Especial #miprimercoche: la autoescuela y tú

Especial #miprimercoche: la autoescuela y tú
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No me lo digas, has venido hasta aquí porque quieres el carné de conducir, ¿verdad? Pues no cuentes conmigo, ya puedes largarte, porque lo que menos me interesa desde un punto de vista profesional es la gente que viene a mí para sacarse el carné. Prefiero los que vienen para aprender a conducir y a circular. Y así es como obtienen lo que tú buscas.

Esta podría haber sido mi forma de saludar a la gente cuando ejercía como profesor de formación vial, pero jamás la puse en práctica. Habría quedado demasiado directo, bastante soberbio y además no era plan de asustar al personal. Así que en el aula de teórica comenzaba explicándoles un poco la peculiar estructura del temario de la DGT y en las prácticas rompía el hielo con una pregunta algo extraña para algunos, absolutamente normal para otros y preocupante para la mayoría:

¿Has llevado coche alguna vez?

Los había que decían que sí, los había que decían que no, y los había que se escondían, o sea que sí pero no. Y yo les decía que no pasaba nada, que era por saber por dónde empezar. Y así es como comienzo yo esta segunda entrega del Especial #miprimercoche: con honestidad.

Como Javier ya te advirtió el lunes sobre supuestas autoescuelas que en realidad son como la cueva de Ali Babá, yo voy a dar un paso más allá y te voy a comentar en primer lugar los aspectos que valolaría yo si tuviera que acudir a una escuelas de conductores. De hecho, serían unos criterios muy parecidos a los que usaría para decidirme para trabajar si hoy tuviera varias ofertas, como sucedía antaño.

Criterios para elegir una autoescuela:

  • Que haya clases de enseñanza teórica de verdad.
  • Que haya clases de enseñanza práctica de verdad.

Y ahora mismo te lo explico.

Elegir una autoescuela

El aprendizaje teórico es más importante de lo que parece

Eh, lo admito, los textos legales que reproducen los manuales del conductor son un peñazo. Y la parte de seguridad vial, en según qué editoriales, también. Por eso, no me extraña que haya quien desarrolle una alergia patológica al concepto “teórica”. Sin embargo, hay vida más allá de esos textos. La cuestión está en que quien te explique la teórica sepa hacer que comprendas de qué va todo eso que te cuentan en el libro y te preguntan en los tests.

¿Por qué? Pues por algo que me costó unos años entender, pero que ahora tengo bastante claro. Por mucho que no lo parezca, buena parte de la teórica luego hace falta en la práctica. No, no me refiero a la longitud máxima de un vehículo articulado. De hecho, hay capítulos enteros que podrían desaparecer y sólo los echaría en falta su autor, pero los hay que, bien explicados, resuelven muchas dudas de las que luego salen en el coche, cuando por lo general estás pagando por horas.

Sí, vale, hoy en día, con la variedad de recursos que hay, muchos alumnos se inclinan por no pasar por clase, hacen millones de tests y se presentan a examen para, con un poquito de… ¿suerte?, aprobar. Yo ahora te comentaré algo. Cuando llevas horas y más horas sentado en el asiento derecho de un coche de prácticas, ves de sobra quién ha pasado por el aula y quién aprobó de chiripa y rebote.

Elegir una autoescuela

No es que se note, no. Es que la diferencia es abismal. Y no es sólo que lo veas desde el doble mando. Es que cada explicación sobre cualquier cosa que haya que hacer en la calle pasa de ser un “venga, vamos a hacer esto” a un “espera, que te lo explico otra vez más”. Y con el cronómetro en marcha. Y luego las horas se van volando, claro. Por eso siempre recomiendo aprender bien la teórica. ¿Se puede hacer eso lejos del aula? Sólo si eres muy disciplinado.

