Opel Adam Rocks, toma de contacto

Como ya comentamos antes de viajar hasta Riga, el Opel Adam Rocks es el mini-crossover urbano con la que la marca del rayo hace su entrada en un subsegmento algo curioso: los utilitarios venidos a más, que invitan a la alegría de vivir y disfrutar, frente a los utilitarios que conocíamos hasta ahora, que son más coches de mamis y coches para ir a trabajar.

El Opel Adam Rocks se mueve en ese difícil punto de encuentro conceptual: coches cada vez más pequeños —pero que no pierdan la versatilidad— y resultones. Es también un coche de nicho, un vehículo que comercialmente no va a suponer un gran pellizco al mercado, que digamos, pero que sirve para posicionarse con un producto único en su especie.

Coherentes con esa filosofía, en la marca apuestan por la personalización del Opel Adam Rocks como uno de los principales valores del modelo. En la toma de contacto que realizamos tenemos ante nosotros un total de 40 unidades del crossover, y no hay ni una que se parezca a otra. En el centro de Opel en Eisenach han creado 17 colores de carrocería, 6 tonos para el techo y 2 para la capota, además de múltiples detalles de acabado, tanto exteriores como interiores.

En palabras del director general comercial de General Motors en España, Enrico de Lorenzi, el Adam Rocks “define la tendencia de diseño hacia donde va la marca mirando al futuro”, en el sentido de que las ciudades del futuro precisarán de coches más pequeños debido al aumento de la densidad poblacional, y estos coches tendrán que ofrecer a sus conductores sensaciones ligadas con la “aventura” y la “libertad”, según los términos empleados por el directivo.

Los chicos de la marca del rayo aspiran a vender unas 150 unidades del Opel Adam Rocks en nuestro mercado, esto es, un 8 % de la cuota de Adam. Será, por tanto, un modelo ciertamente exclusivo, y su precio reforzará esta cualidad. Saldrá por unos 17.000 euros. Por buscarle competidores, en Opel citan al MINI Paceman, al Fiat 500C “… y poco más”, remata De Lorenzi.

Por otra parte, el Adam Rocks está llamado a incrementar la cuota de compradores masculinos respecto a la distribución del Opel Adam, que es del 30 % frente al 70 % de compradoras femeninas. Digamos que el Rocks es la cara más masculina posible del Opel Adam.

Aspecto exterior

Para conseguir esos objetivos de ventas, en Opel apelan a la condición estética del Adam Rocks, cuya línea exterior se ve realzada por piezas que los responsables de su diseño identifican con los elementos de protección que acostumbran a llevar puestos los skaters. Esa es una de las inspiraciones que hay tras la apariencia externa del mini-crossover urbano.

Más allá de la estética también hay adaptación del Adam al concepto crossover. Entre el aumento de la carrera de los amortiguadores y la utilización de llantas más grandes (de 17 pulgadas o incluso 18 pulgadas como opción) crece 15 mm, resultando en una altura libre al suelo de unos 14 centímetros. Sin duda, entre esto y el techo de lona corredera han logrado un producto único.

Visto desde fuera, el Adam Rocks transmite una sensación algo irregular. Es cierto que en conjunto llama la atención porque es un coche inusual, pero en algunos puntos la armonía de líneas queda comprometida. Sin duda el punto crítico se encuentra en contacto con el suelo, y es que ver unas ruedas vestidas con llantas tan grandes para un modelo de dimensiones tan reducidas es algo que resulta chocante.

La baza de la capota corredera es uno de los principales atractivos visuales del Adam Rocks. Cuando el coche está cubierto queda muy bien integrada, y cuando se lleva abierta no presenta deformaciones extrañas. Al contrario, la forma en que queda recogida brinda al conjunto una línea divertida y desenfadada, que ya es lo que la marca busca. Como punto a tener en cuenta, la capota descubre el techo hasta la mitad de las plazas traseras, ya que sobre las cabezas de los hipotéticos pasajeros de la segunda fila de asientos se encuentra el mecanismo eléctrico de apertura.

Único

Las combinaciones de colores y acabados son la gran baza comercial del Opel Adam Rocks, un crossover descapotable que se vende por su exclusividad y por sus posibilidades de personalización.

