Este es el sentido que le vemos al Salón de Barcelona después de visitarlo

Dejo a Iván Solera haciendo fotos para su reportaje mientras yo voy de stand en stand, de pabellón en pabellón. Saludo a los compañeros de otros medios, saludo a los compañeros de las marcas, miro, oteo, vuelvo. Pateo. Iván se me quejará de que no se me ve el pelo, y tiene razón: no paro quieto. Quiero saber qué interesará del Salón Internacional del Automóvil de Barcelona 2015 a un visitante cualquiera. Y lo visito, entre manos que estrecho y besos que doy. A Iván, sólo la mano.

¿Por qué hago esto? Días atrás, conversando con el responsable de relaciones con medios de cierta marca, comentábamos a raíz de la inminente cita en Barcelona que quizá los salones dejen de tener sentido muy pronto, por todo lo que ha conllevado el auge de internet, las presentaciones mundiales en tiempo real, las filtraciones detalladas y todo eso. Mientras, en la misma sala, un grupo de compañeros de mi gremio defendían los salones con fervor. ¿Quién tendría razón?

¿Salón del Automóvil o concesionario multimarca? He aquí la cuestión

Tercer polo de la discusión; este, sacado de mis ojos y mis orejas, cada vez que alguien me comenta que pagar una entrada por ir a ver un concesionario multimarca... como que no apetece. Y es lógico que así lo piense, desde su perspectiva. Le doy la vuelta al argumento y pienso en términos de filoSUVfía —con perdón—: quien algo quiere algo le cuesta, o de cómo el Cayenne hace posible que exista el Cayman. Money makes the world go round, my beloved friends. Todos debemos cuentas a alguien, y todos tenemos un banquero apadrinado al que alimentar cada mes. Si la venta de muchos Cayenne sirve para pagar el desarrollo de algún Cayman, pues... bienvenidos sean.

Aquí los hay que han venido a hablar de su libro y los hay que han venido a venderte su libro... y te regalan una barra de pan y hasta un chopped de medio kilo si se lo compras.

Aquí no está Porsche para vender Cayennes ni para mostrar Caymans, pero ocurre algo muy parecido.

Bueno, no: para ser justos, hay de todo. Entre col y col, una lechuga. Si veo algo curioso en el Salón de Barcelona, es el múltiple propósito. Los hay que han venido aquí a hablar de su libro, y los hay que han venido aquí a venderte su libro... y te regalan una barra de pan y hasta un chopped de medio kilo si se lo compras. De hecho, hay stands en los que el primer día de Prensa —¡el primer día de Prensa!— no tienen ni un pincho USB ni siquiera una tarjetita impresa con una URL de la que descargar material para trabajar. Por detrás del mostrador, entre preciosas azafatas de salón, se atisba algún que otro chopped preparado para los posibles clientes. Para eso han venido, en realidad. Lógico desde su perspectiva, pero equivocado desde la mía. Una cosa es que hablemos de un salón comercial, y otra esto.

Luego hay lugares en los que simplemente te hablan de su libro. Con mayor o menor pasión, en algunos casos con una pasión desmesurada en metros cuadrados —desaprovechados sin nadie de Prensa que atienda a los medios—, para la presencia real que hoy por hoy tiene la marca en el país, en otros casos con sólo tres coches —tres: uno, dos y tres— repartidos en un inmenso stand en el que se habla mucho de tecnología, y donde por lo visto no están por la labor de vender coches. "Joder, tiene que haber un punto medio", pienso, mientras pateo.

Y en muchos stands hay término medio. Además, hay marcas que se han empleado a fondo en desembarcar con toda la caballería, conscientes de que este no es un salón de grandes novedades —¿el Ibiza es nuevo?— pero sí un lugar en el que se pueden ver buenos prototipos, como el inmenso Kia Sportspace o el SEAT 20V20 —al tanto, que de este hablaremos en breve, porque es mucho más interesante de lo que nos pareció en su día—, o coches que se han visto ya por ahí, pero que al natural siempre despiertan interés, como el Alfa 4C Spider, el BMW i8, la renovada gama de Mazda, MX-5 y CX-3 incluidos, o los PGO, que merecen capítulo aparte —y lo tendrán.

De todas formas, flota en el ambiente esa sensación de que el 38º Salón Internacional de Barcelona no queda en Montjuïc, sino entre Pinto y Valdemoro, a caballo entre dos mundos.