Para tener una visión global, nada mejor que una explicación total, en el aula. Pero que no se te pase un detalle. He dicho “que haya clases de enseñanza teórica de verdad“. D’you know whatta mean? Pues eso, que a mí también me ha tocado soportar profesores soporíferos que leían un libro, y eso ni hay quien lo aguante ni por qué aguantarlo. Las lecturas de las cartas a los corintios, para la hora de la misa. En clase toca enseñar y aprender.

Luego está el extremo opuesto: el que te sustituye las clases por un vídeo. Hombre, los vídeos que yo conozco, y son unos cuantos, resultan más aburridos que un partido de fútbol sin balón, pero bueno… Siempre será algo menos malo que el que se emperra en que vayas a clase expresamente para hacer tests, que es la cosa más surrealista que se me ocurre. ¿Hay que hacer tests? Sí, claro, y hay que resolver dudas, pero cada cosa en su espacio y en su tiempo correspondiente.

Dice una máxima de esta profesión que lo que se entiende no es necesario estudiarlo. Salvo la puñetera tabla de masas y dimensiones de los vehículos, claro. Pero eso son cuatro números de nada.

Prácticas de conducir

Las prácticas deben aportar un bagaje imprescindible

A poco que hayas leído algo sobre seguridad vial, sabrás que lo que diferencia a un conductor experimentado de un conductor que está verde no es tanto las horas o kilómetros que lleve encima, sino el bagaje que acumula en su cerebro. Y ese bagaje se empieza a formar en el coche de prácticas.

En realidad, se puede adquirir bastante bagaje si aprovechas las clases que pagas. No es cuestión de horas o de kilómetros. De hecho, conozco conductores que llevan años conduciendo… y llevan años haciéndolo de manera francamente mejorable. En realidad, las horas, los años o los kilómetros recorridos son simplemente un factor multiplicador. Si llevas 20 años conduciendo de forma ágil y segura, lo tuyo será gloria bendita. Pero como sean 20 años de torpezas…

No es lo mismo 20 años de experiencia que un año de experiencia repetido 20 veces. Y no es lo mismo una hora de prácticas exprimida hasta el último minuto que una hora de paseíllo que dará lugar a otra hora que pagarás, porque en algún momento tendrás que recuperar el tiempo perdido. Va una pista: si después de la práctica puedes irte a entrenar con tu equipo de baloncesto, quizá no has trabajado una mier lo suficiente. El aprendizaje, sobre todo al principio, conlleva cansancio.

Coches de autoescuela

¿Ves por dónde iba cuando te decía que quería clases prácticas de verdad? Yo también he conocido profes de esos que utilizaban la práctica para hacer sus compras, para sus gestiones o incluso —esto me lo contaron, pero conociendo la autoescuela en cuestión casi que me lo creo— aquella profesora que aprovechaba la práctica para depilarse (por suerte con unas pinzas).

No me parece normal, ¿qué quieres que te diga? Lo más raro que he hecho yo en un coche de prácticas ha sido, en contadas ocasiones, aprovechar el trayecto para recoger al hijo de los jefes, que se había quedado colgado a varios kilómetros de casa. Y era hacer una parada, que subiera y seguir. Y porque era quien era, claro. Pero, ¿usar el coche de la autoescuela para dar vueltecitas sin sentido?

Acabo esta parte con una reflexión sobre la pregunta del millón. ¿Cuándo deberías presentarte a examen? Muy fácil: cuando las cosas dentro del coche fluyan sin sustos ni intervenciones de tu profe, cuando seas capaz de conducir y circular como él te ha enseñado que hay que hacerlo, cuando… Mira, te lo cuento con un ejemplo que nos explicó en clase un formador que tuve:

Tú imagina que para este examen entran las sumas, las restas, las multiplicaciones y las divisiones. Y tú las sumas las dominas, las restas se te dan bastante bien, las multiplicaciones… depende de cuál sea la tabla que te toque, y las divisiones… puf, ni idea. Bien, pues en la conducción te van a entrar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Y cuando te toque dividir, si no tienes ni idea suspenderás.

