Los aranceles a coches importados están consiguiendo lo que quería Donald Trump: que las marcas de coches europeas y japonesas fabriquen más en EEUU

Donadl Trump Fabrica Bmw

La medida ha causado un revuelo y ha llevado a los fabricantes de automóviles a revisar sus previsiones de beneficios a la baja y  avisar de tiempos convulsos. "Los aranceles abrirán un agujero en la industria como no se ha visto nunca", decía el CEO de Ford. Sin embargo, los aranceles del 25% impuestos por el presidente estadounidense, Donald Trump, a las importaciones de automóviles empiezan a tener el efecto deseado. Los fabricantes de automóviles han intensificado sus anuncios de trasladar la producción a Estados Unidos.

De Audi a Volvo, pasando por Honda o Hyundai, no son pocos los fabricantes que han anunciado que producirían más en suelo estadounidense. Aplicar unos aranceles tan elevados a la importación de coches es un duro golpe para las marcas. El método es violento, pero hasta cierto punto eficaz. Y es que nadie quiere quedarse fuera de un mercado de caso 16 millones de coches al año.

"Los aranceles funcionan"

Honda tenía previsto producir su modelo estrella, el Honda Civic, en su planta de Guanajuato (México). Sin embargo, el fabricante japonés ha prometido que volvería a fabricarse en su planta de Indiana a partir del verano de 2028. Nissan quería suprimir un equipo de producción en su planta de Tennessee. Hace muy poco dio marcha atrás en su decisión, a pesar de anunciar hasta 20.000 despidos a nivel global.

Volvo, que tiene que importar la mayoría de sus modelos desde Europa ha indicado que pretende aumentar su producción en Estados Unidos. Actualmente, sólo fabrica la berlina S60 y el SUV eléctrico EX90.

General Motors, por su parte, tiene previsto contratar a unas 250 personas para aumentar la producción en su planta de Fort Wayne (Indiana). Toyota, por su parte, ha anunciado su intención de producir en Kentucky el futuro RAV4, su modelo superventas. Mercedes sigue el mismo camino y está estudiando añadir un modelo de gama media, como el Mercedes GLC, a la producción de su planta de Alabama en 2027.

En cuanto a BMW, el primer exportador de automóviles de Estados Unidos desde hace 10 años, dijo en su presentación de resultados del martes 6 de mayo que estaba considerando añadir equipos de producción a su planta de Carolina del Sur para reducir también las importaciones.

Actualmente, BMW fabrica todos los SUV de la marca alemana, salvo el BMW X1 y el X2, en Estados Unidos tanto para Norteamérica como para Europa. En México, produce el Serie 2 Coupé, el Serie 3 y el Serie 5 para el continente americano. Es probable que el Serie 3 pase a fabricarse también en EE.UU. para el mercado local.

En cuanto a Audi, que tiene en el Audi Q5 fabricado en México, su modelo superventas en EE.UU., se plantea fabricarlo en suelo estadounidense, en la factoría Volkswagen de Chattanooga, en el estado de Tennessee.

El anuncio más sensacional, sin embargo, vino de Hyundai. Junto al presidente estadounidense en el Despacho Oval, el presidente del fabricante coreano, Euisun Chung, desveló una inversión de 21.000 millones de dólares entre 2025 y 2028.

La inversión incluye una planta siderúrgica de 5.800 millones de dólares en Luisiana que dará trabajo a más de 1.400 personas. El acero producido se utilizará en las dos plantas estadounidenses de Hyundai para fabricar coches eléctricos. “Esta inversión es una prueba brillante de que los aranceles funcionan muy bien”, se felicitó Donald Trump.

A principios de abril, el presidente estadounidense también recibió el apoyo de Shawn Fein, presidente del UAW, el poderoso sindicato de trabajadores del automóvil. “La ventaja de los aranceles es que impiden la carrera a la baja que conduce a la explotación de los trabajadores”, dijo Fein en un comunicado.

Volvo S60 en la factoría Volvo de Carolina del Sur.

En su opinión, es una forma de invertir la tendencia a la deslocalización de la producción que sufre la industria automovilística estadounidense desde hace varias décadas, en favor de México y Canadá. La producción de coches en EE.UU. ha disminuido en dos millones de unidades desde 2016, cuando se produjeron 12,1 millones de unidades, y ha vuelto a niveles de 2012, con 10,6 millones de unidades producidas en 2024.

Lanzar la producción de un nuevo modelo en una fábrica no es cosa de dos días. Como demuestran los plazos de las promesas de relocalización de los fabricantes, los puestos de trabajo no llegarán inmediatamente. Inicialmente, los derechos de aduana infligirán daños a las marcas. Por lo tanto, las inversiones anunciadas tendrán que hacerse realidad para que se olviden los efectos negativos iniciales de la errática política comercial de Donald Trump.

Los clientes se enfrentan a subidas de precios de entre 6.000 y  16.000 dólares, según los modelos. Todo ello probablemente reducirá la demanda. Ford es uno de los primeros en aumentar los precios de sus modelos fabricados en México para evitar ver destruidos sus márgenes por los aranceles.

Sin embargo, hay que reconocer que el uso de los aranceles, de forma mesurada y concreta y no a lo bruto como propone Donald Trump, pueden tener efectos positivos en el país que los aplica. China lo ha hecho en su día, obligando incluso las marcas de coches a fabricar in situ, favoreciendo así la producción local.

La Unión Europea también ha optado por aplicar aranceles a los coches eléctricos fabricados en China y ya ha provocado que marcas chinas inviertan en producir en Europa, como Chery en Barcelona o BYD en Hungría, o que Volvo ya esté fabricando su excelente EX30 en Bélgica y no en China como hasta hace un mes.

Imágenes | Gage Skidmore, BMW, Hyundai, Volvo

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