De pequeño me comía las plantas que tenía mi madre en el patio de mi casa, que era particular. Cuando la buena mujer vio que sus problemas botánicos no se debían a los pulgones me cambió la dieta, y yo ya sólo superé mi frustración escribiendo cosas para afrontar mi desdicha. Ahora intento que mis alumnos aprendan conducción preventiva sin comerse los bordillos, y también aporreo teclas en Motorpasión, aunque desde que me pusieron de director apenas hago público lo que escribo.