Este año está siendo especialmente lluvioso en España y esas lluvias tienen consecuencias. Una de ellas es la aparición de baches y agujeros en el asfalto, tanto en las calles de las ciudades como en las carreteras y autovías.
No es un fenómeno únicamente ligado a las precipitaciones porque hay otros factores que influyen en la aparición de estos agujeros, como el suelo sobre el que están construidas las carreteras, pero la lluvia tiene mucho que ver. Un ingeniero de caminos explica por qué.
También importa el suelo, la naturaleza del firme y estado de conservación de la carretera
Desde hace unas semanas me estoy encontrando con más agujeros en la carretera que nunca. Vivo en Guadalajara y la ciudad está llena de baches y agujeros, algunos tan grandes que me da pánico pasar por encima con el coche por miedo a destrozarlo, ya sea la suspensión, un neumático o una llanta.
No es algo exclusivo de Guadalajara porque últimamente me he movido por otras localidades que están igual y he pasado por muchas carreteras llenas de agujeros, tanto secundarias como autovías, incluso autopistas de peaje, como la R2. Bien es verdad que estos agujeros suelen taparse con relativa rapidez, al menos muchos de ellos, pero los parches que los tapan duran lo que duran y los agujeros suelen volver a salir al cabo de unos meses. Si llueve mucho, como ha ocurrido esta primavera, es mucho peor.
Y es que siempre he visto agujeros en el asfalto, pero ahora hay muchísimos más, casualmente, después de varios meses en los que prácticamente no ha parado de llover. Para entender por qué pasa esto, he preguntado a mi amigo Guillermo Condado, que es ingeniero de caminos, si existe alguna relación entre la lluvia y estos agujeros que salen en el asfalto.
La respuesta corta es que sí, pero, lógicamente, tiene una explicación. “Las carreteras por las que circulamos se construyen sobre las llamadas obras de tierra, estas son principalmente los desmontes o terraplenes. Los materiales a emplear en las obras de tierra serán, con carácter general, suelos o materiales locales que se obtendrán de las excavaciones realizadas en obra”, cuenta Guillermo.
“El agua de lluvia que cae sobre las carreteras es evacuada y restablecida en los cauces de los ríos a través de los sistemas de drenaje superficial. Éstos son todos aquellos elementos de la carretera como cunetas, cauces, bajantes, colectores, sumideros, arquetas o pozos que contribuyen a que el agua que llega a la calzada no se infiltren en las obras de tierra que sustentan las carreteras”, señala este ingeniero, que aclara que esto es válido para las carreteras y calles que hay tanto dentro como fuera de la ciudad.
“En ocasiones, en fenómenos de precipitación intensos, en los que cae una gran precipitación, los sistemas de drenaje no disponen de capacidad suficiente y el agua se infiltra en los terrenos aledaños de la carretera en forma de agua subterránea y pueden llegar a humedecer las obras de tierra que conforman las carreteras”.
“El incremento de la humedad en los materiales que constituyen las capas del firme y las explanaciones de la carretera, lleva generalmente asociado una disminución de su capacidad de soporte y puede dar lugar a fenómenos físico-químicos que modifiquen su estructura y comportamiento de modo perjudicial, tales como erosión, meteorización, disolución, expansión, colapso, etc.”.
Guillermo indica que entre estos fenómenos están los deslizamientos de ladera en trincheras o hundimientos de terraplenes, dos cosas que también se han podido observar en muchas carreteras a lo largo de estas últimas semanas. Pero también hay consecuencias menos graves, como los agujeros y los baches.
Que surjan estos agujeros y que tengan un mayor o un menor tamaño no solo depende de la lluvia. También influye el clima de cada lugar, el tráficode vehículos pesados y, por supuesto, la calidad del propio asfalto: “Los agujeros que salen en la carreteras tienen que ver con la humedad de las obras de tierra, pero también con la propia naturaleza del firme, su estado de conservación y su capacidad portante”, comenta Guillermo. Por otro lado, influye el tipo de tierra que hay debajo de las calles y carreteras, porque no todos los suelos son igual de permeables, como explica Guillermo:
“En los fenómenos de precipitación atmosférica, como son las lluvias, buena cantidad del agua se infiltra en el suelo, aumentando la cantidad de agua subterránea en circulación. El agua subterránea se desplaza a través de los poros del suelo y las rocas permeables, siguiendo los principios físicos descritos por la ley de Darcy, formulada por Henry Darcy en 1856. Esta ley establece que el caudal de agua que fluye por un medio poroso es proporcional a la diferencia de presión o altura entre dos puntos y a lo permeable que es el material por el que se mueve; es, al fin y al cabo, una aplicación del principio de los vasos comunicantes. En términos sencillos, el agua se mueve de zonas de mayor altura hacia zonas de menor altura, y lo hace más rápido en suelos más permeables, como la grava, que en suelos menos permeables, como la arcilla”.
El problema es cuando no se arreglan estos agujeros a tiempo porque pueden provocar graves daños en nuestro coche e incluso un accidente. Mi compañero Héctor Ares tuvo una muy mala experiencia el año pasado con este tipo de agujeros, concretamente con uno de la carretera A52 que destrozó una rueda del BMW X7 que conducía.
Imágenes | Motorpasión y Unsplash