Me he subido al Renault del futuro: es el anticipo de cómo los coches quieren ser tan sostenibles que ni dejen huella de carbono

Renault Embleme 72
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Álvaro Ruiz

Renault ha querido demostrar que las soluciones que se presentan en los prototipos pueden ser perfectamente viables para implementarse en los modelos de calle. En lugar de desarrollar un concept extremadamente futurista, ha construido un coche de demostración (‘demo car’) que adelanta como serán los coches que conduciremos dentro de una década.

Se llama Renault Emblème y ninguna de las ideas que adelanta es una utopía: se pueden llevar perfectamente a la producción, pero a su debido tiempo.

Un prototipo que se puede llevar perfectamente a producción, pero no todavía

Hace 50 años, mucha gente pensaba que los coches que tendríamos en la década de 2020 volarían y serían completamente autónomos. Estamos a mediados de esa década y solo podemos hablar de unos pocos robotaxis que circulan en periodo de prueba en lugares muy concretos y de algún proyecto de coche volador, pero ni una cosa ni la otra es una realidad para el gran público.

Lo que sí tenemos son coches mucho más seguros, más confortables, más eficaces y más eficientes. Lo comprobé de primera mano hace unas semanas, cuando probé un Renault 5 antiguo y un Renault 5 E-Tech actual. Es el mismo modelo, pero en los 40 años de diferencia que hay entre las dos unidades analizadas, la evolución es sencillamente abismal, a todos los niveles.

El abismo que hay entre el primer Renault y el Renault 5 E-Tech es el perfecto ejemplo de que los fabricantes no dejan innovar y trabajan a muchos años vista en la tecnología que llegará a producción a corto y medio plazo. Aunque no lo parezca porque no vemos coches voladores que conducen solos por las calles (o más bien por el cielo).

Muchos de los avances en los que trabajan ahora mismo las marcas se dan a conocer a través de los prototipos y acabarán en los modelos de producción que conduciremos dentro de unos años. Si te preguntas por qué no se implementa ya esa tecnología en los coches actuales, la respuesta es sencilla: simplemente no es viable, a menudo, por motivos económicos, pero también influyen otras cuestiones, como la normativa e incluso las infraestructuras.

En cualquier caso, las marcas trabajan con mucha antelación y el Renault Emblème es la mejor demostración de ello. Se trata de un prototipo que adelanta el diseño y la tecnología que utilizarán los Renault del futuro, pero, a diferencia de otros prototipos que incorporan tecnología que solo tendría sentido en la ciencia ficción, el Emblème utiliza soluciones que serán viables a corto plazo, aproximadamente para el año 2035. Por eso, la marca del rombo dice que es ‘demo-car’ y no un concept car, es decir, un coche de demostración.

He viajado a París para conocerlo y, si bien es cierto que no he podido conducirlo ni he tenido la oportunidad de ver cómo se desenvuelve en movimiento, sí he podido subirme para conocer de primera mano las soluciones que, en teoría, tendrán los Renault que se pondrán a la venta dentro de cinco o diez años.

Se mide su impacto medioambiental desde que se fabrica hasta el final de su vida útil

El objetivo principal con el Emblème es rebajar al mínimo la huella de carbono que deja un coche durante todo su ciclo de vida. Para medirlo, Renault tiene en cuenta absolutamente todos los procesos relacionados con el vehículo: “De la cuna a la tumba. Desde la extracción de materias primas hasta la producción de componentes, pasando por el ensamblaje, el transporte, el uso del vehículo, su mantenimiento y, finalmente, su reciclaje”.

Renault asegura que esta herramienta “permite calcular el potencial de calentamiento global vinculado a las emisiones de gases de efecto invernadero medidas en CO2 equivalente (CO2e) por vehículo”. La compañía francesa indica que, para hacer estos cálculos, utiliza como base los consumos reales de sus vehículos a lo largo de 200.000 kilómetros y 15 años, por lo que ese kilometraje y ese coche es lo que considera la marca que es la vida útil de un coche.

Mientras que un Renault Captur TCe gasolina de 2019 deja un balance de 50 toneladas de CO2e, un Renault Megane E-Tech eléctrico acaba su ciclo de vida 25 toneladas de CO2e, según este cálculo. El Emblème se conforma con 5 toneladas de CO2e.

Para conseguir una reducción de la huella de carbono tan bestia respecto a los coches actuales, Renault, o más bien Ampere, que es la división del Grupo Renault que ha desarrollado este coche, ha trabajado en todos los aspectos posibles, desde el diseño, hasta los materiales utilizados, pasando, por supuesto, por el tren motriz. Eso sí, Ampere ha contado con la ayuda de buena parte de sus socios industriales, como Michelin, Dicastal, Valeo, ArcelorMittal o Forvia/Hella. Cada uno de ellos se ha encargado de desarrollar los componentes en los que están especializados.

Del diseño se han encargado Renault y Ampere. El Emblème es un shooting brake que mide 4,80 metros de largo y, sorprendentemente no es un SUV, aunque sí tiene rasgos de todocamino que lo convierten en una especie de crossover, como las protecciones de la parte inferior de la carrocería y los pasos de rueda. Lo que no tiene son alas, por lo que parece que los coches voladores tendrán que seguir esperando.

