Cuando las cosas se ponen feas

Cuando las cosas se ponen feas
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Me llama la atención Javier Costas sobre esta noticia publicada en El País. Trata de una sentencia absolutoria en el juicio abierto contra una conductora que fue acusada de conducción temeraria por adelantar a unos ciclistas de manera desafortunada, causando "un claro riesgo para la vida y la integridad física del grupo de ciclistas", según el auto del juez. La infracción se saldará con una multa.

Me detengo un instante en la lectura del artículo y vuelvo unos cuantos años atrás. El adelantamiento fallido tuvo lugar en una carretera que conozco bien. Yo mismo la circulé arriba y abajo a bordo de un camión de reparto. Yo mismo tuve mis sustos, precisamente, con ciclistas. De alguna manera, puedo entender a Noelia Jiménez, que así se llama la conductora absuelta.

Comencemos por el principio. Los hechos y el escenario. La carretera que conecta Santa Coloma de Gramanet con La Roca del Vallès tiene su encanto. Es, en buena parte de su trazado, una carreterita comarcal de un carril por sentido donde abundan las curvas ciegas. En sábados y domingos, es frecuentada por centenares de ciclistas. Y no, no hay arcenes suficientes ni por casualidad.

Es una carretera distinguida por su peligrosidad en Cataluña, dentro del informe EuroRAP 2012. Cuenta con una intensidad media diaria de 6.056 vehículos, y de ellos muchos son de transporte de mercancías, tanto ligeras como pesadas. Aunque haya vías alternativas que corren en paralelo, la zona genera suficiente trasiego de vehículos como para llenar la carretera día tras día.


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El error de la conductora

En estas que circulaba la tal Noelia con su furgonetilla, una Peugeot Partner, por la carretera de marras a la altura de Sant Fost de Campsentelles, que es un pueblecito conocido por un semáforo eterno y porque linda con Martorelles, que a su entrada tiene un cadáver de factoría llamado Derbi. El error de la conductora fue adelantar en un mal momento a aquellos ciclistas.

Los siguió durante un rato y, en un momento dado, decidió adelantarlos en una recta de la carretera. Como hubiéramos hecho tú o yo. Bien, pues la conductora creyó que "contaba con visibilidad" y que tendría tiempo para "adelantarlos rápidamente". Pero de la curva más cercana le salió un coche de frente, "y la Peugeot Partner permaneció unos segundos en medio de la calzada", según narra el redactor de El País a partir de la sentencia.

Uno de los ciclistas grabó la secuencia y la subió a internet. Y a partir de aquí se formuló la denuncia, etcétera, etcétera. La resolución judicial supone la absolución de la acusada por cuanto en ningún momento pensó que aquella maniobra pudiera revestir un riesgo para los ciclistas.

Y es aquí donde, sin haber visto la jugada pero conociendo la zona, doy la razón a la conductora y al juez. Sin que ello suponga que me posicione en contra de los ciclistas, ni mucho menos, que fueron ellos los que se jugaron el físico sin comerlo ni beberlo. Pero si somos capaces de mirar las cosas sin escudarnos en nuestra posición de partida, quizá salgamos ganando.

Actualización (6/12/13)
Incluyo el vídeo a continuación, por cortesía de cpiov.

El error de todos

Últimamente, y ya era hora, se empieza a hacer hincapié en la separación lateral de seguridad al adelantar a ciclistas fuera de ciudad: 1,5 metros como mínimo, con invasión total o parcial del carril contiguo, aun en lugares donde por norma general esté prohibido el adelantamiento si se hace en condiciones de seguridad suficiente (por ejemplo, es legal adelantar con línea continua en tales circunstancias).

Sin embargo, en lo que no se hace nada de hincapié es en qué tesituras están compartiendo calzada los ciclistas y los conductores de vehículos motorizados. Y esto es un problema grave del que algún día deberá responder alguien, y no un conductor acusado o una víctima ciclista, sino algún responsable de infraestructuras que explique por qué no se segrega la circulación de los vehículos de tracción humana y los vehículos motorizados.

Me gusta decir que la Seguridad Vial es la ciencia de prever lo imprevisto. Así, cuando las cosas se ponen feas, el remedio está puesto de antemano y los riesgos viales se reducen en la medida de lo posible. Es decir, que si se ponen todos los medios, por parte de todos, hay menos gente por ahí corriendo riesgos evitables.

Reparto de mercancías - fauna en ruta

¿Que por qué digo esto? Muy sencillo. A la conductora absuelta la traicionó un mal cálculo de velocidades y distancias, sumado al hecho de que la furgoneta se reveló menos potente de lo necesario en el peor momento posible. ¿Pero qué hubiera ocurrido si en vez de poner en riesgo a los ciclistas por un adelantamiento a destiempo los hubiera puesto en riesgo por alcance tras una curva cerrada y sin visibilidad?

Esa fue la causa por la que, en mis tiempos de darle a la rosca con un camión que pesaba mucho, no paré hasta que no conseguí que la ruta que pasaba por aquella carretera los sábados a media mañana pasara a realizarse entre semana, sin bicicletas a la vista. Por muy cuidadoso que fuera yo al volante, que lo era, un encontronazo tras una curva habría supuesto ir de entierro con total probabilidad.

En una ocasión, hablando con un experto de taberna de estos que pueblan internet, el muy iluminado se enrocó en el concepto de la velocidad adecuada, como si esa variable fuera un crecepelo milagroso. Pasé de él y le di la razón del loco, pero ahora que estamos tú y yo a solas te puedo decir que, como aquel día que dije basta de compartir espacio a ciegas con los ciclistas, nunca me he sentido tan inseguro al volante y tan aliviado tras dar un golpe sobre la mesa.

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