Silencio, que arranca: Mercedes-AMG estrena el Emotion Start en sus nuevos coches para aumentar el rugido del V8

Lo confieso. Soy adicto al rugido de los V8. No hay nada como encender por las mañanas el V8 de un Mercedes-AMG 63 y que retumben en las paredes del parking con los bramidos de esa pieza de orfebrería. Sí, es pueril y al mismo tiempo es placentero, es como un instinto básico.

Y en Mercedes-AMG saben que forma parte de las cosas que su clientela aprecia especialmente en sus producciones. El problema es que, una vez el motor está caliente, ese rugido intimidante inicial se convierte en un gruñido apenas más elevado que cuando el coche está en ralentí.

Foto: Guillermo Cruzado

La solución, en estos casos, es poner dos veces el contacto (pulsando el botón de encendido sin pisar el freno), pulsar la tecla que abre las válvulas de los escapes o ponerlo en modo Sport+, pisar el freno y despertar el motor. Eficaz, pero engorroso. Ya que por defecto, siempre arranque en modo Confort, es decir, con el bozal puesto.

Ahora, en los nuevos AMG C 63, GLC 63 y GLE 63, todos equipados con el Emotion Start, basta con pulsar una de las levas del cambio -da igual cual- al mismo tiempo que encendemos el coche para que ese V8 fabricado a mano se exprese libremente.

Más emoción para el V8 AMG

Eso sí, después de la secuencia de arranque, las válvulas se vuelven a cerrar. Entonces, habrá que pulsar la tecla de apertura de los escapes o seleccionar uno de los modos de conducción que mantiene abiertas las válvulas (Sport, Sport+ o Race en el caso de que sea un C 63 S, por ejemplo).

Foto: Guillermo Cruzado

Pulsando una de las levas lo que hacemos es activar el Emotion Start. Así, las válvulas de los escapes se abren y el motor sube 200 a 300 rpm más de lo normal al arrancar. Normalmente, al encender el V8 4.0 litros biturbo, este sube hasta las 1.800 rpm para enseguida bajar al ritmo de ralentí, al rededor de 1.000 rpm.

Sin embargo, con el Emotion Start, el V8 sube hasta las 2.000 vueltas. Vamos, nada que el motor no pueda encajar, incluso en frío. De hecho, para los que les gusta dar acelerones en parado, el Emotion Start no modifica el límite electrónico del que goza el motor en estos casos: no pasará de las 4.000 vueltas.

De todos modos, ahí sí que no es recomendable hacerlo en frío. Y es que a pesar de su modernidad y trucos como el Emotion Start, los motores AMG tiene un cierto toque old school. Por ejemplo, son de los pocos motores en los que todavía se recomienda hacer un rodaje cuando son nuevos.

Concretamente, no pasar de 4.500 rpm los 1.500 primeros km, o sea nada de acelerar a fondo ni Launch Control. Después de esos 1.500 km, lógicamente, toca cambiar el aceite y los filtros. En los modelos más mundanos es algo que ya no se hace, pero estamos hablando de un motor fabricado a mano por una sola persona; de ahí que el motor lleve una placa con su firma.

AMG: un motor, una persona

Tan sólo hay unas 200 personas en AMG que fabrican motores y por tanto tienen una placa con su nombre. Y es que no cualquiera sirve para ensamblar los V8 4.0 litros, los V12 de los AMG S65, así como el V12 biturbo del Pagani Huayra y el V8 de los AMG GT3.

Y desde hace poco el 4 cilindros M139 que equipa, por ejemplo, los Mercedes-AMG A 45 S y CLA 45 S de 421 CV también salen de Affalterbach y son ensamblados por un solo operario. El resto de 4 cilindros y V6 AMG los fabrica Mercedes-Benz en la misma línea de montaje que el resto de motores de su gama.

Para ser uno de los elegidos o elegidas (tan sólo hay cinco mujeres), es preciso pasar por una formación de tres años y medio en la escuela de AMG, para luego perfeccionar los gestos y la práctica montando y desmontado el mismo motor una y otra vez durante cuatro meses. Y si al finalizar, la persona es considerada apta, pasará a montar los motores y podrá firmar los motores que ensamble.

El proceso de fabricación es estricto, con verificaciones continuas, un sistema que le recuerda al operario en qué fase del montaje está y otro que guarda un registro de todas las herramientas utilizadas en el proceso y qué fuerza aplicó la persona (por ejemplo, si un tornillo ha sido apretado con demasiado o poco par). Así, si hubiese un problema a lo largo de la vida del motor se puede saber si todo el proceso ha sido correcto o de lo contrario saber qué fallo cometió quién y cuándo.

La idea no es tanto buscar un culpable, sino que la persona que ensambla un motor busque siempre la perfección, pues ese motor es SU obra (nadie más que esa persona puede tocar ese motor, aunque esté de baja, el motor esperará a que vuelva) y por eso lleva su firma, cual artista.

Tanto es así que uno de los 200 mecánicos que fabrican motores en AMG es más famoso que algunos artistas, tiene unos 236.000 seguidores en Instagram. Su nombre es Michael Kübler (@f1mike28). De los 200 mecánicos de AMG, sólo hay tres que pueden fabricar el V12 del Pagani Huayra y otros tres que pueden montar los V8 de competición, pero solo uno de ellos puede fabricar cualquiera de los dos propulsores. Y es Michael Kübler.

Al final, saber que bajo el capó hay una obra de arte realizada por un artista puede ser tan emocionante como el despertar del V8. Para muchos clientes, quién ha fabricado su motor es casi tan importante como el propio coche.

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