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¿Por qué la tecnología del motor de hidrógeno es tan interesante?

¿Por qué la tecnología del motor de hidrógeno es tan interesante?
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El hidrógeno como combustible es una alternativa teóricamente perfecta a los combustibles tradicionales, basados en los hidrocarburos. Teóricamente, la pila de combustible disocia la molécula de hidrógeno (H2), dando como resultado dos iones de hidrógeno y dos electrones. El hidrógeno resultante se convierte en agua al asociarse con el oxígeno, y el resultado es un combustible muy, muy común, y un motor que no deja residuos contaminantes, ¿qué más se puede pedir?

Como estamos muy preocupados por la movilidad sostenible, las alternativas a los motores convencionales siempre se examinan con lupa, y las ventajas del motor de hidrógeno son muchas, sobre todo una vez que se superen las lógicas dificultades iniciales. En el caso de Toyota, que apoya a la Asociación del Hidrógeno de Londres para promover la utilización y expansión de los vehículos de pila de combustible.

Los vehículos de pila de combustible tienen muchas ventajas (si) sobre cualquier otra modalidad de propulsión, pero no hay que olvidar que también existen dificultades, y según cómo se miren, pueden llegar a ser algo preocupantes. Lo bueno es que se está apoyando la investigación de soluciones que permitan abaratar los costes y mejorar la eficiencia, que de por sí es enorme. Las ventajas claras son la limpieza del sistema, tanto a nivel de emisiones (cero, solo agua), como a nivel de ruidos, pues el proceso es químico y no produce molestos ruidos.

Energía a partir del hidrógeno, con agua pura como residuo

Obtener hidrógeno no es difícil, pero sí lo es disociar la molécula y que se mantenga pura. Los materiales son caros, la tecnología para fabricar las pilas es cara, y además luego hay que ver la vida útil que tenga la pila, y cómo se reciclan sus componentes. Quizás en ese sentido haya que investigar más a fondo, pero una vez superadas estas barreras, las ventajas son mucho más “rentables”.

La eficiencia de las pilas de combustible se sitúa entre el 40% y el 50%, mientras que en loo motores de combustión se cifra en torno al 16% y en los eléctricos en el 70%. Sin embargo, lo que marca la diferencia es combinar esa eficiencia con el coste energético que se necesita para obtener la fuente de energía, el combustible. En el caso de los eléctricos, ya sabemos que las emisiones “del pozo a la rueda” no son precisamente despreciables, aunque sean menores que en el caso de los hidrocarburos.

La tecnología es cara y además, para conseguir que la vida útil de las pilas no se vea resentida, el gas H2 no debe contener impurezas. Eso es también caro. Los retos tecnológicos están en conseguir que los costes de producción bajen lo suficiente, y lo ideal, para rizar el rizo, sería poder disponer de agua como combustible, para obtener agua también como residuo.

Y si el mundo pone de su parte, tendríamos combustible accesible para cualquier persona, a precios que deberían ser irrisorios. Pero eso, si el mundo quiere, y es otra historia.

En el caso que nos ocupa, de Toyota y su apoyo al desarrollo de soluciones para la movilidad sostenible, en conjunto con la Asociación del Hidrógeno de Londres, el esfuerzo estará centrado, de momento en los autobuses, taxis, y demás transportes urbanos, igual que los scooters, en el desarrollo de las soluciones para disponer de estaciones de servicio funcionales, todo ello con el hidrógeno y su extracción como foco absoluto.

Vía | Ecoticias

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