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En abril, aguas mil: estos son los siete mandamientos para la conducción en lluvia

En abril, aguas mil: estos son los siete mandamientos para la conducción en lluvia
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Generoso es el refranero castellano. Generoso y sabio a partes iguales. Año tras año el vaticinio lluvioso planea sobre nuestras cabezas con el socorrido "en abril, aguas mil", y no sin razón. La primavera es una época alegre pero repleta de inestabilidad atmosférica y días de lluvia impredecibles.

Para que no nos pille por sorpresa vamos a repasar los siete mandamientos más importantes a tener en cuenta cuando nos encontremos conduciendo en esos típicos días lluviosos. Y aunque podamos resultar pesados, podéis elegir: "mejor prevenir que curar" o "el que avisa no es traidor".

El mayor obstáculo que deberemos sortear es la visibilidad reducida así que varios de los mandamientos versarán sobre cómo mantener una visibilidad apropiada. No obstante el porcentaje de información más amplio que utilizamos para tomar decisiones detrás del volante procede de los ojos. Pero también hay otros puntos a tener en cuenta. ¡Recitad conmigo, hermanos!

Sólo es agua, no blasfemes

Hay ocasiones en las que las inclemencias meteorológicas nos dejan un poco de piedra al volante, pero por norma general no solemos encontrarnos con grandes ciclogénesis explosivas en plena carretera. Lo normal es que nos topemos, como mucho, con cortinas de lluvia intensa pero tranquilos, sólo es agua.

Siempre y cuando el vehículo esté al día de todo no habrá que preocuparse por nada, así que no tenemos que sucumbir ante los nervios. El peor enemigo de la conducción en mojado son las maniobras bruscas. Todos los mandos tienen que ser tratados con suavidad, de manera fluida y anticipando los movimientos a la situación.

Conviene recordar a modo de concienciación que en caso de tener que pegar un frenazo y detener el coche la distancia de frenado sobre un pavimento húmedo o mojado se multiplica.

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No menospreciarás la distancia de seguridad

En relación con los metros que tendríamos que invertir en caso de frenazo es de vital importancia mantener en todo momento una distancia de seguridad generosa. No sólo tenemos que dejar los metros que sean apropiados para realizar una detención de emergencia, tenemos que mantener un espacio entre el coche que nos precede y el nuestro lo suficientemente amplio como para sentirnos seguros.

Por motivos puramente prácticos, aumentar la distancia de seguridad reduce considerablemente el riesgo de alcances, pero además estar en posesión de una mayor sensación de seguridad nos hará reaccionar de forma más eficiente ante cualquier imprevisto. Gestionaremos mejor nuestros recursos.

Santificarás las ruedas

Siempre es importante llevar unas ruedas en buenas condiciones (recordemos: una profundidad del dibujo superior a los dos milímetros, sin desgastes irregulares ni "planazos" y con una fecha de fabricación no superior a los cinco años) pero más aún cuando los neumáticos se ponen a prueba en circunstancias de baja adherencia.

Con el buen tiempo y en circunstancias normales un neumático pasado de kilómetros o de años puede "cumplir" sin agravar una situación de riesgo, pero cuando hay agua de por medio es de vital importancia que los cuatro puntos de contacto que tenemos con el asfalto trabajen correctamente.

Hemos de comprobar regularmente que nuestros neumáticos están al día y si no lo están hay que cambiarlos, no hay excusas. No vale eso de "aún no se le ven los alambres". Además tenemos que mantener una presión de inflado acorde con lo que indique el fabricante porque un neumático con mayor o menor presión de la recomendada no trabaja al 100% de su capacidad ni se desgasta como debe.

No codiciarás las escobillas ajenas

Aquí sí que no hay discusión posible. Nuestros limpias tienen que hacer bien su trabajo y alejar el agua de nuestro campo de visión de forma eficiente y homogénea. Las gomas de las escobillas sufren con las inclemencias y pasado un tiempo hay que sustituirlas. No es un desembolso caro ni mucho menos, así que 20 eurillos no son un argumento válido para no comprar unas nuevas, que además ahora los encuentras casi en cualquier tienda.