¿Existe el factor suerte? Según cómo, sí, pero tú procura ir con la lección bien aprendida. Nervioso, lo estarás igualmente, pero al menos lo harás razonablemente bien y aprobarás.

Doble espejo

¿Y si no me convence lo que veo en esta autoescuela?

Claro, yo te he estado contando maravillas pero resulta que tú ya te has matriculado y has descubierto, con horror, que tu profe es un descastado y que enseña menos que un burka. Vale, ¿qué haces entonces? Lo primero, no te desesperes. Tienes todo el derecho del mundo a coger por banda al director de la autoescuela y decirle que quieres cambiar de profesor. Es lo más normal del mundo que suceda y no debería suponer un trauma para nadie.

A ver, no es cuestión de que la autoescuela se transforme en un vodevil barato, ahí cada día cambiando de profe y de coche, entre otras cosas porque quieras que no cambiar requiere una mínima adaptación por tu parte y por parte del profe, y te recuerdo que el cronómetro sigue en marcha. Pero que tengas en cuenta que, antes de llegar a las manos o al suicidio colectivo, hay soluciones.

¿Y qué pasa si todo el mundo pasa de ti mil pueblos? Pues que legalmente también tienes derecho a cambiar de autoescuela. Y también sucede. Eso sí, perderás el dinero de la matrícula a no ser que en la autoescuela a la que vayas te hagan un ofertón, y ojo también con esto. Como decíamos, hay mucho Ali Babá en el sector, y así como en internet tenemos spammers, en las autoescuelas hay dueños de negocio muy interesados en hincarte el diente.

Por todo eso, si cambias de autoescuela, que sea por un motivo lógico, no porque has suspendido un examen y te has enfurruñado con el mundo. Si estás enfurruñado, Ali Babá y los suyos te verán venir.

Señales de tráfico

Ah, sí... Hablando de suspensos… Sí, los suspensos también existen, y normalmente están justificados. Vamos, normalmente… como que en mi vida como profesor he visto un solo suspenso que pudiera rebatir con rotundidad, y sí en cambio más de un aprobado discutible. Otra cosa es que los profesores expliquen a sus alumnos los suspensos con pelos y señales.

A estas alturas de la fiesta, ya habrás visto que soy un poco friki para estas cosas de la enseñanza. Te contaré algo más. En el coche llevaba yo siempre una acta de examen plastificada, y sobre ella explicaba a mis alumnos el criterio de calificación que se seguía en el examen, con ejemplos y demás. Eso me ponía las cosas muy fáciles para contarles, una vez acabado el examen, cómo había ido la cosa. De tú a tú, sin dramatismos, con los argumentos por delante.

¿De qué me habría servido escudarme en excusas raras? ¿De qué le habría servido a mi alumno vivir engañado? Incluso a veces, si era necesario, utilizaba el trayecto de vuelta a la autoescuela para vencer incredulidades —ni te imaginas lo selectiva que es la memoria de un alumno el día del examen— imitando los errores del alumno suspendido para que todo le quedara más claro. Ese espejo que por poco no se había llevado de recuerdo, ese stop sin detención total, esa señal que no vio…

Y, por supuesto, el día del aprobado todo eran alegrías. Hay exalumnos que tengo como contactos por ahí y con los que hablo a menudo. Créeme cuando te digo que esa satisfación no se paga con nada. Es infinitamente mejor que la alegría que habría tenido si me hubiera depilado la perilla en el coche durante una práctica.

Finalmente, si habías empezado a leer esto para que te diera algún consejo sobre cómo elegir una autoescuela, te lo resumo rápidamente: por el boca a boca, boca a oreja o como quieras llamarlo. Pregunta a gente de tu entorno, de tu pueblo, de tu barrio, que vaya con la “L” en la chepa. Pregúntales dónde aprendieron y cómo les fue. Y a partir de ahí, decide lo que tú veas que es mejor para ti. Al fin y al cabo, es tu propia formación lo que está en juego. Y quizá sea la única que recibas en condiciones.

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