Nürburgring en BMW M: ven a conocer de cerca los peligros del Ring en mojado

Al buzón de correo de Motorpasión suelen llegar una media de dos a tres invitaciones al mes de las marcas de coches que nos proponen ir a Alemania. Solemos viajar allí a conocer los nuevos modelos en estático, probarlos por las infinitas sobrevaloradas Autobahn, jugar con las últimas tecnologías o incluso acudir a competiciones como el DTM. Alemania es el centro de la industria del automóvil en Europa, así que nos conocemos los aeropuertos de Frankfurt y Munich mejor que nuestras casas.

Por norma general, ir y volver en el día a Alemania no suele ser lo suficientemente apetecible como para que entre los editores nos peleemos porque nos asignen ese viaje. De hecho, en más de una ocasión cuando entra una invitación en el buzón de correo, todos bajamos la cabeza para evitar que nos la asignen. Pero en el caso del viaje que hoy nos ocupa, sí hubo puñaladas por ir. ¿El motivo? Se trataba de un viaje único a Nürburgring Nordschleife para probar la gama BMW M y dar una vuelta en el excitante BMW M2 que probamos hace unos meses, una experiencia única e irrepetible. ¿Te apuntas a esta nueva visita al Infierno Verde?

El destino quiso que las fechas programadas por BMW para llevarnos al Norschleife a rodar con sus modelos de altas prestaciones fuesen exactamente las mismas en las que el fui por mi cuenta hace un año. En octubre de 2015 cumplí el sueño de todo petrolhead, rodar en el Nordschleife. De aquel viaje salió esta guía para principantes en Nürburgring (parte 1, parte 2 y parte 3) que tanto os ha gustado.

Me ha tocado la lotería, vuelvo al Norschleife

En esta ocasión, los coches que BMW nos había preparado eran mucho más potentes que aquel simple y divertido Renault Twingo RS que alquilé en RSRNurburg, con el que perdí la virginidad en el circuito más desafiante del mundo.

BMW nos proponía rodar a los mandos de los M135i, M235i y BMW M2, juguetes que superan los 300 caballos de potencia, cacharros serios para atacar esa infinidad de curvas de todo tipo, subidas y bajadas, cambios de asfalto y de meteorología que convierten al Nordschleife en el bien apodado Infierno Verde.

Tal vez por lo arriesgado de la aventura que nos proponían, los responsables de BMW remarcaron en la invitación que el editor que les acompañase, debía contar con dilatada experiencia en circuito. Dicen que el que golpea primero golpea dos veces, así que aunque la mayor parte de mis compañeros tienen experiencia en circuito, ninguno había rodado jamás en el Nordschleife más que en las largas noches de PlayStation con amigos. Estaba de suerte, me tocaba volver a La Meca del automovilismo en Europa. ¡Hasta luego compañeros!

Un madrugón en domingo de esos que no molestan

Nuestra aventura con BMW comenzaba un domingo bien temprano. A las 8 de la mañana estábamos en el aeropuerto de Madrid listos para embarcar con destino Frankfurt, pero en esta ocasión no veíamos caras largas ni de enfado por las intempestivas horas a las que nos habían citado en el día del señor.

Los pocos afortunados que estábamos allí, apenas 10 periodistas de renombre (menos yo), teníamos unas ganas locas por llegar a esa pequeña población de la región de Renania-Palatinado donde desde 1927 se encuentra esta locura de asfalto y guardaraíles de poco más de 20 kilómetros de largo.

Cuando llegamos al Aeropuerto de Frankfurt, unas cuantas nubes negras presagiaban que la lluvia podría convertirse en esa incómoda compañera que nunca quieres tener a tu lado en un sitio como este. Un tráiler cargado con nuestros coches había viajado desde Madrid hasta Frankfurt y nos esperaba en un área de servicio a las afueras del aeropuerto.