Alguna que otra vez (más de las que me gustaría) me he encontrado con gente que dicen no saber cómo sustituir los limpias. Vale que hay cosas para las que hay que tener un mínimo de maña, pero no para esto. Es cuestión de simple observación, no hace falta herramienta y se hace en cuestión de segundos.

Por el otro lado, en mi zona durante algún tiempo, alguien que sí sabía cómo se cambiaban se dedicó a robar los de otros coches. Desconozco si habría comprobado la compatibilidad con su modelo, pero igualmente es algo completamente innecesario, inútil y ruin.

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No consentirás agua del lava-parabrisas impura

Una de las características más notables de la lluvia primaveral (a parte de que moja) es que trae una cantidad de suciedad que asombra. Venimos del invierno, generalmente una época seca, y se acumula suciedad en suspensión en la atmósfera (que nos lo digan a los de Madrid) así que cuando se presenta un día de lluvia los coches se llenan como de un ligero barro arrastrado por el agua desde las nubes.

Esa suciedad se acumula ya no sólo sobre los coches, sino especialmente en la carretera y las estelas de agua que levantan los vehículos al circular ensucian considerablemente los parabrisas de los coches que van detrás. Para combatirlo tendremos que revisar periódicamente el nivel de agua del lava-parabrisas, mantenerlo siempre que sea posible lleno y añadir, si procede, una pequeña cantidad de agente limpiador que ayude a mantener a raya la suciedad.

Y sí, es importante revisarlo porque no son depósitos estancos, el agua se puede perder o evaporar poco a poco. También, de vez en cuando, hay que comprobar el funcionamiento de los rociadores ya que se pueden obstruir por desuso o por impurezas en el agua. Aunque ahora la mayoría de los coches traen un pequeño filtro de malla a modo de tamiz que cuela lo más gordo.

No harás el submarino (empañamiento)

Una situación que se produce no sólo en invierno con frío, sino también con lluvia es el empañamiento de los cristales del coche. ¿Y cómo se produce? pues porque el aire contiene vapor de agua, así que cuando hay más humedad de la cuenta y el aire se comienza a saturar de vapor de agua entra en contacto con el cristal frío las micro gotitas se van quedando pegadas produciendo una molesta situación de empañamiento que reduce la visibilidad notablemente.

Para combatirlo está el típico y viejo trapo con el que enguarrinamos todo el cristal al limpiar la condensación, pero hay otro método. Una solución útil es poner la máxima velocidad (del motor de la ventilación), conectar el aire acondicionado (aunque no haga calor) y activar la recirculación. De esta manera conseguimos un flujo de aire seco que rápidamente se irá llevando la molesta condensación.

Honrarás la limpieza de tu vehículo

Y para terminar, reconozco que hay veces que es complicado y frustrante tener el coche limpio, pero a efectos prácticos resulta importante, no sólo por cuestiones estéticas. Mantener una limpieza, aunque sea comedida, de los cristales nos asegurará que el agua se escurra por sí sola mejor, sin tener que darle a los limpias o frotar con un trapo.

Por un lado, cuando la luna delantera está sucia estamos pidiendo un esfuerzo extra a las escobillas, haciendo que tengan un trabajo extra y acelerando su desgaste. Y por otro, por ejemplo en los cristales de los espejos retrovisores y en las lunas delanteras, donde también hay que mirar con regularidad (no se os olvide), no hay limpias.

Si esas superficies acristaladas están sucias tienden a acumular gotas de agua que dificultan la visión, en cambio si están limpias es más complicado que las moléculas de agua se queden pegadas y suelen seguir su camino empujadas por la gravedad y las corrientes de aire.

Fotos | Haru__q | Toni Verd

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