susto con el coche. Sin embargo, no todos los sistemas de alumbrado son iguales, ni todas las bombillas, ni todas las ópticas.

A medida que han ido evolucionando las tecnologías en materia de iluminación, los vehículos han ido aprovechando esos avances para ofrecer mejores calidades lumínicas y también mayores tiempos de vida útil de las lámparas, lo que ha ido redundando a su vez en la mejora de la seguridad en la carretera.

De las vetustas linternas de carburo que montaban los primeros automóviles para alumbrar la carretera, la industria pasó a la bombilla incandescente de gas inerte, que se mantuvo como única opción de iluminación durante más de medio siglo para llegar por fin a la lámpara halógena, que supuso un gran avance en flujo luminoso y en horas de funcionamiento frente a las bombillas convencionales.

Del filamento a la luminiscencia del gas

Lámpara de descarga

Y en los años 90 se comenzó a popularizar la lámpara de descarga de gas xenón, ese dispositivo lumínico que no emplea filamentos que se degradan con el uso y con las vibraciones del vehículo, sino una descarga inicial de alta tensión en un entorno de gas xenón que permitirá la luminiscencia del vapor de mercurio a alta presión contenido en el interior de la lámpara.

Con este sistema se consiguen grandes flujos luminosos con un consumo menor y sin sobrecalentamiento de los diversos componentes, ya que en todo momento hablamos de lámparas frías, similares a los tubos fluorescentes. Se estima, por ejemplo, que una lámpara halógena de 55 Watts que da 1.500 lúmenes puede sustituirse por una lámpara de descarga que con 35 Watts de potencia da una luz de 3.200 lúmenes. La diferencia de rendimientos supera el 300 %.

Sin embargo, la lámpara de descarga no es el último paso en esta cadena, aunque sí el que ha llamado más la atención en los últimos años por el salto cualitativo que ha representado respecto a sus predecesoras.

El led: del hi-fi al coche

Led azul

Hace casi 50 años que nos rodean los leds desde que en 1962 se generalizaran a partir del diodo electrónico para conseguir luz (de hecho, su nombre se debe a las siglas en inglés para "diodo emisor de luz") y fueron imponiéndose como testigos de funcionamiento en los más diversos aparatos electrónicos para mostrarnos su modo de uso, su estado de carga o hasta sus averías. Sin embargo, el led tenía una limitación: sólo podía emitir luz roja, verde o amarilla, y daba muy poca intensidad.

La gran revolución led se la debemos al ingeniero japonés Shūji Nakamura, que a finales del siglo XX logró un led que daba luz azul, lo que combinado con la tecnología que daba luz amarilla dio paso al led de luz blanca. Además, fruto de sus numerosas investigaciones llegó a una tecnología led capaz de dar alta luminosidad.

Y a partir de ahí, los leds se han comenzado a popularizar en el mundo de la automoción. A diferencia de la revolución de las lámparas halógenas o las de descarga de xenón, el led ofrece alta visibilidad, bajo consumo y una vida útil superior, pero no sólo en las luces de cruce y carretera sino también en las de posición delantera, trasera, luz de conducción diurna, intermitentes, luces de frenado y de marcha atrás. Y aquí está la verdadera diferencia.

Realmente, la revolución del led aplicada al mundo del automóvil es EL gran salto hacia la alta visibilidad con un coste energético hasta un 30 % inferior, lo que contribuye al ahorro de combustible, y además no sirven sólo para ver mejor... sino también para que nos vean mejor.

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