Era todavía temprano en aquella mañana de domingo en Alemania, pero nada más aterrizar ya estábamos listos para poner rumbo, gas a fondo, hacia el la población de Nürburg. Montamos en el M135i xDrive, la versión con tracción integral del compacto deportivo de BMW, que sería el primer modelo que íbamos a conducir. Durante los dos días iríamos rotando coches entre el resto de compañeros de otros medios de comunicación.

Salimos por la autopista y en breve empezamos a alcanzar velocidad de crucero, superando siempre los 150 km/h y disfrutando de lo bien que conducen los alemanes, atentos y respetuosos con los que vienen rápido por en el carril izquierdo. Delante de nosotros, un mastodóntico BMW X6 M iba marcando el ritmo del convoy, y cerrando el grupo estaba el BMW M4 Competition Sport que hemos probado hace unos días.

A media que el tráfico iba perdiendo densidad al alejarnos de Frankfurt, el ritmo del grupo fue en aumento. Había ganas de llegar a Nürburg, y no precisamente porque tuviésemos ganas de comer, sino porque teníamos hambre de diversión. 200 km/h no es una velocidad descabellada en una Autobahn con poco tráfico cuando vas al volante de todo un BMW M, y de ahí para arriba fue en el margen que nos movimos mientras veíamos cómo los kilómetros hasta el destino bajaban a ritmo alegre en las indicaciones del navegador.

Solo cuando estábamos a unos 15 kilómetros de nuestro destino, un aguacero torrencial cortó nuestro ímpetu con el pedal derecho y nos obligó a aflojar el ritmo. Por fin con el reloj marcando las 14 horas estábamos aquel escuadrón de BMW M con matrícula española entrando en el parking del Red Devil´s, el bar situado en el centro del aparcamiento que da acceso al Nordschleife. Era un momento histórico para nosotros.

Los que nunca habían estado allí movían la cabeza a un lado y al otro con más agilidad que la niña del exorcista. “Mira, un Porsche 911 GT3 RS”, dice uno de los compañeros que todavía no se hacía una idea del número de unidades de ese coche iba a ver en los dos días que nos quedaban por delante.

Rodeados de cacharros de todo tipo que iban terminando de hacer sus tandas en el Ring, comimos una hamburguesa que nos supo a gloria y nos permitió entrar en calor en aquella ya tarde fría y desapacible con que nos había recibido Nürburg. Apenas 8 grados centígrados de temperatura ambiente y la mezcla de los aromas de los frenos, los embragues, el sonido de los escapes y el estar rodeado de gente venida de todo el mundo con quien compartes una misma pasión, hacen que el ambiente en Nürburgring sea único e irrepetible.

Un primer día de aclimatación. Necesaria.

Basta con ver esta foto para hacerse una idea de cómo estaba el clima cuando llegamos. Miedo.

Ese primer día BMW no había programado ninguna incursión en pista, sino una serie de visitas para que nos fuésemos aclimatando al ambiente, conociendo algunas peculiaridades del circuito y en definitiva, que nos fuésemos mentalizando de lo que íbamos a hacer al día siguiente.

Lo consiguieron, porque mientras la lluvia hacía acto de presencia cada dos por tres en el circuito, los constantes cortes de pista obligaban a todos los que estaban dando vueltas a volver al parking para dejar que los servicios de emergencia hiciesen su trabajo: recoger los restos de coches, esclarecer responsabilidades y pasar la factura al que había roto algo.

Me habían dicho los locales que en los últimos tiempos, los accidentes graves en el Nordschleife son más habituales que antes, y eso hace que los cortes en pista sean más comunes que hace solo unos años. Además cada vez más gente viaja allí, tal vez animados por los miles de vídeos que cada día se cuelgan en Internet sobre cosas que pasan en Nürburgring.

Sonrisas, pero lo que realmente sentíamos era miedo. Por no llamarlo de otra forma políticamente menos correcta.

Ver cómo los servicios de emergencia entraron en solo dos horas más de tres veces en pista, era un buen presagio de que la cosa allí dentro estaba delicada y que al día siguiente si la climatología continuaba así, sería mejor no jugar a ser pilotos, sino simplemente disfrutar con cabeza de la experiencia irrepetible que supone rodar con coches deportivos en un trazado como este.