Para dar forma al exterior, Renault ha tratado de crear la silueta más aerodinámica posible, por eso cuenta con elementos de aerodinámica activa, con un fondo plano inspirado en los de los Fórmula 1 actuales, con retrovisores digitales, con neumáticos altos y estrechos (desarrollados por Michelin), con llantas de 22” ligeras y aerodinámicas (las ha hecho Dicastal), con limpiaparabrisas ocultos bajo el capó (son cosa de Valeo) y con tiradores de las puertas táctiles (diseñados por Akwel).

Diseñado con las herramientas que han servido para crear el Fórmula 1 de Gasly y Colapinto

Además, en el proceso de dar forma al exterior se han utilizado las herramientas de diseño del equipo BWT Alpine Formula One Team de Fórmula 1, como el túnel de viento digital. El resultado es un Cx de 0,25.

A la hora de diseñarlo también se ha procurado que tenga una gran distancia entre ejes para que el interior sea amplio. La batalla es de 2,90 metros, tiene capacidad para cinco pasajeros y cuenta con dos maleteros, el delantero, con 74 litros de capacidad, y el principal, con 556 litros.

En lo que respecta al diseño del interior, sigue la línea del exterior: es innovador, pero no es tan futurista que parece inviable. Da la impresión de que es una evolución natural de los interiores actuales, teniendo en cuenta las tendencias que hay en este momento. Por supuesto, tiene menos botones y casi todo el protagonismo recae en las pantallas, que son más grandes que las actuales y están sincronizadas: por ejemplo, se puede “lanzar” un widget desde la pantalla central hasta el enorme panel panorámico que recorre todo el salpicadero a lo ancho.

También hay botones táctiles para funciones clave, como el climatizador o la posición de los asientos delanteros, estos últimos ubicados en un lateral de la banqueta e integrados en la tapicería, al estilo de los botones que tenía el Renault Safrane. El tejido de los asientos, por cierto, está hecho con poliéster 100% reciclado.

Como no hay luneta trasera, igual que en el Polestar 4, no hay espejo retrovisor central, pero sí hay retrovisor: también es digital, como los exteriores, y la pantalla donde se proyecta lo que graba está situada donde normalmente iría el espejo. En cualquier caso, no es algo nuevo porque ya hay coches que utilizan esta solución actualmente.

Lo que sí ha llevado Renault a otro nivel es la iluminación ambiental porque está integrada en los paneles de las puertas y el salpicadero, aunque una de las principales innovaciones está en el asiento trasero, que parece más un sofá que un asiento de coche (por su aspecto y por lo cómodo que es) y tiene una función curiosa: tiene tres plazas, pero si solo viaja un pasajero y se sienta en la plaza central, puede bajar los respaldos laterales para utilizarlos a modo de reposabrazos.

Eléctrico de batería y de pila de combustible de hidrógeno

A nivel mecánico, el Emblème es 100% eléctrico. Renault dice que “como lo demuestra el análisis del ciclo de vida, un coche eléctrico emite la mitad de CO2e que un coche térmico similar. Para una movilidad más libre de carbono, el modo eléctrico es hoy por hoy la solución ineludible”. En cualquier caso, con la prohibición de Europa de vender coches nuevos de combustión a partir de 2035, tampoco queda otra (si nada cambia).

La diferencia entre el Emblème y los eléctricos actuales es que es lo que podríamos definir como un “eléctrico híbrido”. Y es que su motor de 160 kW (215 CV), que es de rotor bobinado y no utiliza tierras raras, se puede alimentar con una batería y con una pila de hidrógeno.

La idea de Renault es que en los trayectos diarios se utilice la batería, que es NMC (níquel manganeso cobalto) y solo tiene una capacidad de 40 kW, mientras que en los recorridos más largos tendría más sentido tirar de la pila de combustible, que se alimenta con un depósito de 2,8 kg situado bajo el capó. Según Renault, “en un viaje entre París y Marsella, el 75% de la electricidad consumida por el vehículo es producida por la pila de combustible, sin emitir más que agua”.

Es un planteamiento nuevo que pretende combinar los puntos fuertes de los coches eléctricos de batería (BEV) con los de los coches eléctricos de pila de combustible de hidrógeno (FCEV).

“Combinando todas las cualidades de la electricidad y del hidrógeno, esta tecnología conserva todas las ventajas de la conducción en modo eléctrico (aceleración instantánea, conducción silenciosa, ausencia de vibraciones) y se presenta como una alternativa atractiva a la motorización eléctrica pura, aunque todavía se encuentra en una fase exploratoria”, dice Renault.

Obviamente, hay que mirar este planteamiento desde el prisma de un vehículo que se ha proyectado de cara al futuro. Hoy por hoy, el hidrógeno sigue sin ser una alternativa real, a pesar de que muchos fabricantes, incluido Renault, siguen invirtiendo mucho esfuerzo y recursos en el desarrollo de modelos propulsados con este combustible.

Más tangible es la idea de reciclar más del 90% del coche al final de su vida útil para reducir lo máximo posible su huella de carbono. El Emblème está diseñado con al menos un 50% de materiales reciclados y el coche en sí es casi reciclable por completo para reincorporar los materiales con los que está hecho al ciclo de producción, una vez más, en forma de materiales reciclados.

Como decía el cantante Jorge Drexler y como dice ahora Renault: nada se pierde, todo se transforma. La ayuda de los socios de Renault es clave para poder incorporar en el coche estos materiales reciclados y reciclables, como las llantas Dicastal hechas con un 70% de aluminio reciclado, los tiradores de las puertas de Akwel o el interior Forvia completamente fabricado con materiales reciclados o naturales, como el lino y la piña.

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Imágenes | Renault

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