No sólo marcas, no sólo coches

Me adentro en el Salón, saliendo al exterior —nótense la bella paradoja y la reiteración como figuras estilísticas que me sirven para despejarme de tanto déjà vu automovilístico, más con el reciente recuerdo de Shanghai— y observando de cerca la zona dedicada a la movilidad, Urban Mobility, que se encuentra pasada la Avenida Rius i Taulet, al lado de las fuentes.

Tiene un cierto regusto a parque temático que se me antoja divertido para las familias, lo que me lleva a intuir el Salón de Barcelona 2015 como un espacio que añade a su dilema entre lo divino y lo humano un carácter más lúdico y educacional, apto para todos los públicos. Demasiado forzado para mi gusto, un poco como de "aquí cabe todo", pero me sirve.

Me escapo hacia el otro lado de la fuente, mientras observo que frente al Palacio Nacional los del Fast Parcmotor de Castellolí han montado un chiringuito con dos Leones, un montón de conos y una invitación a hacer manos y ojos en circuito tras una pregunta de las que llaman la atención al visitante: "¿Sabes conducir?". Pienso que "¿te crees que sabes conducir?" habría sido ya muy violento, pero sin duda más acertado.

Dejo que David y sus muchachos sigan pegando cinta aislante por aquí y por allá para aguantar los cables y me dirijo ya hacia la Avenida Rius i Taulet, donde mezclado con los boxes de pruebas entre los que se encuentran los bichos de Fórmula GT Experience me encuentro un stand a la fresca de Ford. Muestran la gama y poco más. No veo indicios de Mustang ni de GT, ni tampoco a nadie con quien hablar, así que sigo.

Me bajo la Avenida María Cristina, de vuelta al bullicio, y me busco los rinconcitos en los que han dado cabida a las otras dos zonas del Salón: la de la conectividad, Connected Car, y la del diseño, Sketch Car Design. De la primera me llama la atención que los de Fast Parcmotor se hayan traído el simulador de vuelco que probé hace unos años —recomendabilísimo— y poco más. Hay poco ambiente en esta zona casi de chill out, durante este primer día de Prensa. Ah, sí, hay un biscúter, para amantes de los clásicos, soportando un stand de CAR (Cloud Active Reception), un software de gestión de talleres. Maridajes más raros se han visto.

Claro, que si de clásicos se trata, lo suyo es entrar en el Sketch Car Design y dejarse llevar. Situado en un espacio anexo al pabellón 8, justo en la esquina que tiene Honda como continuación de su stand principal, esta sección dedicada al diseño de coches le va a gustar a más de uno que visite el Salón. Primero, por los coches que permite ver —tan impresionante como el Lamborghini Egoista, tan entrañable como el MINI Cooper de 1959 o tan carismático como un Cisitalia 202 de 1946— segundo, por la parte de objetos de diseño que no son coches, pero alguna relación tienen con ellos; y tercero, por la exposición sobre diseñadores históricos cuyas biografías se pueden leer en unas grandes pancartas que, elevándose hasta el techo, permiten al visitante penetrar en la Historia del Diseño de automóviles, literalmente.

¿Vale la pena el Salón de Barcelona 2015?

Sí, vale la pena. Para quien busque coche, el Salón de Barcelona es un salón comercial. Para quien quiera ver novedades que se han desvelado recientemente, Barcelona incluye muchas de ellas. Para quien quiera acudir con la familia, el Salón cuenta con zonas destinadas a otros perfiles que los del entusiasta de las marcas. Para quien quiera probar coches, existe la posibilidad. Para quien quiera empezar a perfeccionar su conducción, hay elementos que se lo permiten. Para quien quiera perderse por las interioridades de los clásicos, hay un pedacito de Paraíso enterrado ahí dentro.

La parte negativa es que la visita se puede hacer un poco corta, si no nos apuntamos a pararnos aquí y allá. Pero el Salón en sí es lo suficientemente elástico como para ofrecer varias caras de sí mismo. Al final, lo de no ser dogmático le va a resultar una ventaja, y no un inconveniente. Ese es el sentido de la vida para los salones del automóvil en el mundo de hoy, y Barcelona lo tiene ya. Renovarse o morir.

En Motorpasión | Lo que puedes ver en el Salón de Barcelona 2015

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