También influyó en ese miedo que todos sentíamos, el hecho de que acabábamos de firmar una hoja que eximía de cualquier responsabilidad en caso de accidente a BMW. Si rompíamos un coche, un guardarraíl o tenía que entrar la grúa a rescatarnos, todo saldría del bolsillo de cada uno de los allí presentes, y si tenemos en cuenta que el coche más asequible de los que íbamos a conducir era nuestro M135 xDrive con sus 44.000 euros, el miedo era si cabe más fuerte.

Un balcón llamado Adenau

Visitamos el mirador de Adenau, una de las zonas más bonitas del circuito donde durante las competiciones que cada año se disputan allí, como las 24 Horas de Nürburgring o el VLN, más espectadores se agolpan. Es impresionante ver cómo el trazado está lleno de pintadas en el suelo, con nombres de aficionados, pilotos o frases de ánimo a algunas marcas. Son la marca de los peregrinos que cada año llegan al Infierno Verde y plasman, el día antes de las 24 Horas de Nürburgring cuando la pista se abre de forma libre, sus gritos de guerra sobre el gastado asfalto.

En el mirador de Adenau estuvimos esperando a que se reabriese la pista tras un choque múltiple que acabó con un Renault Mégane RS y un Honda Civic en grúa, con golpes pequeños pero suficientes para que tuviesen que entrar a rescatarles. 340 euros cuesta que entre una grúa a por tí, pero la hora de circuito cerrado es más cara si cabe: te sale a 1.500 euros, así que mejor que no tengan que cerrar la pista por tu culpa.

Mientras unos rayos de sol se atrevían a colarse entre las nubes, la pista se reabrió. El primer coche que llegó a ese punto del circuito, situado a escasos kilómetros de la salida, fue un Porsche 911 GT3 Cup a un ritmo dendiablado. Detrás de él comenzaron a llegar otros, como un BMW 635 CSi que sonaba a gloria, un Suzuki Swift de alquiler, un Opel Astra preparado, un BMW M3, otro BMW M3 y otro BMW M3 hasta que perdimos la cuenta.

Aquella media hora escasa en el mirado de Adenau nos sirvió para tres cosas. La primera, para aumentar el nivel de respeto hacia el Norschelife con cada grúa que veíamos pasar con un coche accidentado. La segunda, darnos cuenta de que en el trazado te puedes encontrar con todo tipo de coches, unos más rápidos que otros, y que eso habría que tenerlo en cuenta al día siguiente. La tercera lección que aprendimos, es que los BMW M son mayoría (junto a los Porsche) en el Infierno Verde.

Cena en el Pistenklause y a dormir

Esa noche cenamos en el Pistenklause, tal vez el local más famoso en la pequeña localidad de Nürburg. Esta cervecería con su espectacular carne roja a la piedra es punto de obligada visita por todo aquel que vaya al ring, y así lo atestiguan los miles de detalles relacionados con el automovilismo que llenan sus paredes, techos y cualquier hueco que puedas imaginar.

Tras una suculenta cena entre amigos contando mil y una batalla sobre coches, a las 12 de la noche los nuestros quedaron guardados en el garaje del hotel Linder. Nuestros BMW M dormían en familia acompañados de coches tan ilustres como BMW M4 GTS, McLaren 12C, Ferrari 488 GTB, Porsche 911 GT3 o varias unidades del SEAT León Cupra con preparaciones. Eran los coches de otros huéspedes y presagiaba que el día siguiente iba a ser entretenido en pista, porque todos esos coches estaban allí para lo mismo que los nuestros.

Llegó el día de la verdad

A la mañana siguiente todos estábamos en el desayuno antes de la hora prevista. Parece que las ansias y los nervios que provocaba rodar en el Nordschleife no había permitido conciliar un sueño profundo a los allí presentes. El miedo se convirtió en terror cuando al mirar por la ventana nos dimos cuenta de que fuera, estaba diluviando y una densa niebla no permitía ver más allá de un palmo de distancia.

