La enajenación proteccionista de Trump marca en el horizonte una tormenta para el sector del automóvil

A escasos días de la entrada de Donald Trump en el despacho oval, la industria de la automoción en Estados Unidos está jugando sus cartas. Compañías como Ford, Fiat Chrysler y Volkswagen ya están modificando sus planes empresariales para fabricar más vehículos en Estados Unidos.

Las medidas proteccionistas del republicano no sólo influyen en las estrategias empresariales de los grandes de la industria, también choca con las medidas proteccionistas alemanas y con la economía global. Puede que la tormenta se convierta en huracán.

La tormenta comenzó a descargar con un tuit que rezaba: "General Motors está enviando modelos del Chevy Cruze hechos en México a Estados Unidos sin pagar aranceles. ¡Hazlo en Estados Unidos o paga grandes aranceles!”.

Un periodista de la CNBC respondió afirmando que "Solo un 2’4% de lo producido en México se vende en Estados Unidos". Sin embargo México no es el mayor importador de automóviles a Norteamérica: Alemania, Japón y Canadá se disputan el primer lugar.

Los fabricantes de automóviles de Estados Unidos representan solo unos 100.000 empleos, pero son un estandarte del "sueño americano" y orgullo patriótico. De ahí las amenazas a Ford, GM y Toyota a través de las redes sociales. Por otra parte, el país norteamericano es la séptima potencia mundial en cuanto a fabricación de vehículos, por lo que se busca avanzar en el casillero del juego de la manera más drástica posible.

El patriotismo convertido en estrategia

El panorama se va a complicar en los próximos meses; no sólo por las políticas proteccionistas del magnate estadounidense, sino por el choque que supondrá con las políticas de la Canciller Angela Merkel. En un lado del charco se quejan de que hay más coches alemanes en Estados Unidos que coches estadounidenses en Alemania.

El ministro de Economía y número dos del Gobierno alemán, Sigmar Gabriel, ha entrado en la polémica y ha advertido de los efectos negativos que provocarán estas medidas. Gabriel ha afirmado que Estados Unidos tendrá una industria “peor, más débil y más cara”. Y ha sentenciado: en lugar de imponer aranceles a los automóviles alemanes, que Estados Unidos fabrique mejores coches.

La reacción de los fabricantes

Los ultimátums del republicano ultraconservador ante una subida de aranceles si no se produce más en Estados Unidos parecen estar surtiendo efecto. De momento ya ha amenazado a BMW con aranceles del 35% si fabrica el Serie 3 en México. BMW ha respondido que seguirá invirtiendo en el país azteca. Por su parte, Ford ha sucumbido y canceló su fábrica de México, justificando sus movimientos como parte de una estrategia empresarial.

¿Qué han hecho los fabricantes ante la situación? Calmar las ínfulas conservadoras de Trump anunciando inversiones en el país norteamericano: Toyota invertirá 10.000 millones en los próximos cinco años; Ford 1.600 millones mas los 700 en la fábrica de Michigan; el tercer fabricante estadounidense, FCA, también anunció inesperadamente una inversión de 1.000 millones.

General Motors en cambio ha desafiado a Trump y ha asegurado que no cambiará su estrategia de ensamblaje en territorio mexicano del Chevrolet Cruze. Sin embargo en diciembre ya anunció la inversión de 552 millones de dólares en varios centros de producción en Estados Unidos.

Por su parte, Nissan y Honda no han anunciado inversiones en el país, aunque producen en México y Canadá.

¿Quién paga esta guerra?

Al final, al igual que ocurre con los grandes tratados comerciales en los que los principales afectados no tienen ni voz ni voto, los que sufren las consecuencias de políticas ultraconservadoras (y retrógradas, por decirlo más directamente) son los consumidores y los trabajadores. Los que no ostentan el poder.

España vende a Estados Unidos casi el 4% de sus exportaciones, entre ellas más de 36.000 vehículos en 2016, y el 1,75% a México. Si se construye un "muro" de absurdo proteccionismo, solo contribuirá a un empobrecimiento global.

Los fabricantes por su parte tendrán que replantearse sus cadenas de producción; esto implica mayor presencia de la automatización (sabemos lo que implican los robots en cuanto a la creación de empleo, ¿verdad?) y, por supuesto, pagar un precio más alto por los vehículos.

Ante la deslocalización de fábricas la que gana es la empresa: mano de obra barata, incentivos y beneficios fiscales e incluso energía más barata. ¿Qué ocurre si se alza un muro contra las importaciones? Subida de precios, pérdida de empleos, pérdida de diversidad al fin. Sin mencionar el bloqueo de mercado y la pérdida de rentas no sólo para Estados Unidos, también para el resto del mundo.

México, el gran perdedor

En el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) formado por Estados Unidos, Canadá y México, parece que el único perdedor está siendo México. Por el momento Trump no ha comenzado las ofensivas contra su vecino del norte, puede que para evitar una guerra comercial. Sin embargo en Canadá se producen miles de vehículos para su venta en Norteamérica.

Para dar cuenta de lo absurdo de las políticas del presidente estadounidense contra México, cabe destacar que México se ha convertido en el séptimo fabricante mundial de automóviles y cuarto importador. Los tres millones y medio de unidades que produce anualmente están por encima de los dos millones y medio de España o de Francia.

¿Y el medio ambiente? Recientemente hemos sabido que la EPA se ha adelantado a Trump antes de que tome posesión del despacho oval y ha blindado los niveles de emisiones aprobados por Obama. Puede que uno de las pocas herencias que le quedará a Estados Unidos antes de que el magnate ponga todo patas arriba, aunque pueda ser revocada.

Foto | Óscar Mesina

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