Destrucción de demanda: el único mecanismo que puede corregir el precio de la gasolina y cómo puede afectar a los conductores

Destrucción de demanda: el único mecanismo que puede corregir el precio de la gasolina y cómo puede afectar a los conductores
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El precio del petróleo vuelve a subir. Tras un breve periodo de tregua, el precio del barril de Brent ha vuelto en torno a los 115 dólares, con un pico a 120 dólares. La tendencia es de nuevo al alza. Y con ello, los precios de la energía, de la gasolina y de casi cualquier producto en general van a subir.

Unos precios altos de la energía y del transporte llevan a la inflación, pero también advierten algunos analistas, un elevado precio sostenido en el tiempo o una mayor alza en su precio, llevaría a una destrucción de la demanda. Y eso, es tan negativo para el ciudadano como un precio alto y la inflación que eso conlleva.

¿Qué es la destrucción de la demanda?

En economía, la destrucción de la demanda se refiere a una disminución permanente o sostenida de la demanda de un determinado bien en respuesta a la persistencia de precios altos o a la limitación de la oferta.

La destrucción de la demanda se produce cuando un periodo de precios altos o de oferta restringida hace que los consumidores cambien permanentemente su comportamiento.


Esto da lugar a una reducción de la demanda de un bien incluso después de que la oferta del bien aumente y/o su precio baje. Este fenómeno se asocia generalmente a la demanda y los precios relacionados con productos energéticos como el petróleo o la gasolina.

A nivel de usuario, con un precio de la gasolina muy elevado, al final el automovilista desiste de usar el coche y consumir gasolina o diésel. Busca alternativas (tren, bus, patinetes) y ese comportamiento se mantiene en el tiempo.

Gasolinera medio vacía (Foto: Emre Can Acer)

Al final, hay menos demanda de manera sostenida y los precios acaban bajando. Sin embargo, incluso tras haber bajado los precios de forma notable hasta el punto de volver a ser asequible, la demanda no vuelve a subir.

Ese es el peligro, ya que la destrucción de demanda puede llevar a la deflación, como punto crítico y antesala de la recesión económica. 

La deflación o inflación negativa, en economía, es un descenso generalizado y prolongado -como mínimo, dos semestres según el FMI- de los precios de bienes y servicios motivado por una atonía de la demanda y un exceso de las capacidades productivas (oferta).

A partir de qué precio se produce la destrucción de la demanda de petróleo

gasolina

Se podría pensar que con la gasolina rozando los 2 euros el litro y el barril a más de 100 dólares ya habríamos entrado en una fase de destrucción de demanda. Pero no es el caso. 

Y es que, de momento, las economías desarrolladas todavía pueden aguantar un precio de 100 dólares el barril.

"Por encima de los 65 dólares, el sector va bien, gana dinero y puede devolver el capital a los accionistas. En esa franja de 75 a 80 dólares, todo parece funcionar bien", dijo en una entrevista a principios de mes el consejero delegado de Crescent Point Energy, Craig Bryksa.

Petrolero (Foto: Alexander Bobrov)

Y añade: "A medida que se sobrepasan los 100 dólares, se empieza a calentar la situación, se crea un poco de inflación adicional y, al mismo tiempo, puede empezar a bajar parte de la demanda. Así que es un equilibrio".

El problema surge cuando entramos en un periodo mucho más largo de precios elevados del crudo, muy por encima del nivel actual. 

Así, los elevados precios de la energía podrían "llegar rápidamente a un punto en el que la gente va a tomar la decisión de no utilizar el producto porque no se lo puede permitir", explicó Andy Brown, director general de la energética portuguesa Galp Energia.

Camiones (Foto: Quintin Gellar)

"Existe la posibilidad de que se produzca una destrucción de la demanda" debido a las recientes subidas de precios que afectan a los combustibles, declaró a Reuters.

En 2021, Morgan Stanley publicó que los 80 dólares por barril provocarían la destrucción de la demanda, pero con los precios superando los 100 dólares en 2022, admiten que se equivocaron. Así, el precio crítico del petróleo puede ser muy superior a los 100 dólares el barril, dadas las condiciones económicas actuales.

¿Qué consecuencias tiene una destrucción de la demanda?

Patinete (Foto: Denniz Futalan)

Las consecuencias de una destrucción de demanda ya los conocemos y las hemos padecido recientemente. La pandemia de Covid-19 y los confinamientos han provocado la mayor destrucción de demanda de la historia desde la Segunda Guerra Mundial.

Si hay menos demanda interior y exterior, hay menos ventas y por tanto menos producción. Se reducen los ingresos y las inversiones y al final se destruye empleo

Y con mayor tasa de desempleo, menos demanda (consumo) y por tanto, menos ventas e ingresos. Durante la pandemia, se destruyó de media un 29 % del empleo intermediario en la Unión Europea.

Gasolinera vacía (Foto: Sergio Souza)

A priori, podríamos pensar que una destrucción de la demanda de energía, especialmente del petróleo, pero también del gas, afectaría sobre todo al consumo de gasolina y al transporte. Pero no es el caso: toda la economía se vería afectada.

A nivel particular, el consumidor empezaría a buscar soluciones alternativas, como son los coches híbridos enchufables, los coches eléctricos, las motos en general o los patinetes eléctricos o un mayor uso del transporte público en las zonas geográficas donde sea posible.

Así, en la industria del automóvil, por ejemplo, decaería la demanda de coches con motores de gasolina (los que sostienen la inversión en eléctricos) y se desplazaría hacia modelos de bajo consumo, como los híbridos, y hacia los coches eléctricos.

El problema es que el petróleo, y por extensión el gas, se usan para algo más que el transporte, la calefacción y la generación de electricidad. El gas, por ejemplo, es primordial en la fabricación de fertilizantes químicos a base de nitrógenos. Con precios muy altos por culpa del gas de esos fertilizantes, los agricultores podrían buscar alternativas, como fertilizantes orgánicos.

Estos hasta ahora han sido siempre más caros que los fertilizantes industriales, pero podría llegar un punto en el que finalmente sean más baratos. Dejarían de consumir los de producción química de forma prolongada. Las consecuencias serían inicialmente unas cosechas más caras, aunque en teoría más ecológicas, y la destrucción de empleo en las fábricas de fertilizantes químicos, pues los agricultores no volverían a los fertilizantes químicos una vez que los precios del gas y del petróleo vuelvan a bajar.

Cosechas (Foto: Tom Fisk)

No somos conscientes de ello, pero el petróleo es esencial para una multitud de productos cotidianos (se calcula que unos 6.000), desde productos tan mundanos como la cosmética, el dentífrico y cualquier producto hecho de plástico hasta la aspirina o los paneles solares pasando por los fertilizantes, los ordenadores y los móviles. Está literalmente por todas partes. Somos muy dependientes del petróleo.

La destrucción de la demanda de petróleo es, en definitiva, una corrección del mercado un tanto brutal en la que los precios de la gasolina y de otros productos volverían a bajar notablemente. Pero nada nos garantiza que en el proceso nuestra economía y el empleo no se vean afectados de forma muy negativa a largo plazo.

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