El equilibrio entre tonos resulta por lo general agradable, al menos en las combinaciones que tenemos ante nosotros. Bien es cierto que hay colores que son muy personales, y de la misma forma hay opciones de diseño que uno sólo pediría estando bajo el influjo del Bálsamo Negro de Riga, pero si atendemos al vasto catálogo de personalización del vehículo, realmente quien lo compre puede tener el acabado que quiera. Cuando a partir de noviembre o diciembre, que es para cuando se especula el arranque de su vida comercial, veamos por la calle alguno de estos Adam prácticamente podremos conocer cómo es la personalidad de su dueño.

Interior, acomodación y manejo de mandos

Cuando pasamos al interior, encontramos un puesto de conducción muy completo, que puede llegar a confundirnos cuando nos damos cuenta de cómo se agolpan los elementos en el panel de instrumentos. No se comprende muy bien el grandísimo diámetro del volante, su desmesurado grosor ni su altura respecto a la posición de los brazos. Las palancas de luces y limpiaparabrisas quedan algo alejadas de las manos, y son varios los botones que, haciendo una concesión a la estética, quedan demasiado ocultos como para accionarlos en marcha.

Tampoco se ve demasiado clara la ergonomía de los asientos, que deslucen el magnífico resultado obtenido por Opel en los últimos tiempos sobre este particular. De hecho, hay algunas regresiones más, como el display del panel de instrumentos o la ausencia de un navegador integrado. A cambio, siempre podemos tirar de móvil y aplicación BringGo. De todas formas, la pantalla que reproduce los mapas queda ubicada bajo los aireadores y por tanto bastante por debajo del campo de visión natural del conductor.

Intento pasar a las plazas traseras. Consigo encajar mis piernas tras el respaldo delantero, pero me arrepiento al instante. Debo ser más consciente de lo que llevo entre manos, lo sé. Son 3.747 mm de longitud con 2.311 mm de batalla, por 1.966 mm de anchura y 1.493 mm de altura. Conclusión: las plazas traseras quedan más que justas si el conductor o el acompañante miden más de 1,70 metros.

Hablando de dimensiones comedidas, vale la pena valorar el maletero, cuyos 170 litros (484 litros con los respaldos traseros abatidos, 663 litros medidos hasta el techo) dan de sí para albergar bajo la escueta bandeja cubre-equipaje nada más y nada menos que tres maletas de tamaño cabina, que se dice pronto.

En este apartado de aspectos positivos también conviene destacar un sensor de ángulo muerto que viene de serie y que funciona muy bien en medio del tráfico de Riga, y unos sensores de proximidad que ayudan a la detección de obstáculos sin distraernos con pitidos cuando no viene al caso —por ejemplo, en situaciones de tráfico en las que las distancias son más bien escasas y los ciclistas, los peatones, los motoristas y el resto de la fauna circulante comparten espacios y tiempos de una forma algo intrépida.

Opel Adam Rocks, al volante

Arrancamos por fin y descubrimos en el motor 1.0 Ecotec Direct Injection Turbo de 115 CV, unido a la caja de cambios M1X, de seis relaciones, es la mejor carta de presentación para el Opel Adam Rocks. El tricilíndrico se ajusta como un guante al utilitario, obteniendo un comportamiento muy elástico, con 170 Nm que empujan los 1.156 kg de masa en orden de marcha entre las 1.800 y las 4.500 rpm. La potencia máxima la desarrolla a las 5.200 vueltas.

Como resultado tenemos un Adam Rocks 115 que permite varios modos de conducción. Si aceleramos a fondo responde con mucho brío, permitiendo alcanzar 110 km/h en un tiempo felizmente corto. ¿A quién se le ocurriría sembrar las autovías de Letonia con cambios de sentido al mismo nivel, por el lado izquierdo y sin carril de aceleración? Towanda!

De campo y playa

El Opel Adam Rocks se dirige a un público masculino usando protecciones inspiradas en el mundo del skate y prometiendo libertad y aventura.

Este es un motor probado a lo largo de miles de kilómetros bajo condiciones muy dispares: a más de 40 ºC en España, a menos de -30 ºC en Suecia, y a 2.504 metros de altitud en Austria, entre otros escenarios. En Riga y en combinación con la mencionada transmisión, que está muy bien ajustada, cumple de sobras con las exigencias de ciertas infraestructuras letonas. Comprobado.