Sin prisa recibimos el briefing de seguridad, algo básico que todo el que vaya a entrar en el Ring debería escuchar, y que no todo el mundo recibe. Saber que solo puedes adelantar y ser adelantado por la izquierda es la regla básica por la que se rige el buen funcionamiento del circuito alemán.

Nos recordaron lo que tendríamos que pagar en caso de accidente y nos mostraron el vídeo de la mancha de aceite y el saltador de vallas como un ejemplo de todo lo que no se debe hacer en caso de accidente. Mejor quedarse dentro del coche esperando a que vengan las asistencias que jugarte la vida sin motivo.

Salimos del hotel y nos fuimos al aparcamiento de acceso al circuito, donde el ambiente era de nuevo envidiable. Aparcamos nuestros BMW M de matrícula española donde pudimos, y nos llevamos una grata sorpresa al ver que también había algún aficionado español por allí, como una pareja que había venido desde Oviedo en un Toyota GT-86.

La pista estaba completamente empapada y la temperatura ambiente apenas superaba los 10 grados centígrados, pero no teníamos demasiado tiempo para pensarnos las cosas, ya que solo disponíamos de tres vueltas, una con cada coche, y a media tarde teníamos que poner de nuevo rumbo al aeropuerto de Frankfurt para regresar, esperemos que sanos y salvos, a nuestras casas.

Para dentro en un BMW M135i xDrive

Sin dudarlo mucho dije al resto de compañeros que me iba a pista. Por suerte, en el sorteo del día anterior nos había tocado el BMW M135i xDrive, tal vez el coche menos atractivo del convoy, pero en este caso un aliado perfecto ya que siendo el único con tracción a las cuatro ruedas, sería más fácil no cometer errores en él.

Me acerco a la barrera que da acceso al Nordschleife, acerco la tarjeta cargada con esas tres vueltas (cuestan 29 euros cada una) y salgo a pista con cierto tiento. Pongo el modo de conducción en la posición Sport y trato de concentrarme en lo que voy a hacer.

Primera curva muy despacio, segunda también, tercera igual y en la cuarta, cuando decido dar un poco de gas para empezar a coger algo de ritmo, el coche me da el primer aviso. Sin apenas forzar la situación, el morro del coche derrapa y tiende a irse hacia fuera de la pista.

Quito un poco de dirección y aminoro la presión sobre el pedal del acelerador y por suerte seguimos por lo negro, pero ese primer aviso me sirvió para reafirmar que la pista estaba algo más que delicada.

Trato de templar los nervios mientras encaro el siguiente tramo de curvas en bajada con un punto de acelerador mientras muevo el volante con más delicadeza que si estuviese llevando un flan a la mesa.

Me alegra ver que recuerdo los diferentes sectores del circuito mejor de lo que esperaba. Aquellas cuatro vueltas en el Twingo RS del año pasado se habían quedado grabadas a fuego en mi memoria, pero en esta ocasión todo estaba pasando mucho más rápido que por aquel entonces.

El Nordschleife es un circuito muy, muy rápido, con muchos tramos que se hacen a alta velocidad si te conoces el recorrido. Aunque el día no estaba como para ir a fondo ni mucho menos, sí que es cierto que la velocidad a la que íbamos en los tramos que requieren potencia era infinitamente más alta que hacía un año.

En un par de curvas muy cerradas el coche me volvió a avisar de que estaba sobrepasando los límites, pero por suerte la tracción xDrive y los controles electrónicos de tracción y estabilidad hicieron su papel y me permitieron llegar al famoso Karrussel de una pieza.

Más pronto de lo que pensaba me veo encarando la larga recta que te devuelve al punto de partida. Había superado la primera prueba con éxito, una vuelta al Nordschleife en un BMW M135i xDrive que jamás olvidaré. Pero quedaban todavía dos platos fuertes por tomar.

