Daniel Murias
El papel del FAP, o filtro de partículas, en nuestros coches es esencial. Como su nombre indica, el FAP se encarga de filtrar las partículas en suspensión de los vehículos diésel y gasolina (el FAP también es obligatorio en los coches gasolina desde 2017, pero muchos ya lo equipaban desde 2011); más concretamente, el FAP ayuda a eliminar las partículas de hollín del sistema de escape.
Los FAP pueden obstruirse con el tiempo, y es en ese momento cuando se enciende la luz del FAP en el salpicadero. Las obstrucciones pueden provocar daños permanentes más adelante, además de problemas legales y económicos si, como consecuencia, no se superan las inspecciones de emisiones en la ITV. Por lo tanto, es mejor no seguir conduciendo cuando se enciende la luz.
Dale caña al FAP para protegerlo
Situado en el tubo de escape del coche, el FAP funciona en dos ciclos: la filtración y la regeneración. Retiene las partículas en suspensión antes de que puedan escapar, lo que forma una capa de hollín que hay que eliminar. Y el método que usa el coche para hacerlo es quemando todo lo que queda atrapado en el FAP en la fase de regeneración.
Normalmente, la fase de regeneración del FAP permite la quema automática del hollín para preservar el filtro. Pero esta temperatura debe ser de al menos 700°C, lo que corresponde a un motor que gira a más de 3.000 rpm durante más de 15 o 20 minutos. En trayectos cortos o en ciudad, el motor nunca acaba alcanzado esa temperatura, lo que ensucia el FAP, mientras el hollín se va acumulando.
De ahí que cuando se encienda la luz FAP suele indicar un FAP obstruido. Y si bien no es una luz tan temible como la de fallo motor o de falta de aceite motor, no es un aviso que debamos tomar a la ligera.
Cuando se enciende la luz por primera vez, es muy posible que se pueda seguir conduciendo el coche como de costumbre, pero eso no significa que no haya que hacer nada. Si seguimos conduciendo, el filtro seguirá atrapando hollín y otros contaminantes, lo que contribuirá aún más a su bloqueo y aumentará las posibilidades de que se produzcan daños en el motor y en el propio escape y FAP.
Eso sí, no hace falta acudir a un taller de primeras. Lo primero que debemos intentar hacer es regenerar el FAP. Este proceso consiste en conducir de forma constante a altas revoluciones durante un periodo de tiempo prolongado. Por ejemplo, unos 20 minutos en autopista en cuarta o quinta (si el coche es automático habrá que pasar en modo manual) a 110 o 120 km/h suelen ser suficientes para quemar todo lo que pueda haber en el FAP.
Si ha funcionado, la luz del FAP se apagará. Sin embargo, si la luz permanece encendida después de intentar una regeneración, es hora de pedir cita en el taller. Y es que si seguimos conduciendo con la luz del FAP encendida, corremos el riesgo de aumentar las emisiones contaminantes y por tanto no superar la ITV y aumentará el consumo de combustible.
Además, el motor podrá pasar a modo de emergencia o a prueba de fallo para protegerse, como unos sensores del escape o FAP que le envía información errónea o inexistente. En ese caso sólo nos dejará conducir a paso muy lento, a 15 o 20 km/h.
Si la obstrucción es grave, en el taller se puede ordenar una regeneración forzada con el equipo de diagnóstico, pero suele costar casi como una sustitución y el resultado no está garantizado.
En esos casos, casi siempre será necesario sustituir el FAP. Los precios suelen oscilar entre 600 y más de 1.500 euros, según el modelo de coche. Con facturas potencialmente altas como estas, es fácil comprender por qué la mejor opción es abordar el problema cuanto antes, en lugar de dejarlo pasar.
¿Y cómo podemos evitarlo? Conduciendo una vez al mes a velocidades de autopista permite que el sistema se regenere de forma natural.
Imágenes | Grupo Volkswagen
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