Si no vivimos tan al límite como todo eso, esta cadena cinemática permite también una conducción relajada con relaciones muy bien solapadas que permiten unos cambios absolutamente suaves a bajas vueltas. Con este estilo de conducción podemos llanear a punta de gas o a suave retención sin problemas. Los componentes móviles del motor, realizado en aluminio, son lo suficientemente ligeros como para no frenarnos en exceso.

Un punto sensible en el campo de los tricilíndricos es el ruido interno. En el caso de este Ecotec 1.0 Direct Injection Turbo, los ingenieros han trabajado con varias medidas que contemplan, entre otras, un bloque desarrollado teniendo en cuenta la acústica, un árbol de equilibrado montado en el cárter, el aislamiento de la inyección y del cigüeñal y una cadena de distribución con dientes invertidos. Más allá del papel, sobre la pista el Adam Rocks no transmite traqueteos ni vibraciones: suena realmente fino, a bajos y altos regímenes.

Hablando de ruido, nos disponemos a probar el Adam Rocks capotado, descapotado y en el paso de un modo al otro, lo cual se consigue en 5 segundos circulando hasta una velocidad de 140 km/h. No hará falta correr tanto. Salimos de la ciudad descubiertos y nos dirigimos hacia una autovía. No sopla el viento ahí afuera. El día invita a disfrutar del cielo azul.

A 70 km/h obtenemos algo de ruido, pero soportable. Hacia los 90 km/h el ruido es intenso, y por encima de esta velocidad hay momentos en los que parece que nos sobrevuele el mismísimo helicóptero Pegasus de la DGT. Una vez cubierto el coche, comprobamos que las tres capas que componen la lona (la del medio fabricada en neopreno para evitar problemas de filtraciones) aíslan acústicamente de forma muy eficaz.

La suspensión se comporta en todo momento de forma correcta. Es blandita, pero cómoda, aunque no resulta capaz de filtrar la enorme cantidad de baches que encontramos en las duras carreteras de Riga, seguramente porque las llantas que calzamos (de 18 pulgadas en todas las versiones de esta presentación) rigidizan las ruedas de forma excesiva.

No me convence — de hecho ni me convence a mí ni convence a los colegas de otros medios— la dirección asistida, que maliciosamente rebautizamos en petit comité como dirección corregida. Aunque en carreteras con algunas curvas —los recorridos planteados no dan para más— se muestra razonablemente fiel pese a su tacto artificial, hace unos extraños muy, pero que muy extraños cada vez que encontramos una rodera en el asfalto, producto del paso reiterado de los pesados camiones por las olvidadas carreteras de la zona. Por donde haya pasado el camión, ahí se irá de cabeza la dirección del coche, reaccionando con un tacto casi mantecoso. O sea, que toca ir corrigiéndola cada vez que el coche se desmanda. Necesita mejorar.

Otro punto que se nos antoja complicado de entender está en los frenos, que en un par de pruebas efectuadas sobre unos tramos de carretera desiertos no responden de forma favorable cuando se pisa el pedal de forma enérgica, poniendo por caso hipotético la presencia inesperada de un animal en la calzada. Si en una frenada normal el tacto es esponjoso, en una frenada de emergencia a unos 60 km/h resulta complicado mantener la trayectoria.

Llega el momento de callejear, y con sus 10,62 metros de diámetro de giro entre bordillos (10,94 m entre muros) el Adam Rocks se muestra muy versátil en ciudad, aunque de nuevo un volante de la dirección algo más comedido nos permitiría unos movimientos todavía más ágiles. Las reacciones del motor turboalimentado sin apenas retrasos completan la buena sensación general que deja un utilitario que fue concebido pensando en la ciudad y ahora revisitado con ánimo de ganarse al público masculino.

En suma, la apuesta de Opel por el Adam Rocks debe entenderse como lo que es: un vehículo que combina la línea crossover con la diversión que proporciona la capota de lona corredera, y que cuenta con el aliciente de la personalización máxima, haciendo gala de su carácter exclusivo. Su motor y su caja de cambios destacan de forma muy favorable y son el punto fuerte del vehículo, más allá de las consideraciones estéticas, mientras que su dirección se queda un peldaño por debajo del nivel de calidad conseguida con este producto tan único como curioso y sorprendente.

Los gastos del viaje para esta presentación han sido asumidos por la marca. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.

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