Cuando llegué al parking, comenzó a chispear con ganas. Esa lluvia tan típica del norte que es fina y empapa, pero no quiere que te des cuenta, iba a ser nuestra compañera durante las próximas horas.

El aperitivo del M2 se llama BMW M235i Coupé

Viendo que la previsión de tiempo no era precisamente buena, decido no tardar mucho en volver a salir a pista, en este caso a los mandos de un BMW M235i Coupé de color azul. Me acerco a la barrera, se abre y detrás de mí veo venir a un BMW M3 E36 de color azul pitufo con una preparación de carrocería un tanto intimidatoria.

Salgo esta vez un poco más alegre que antes, y parece que el tacto de la pista es algo mejor a pesar de que todavía tengo que usar el limpiaparabrisas en la velocidad más baja. Después de los dos primeros sectores, veo que me he alejado del M3 E36, que va unos 500 metros por detrás de mí. Pero es entonces cuando ocurre una de las cosas más comunes en Nürburgring. El tiempo cambia por completo al pasar de un valle a otro, y el diluvio universal se cierra sobre nosotros.

Empieza a caer un aguacero que impedía ver más allá de cinco metros por delante del coche y allí estaba yo en mitad del Nordschleife temblando de miedo. El limpiaparabrisas funcionando a tope, la dirección transmitiéndome sin tacto que aunque iba a escasos 70 km/h estaba haciendo aquaplanning y yo rezando para que no pasase nada.

A los pocos minutos, mientras aprieto el culo y manejo con tiento de malabarista volante y pedales, por el espejo retrovisor veo dos luces amarillas se acercan sigilosamente por detrás. Consigo adivinar que es el M3 E36 que había salido detrás de mí, así que antes de entrar en el Karrussel me aparto a la derecha y le dejo paso.

Cuál es mi sorpresa cuando me tiro al interior del Karrussel, que es la trazada correcta para esa curva, y veo que él se queda por la parte superior. De repente, en pleno aguacero, da un golpe de gas y pone el coche completamente de lado. El maestro que iba al volante, se hizo toda la curva derrapando, y yo no pude evitar gritar un “qué puto amo”. Menos mal que iba solo en el coche y que ahora nadie me escucha.

Lo mejor fue que al salir de la curva pegué el morro de mi M235i a su culo, e hice el resto del circuito disfrutando de las continuas derrapadas de un E36 que parecía estar preparado especialmente para esos menesteres. Sí, se que fue una de las vueltas más lentas de la historia al Nordschleife, pero os aseguro que disfruté como un enano viendo con la soltura con al que aquel hombre estaba haciéndose los 20 kilómetros del Norschleife derrapando. Era Moisés al volante de un E30 y las aguas se abrían a su paso.

El BMW M2 debía esperar

Regresé al aparcamiento y vi que allí no estaban más que los coches del resto de compañeros. El aguacero del otro lado del circuito había llegado también hasta la entrada y todos esperaban resguardándose en el Red Devil´s.

Nos tomamos un café mientras veíamos cómo el aguacero incesante no tenía pinta de que fuese a cesar, así que tomamos la decisión de irnos a comer y volver después con la esperanza de que la pista estuviese algo más practicable. Sabíamos que peor no iba a estar, eso os lo aseguro.

Bajamos hasta Adenau y comimos en uno de los sitios más recomendables de la zona, el restaurante Pinoccio. Sus descomunales pizzas por apenas 8 euros y los platos de pasta tamaño industrial son sus principales atractivos, y por eso suele estar siempre lleno de gente.

Mientras saboreaba una pizza de jamón y champiñones, veía por la ventana como la lluvia no quería parar. Un tanto desesperanzado porque parecía que no iba a poder rodar con el BMW M2, la estrella indudable de la jornada.

Continuará...

También te puede gustar

Portada de Motorpasión

Ver todos los comentarios en https://www.motorpasion.com

VER 18 Comentarios