¡Godzilla sigue vivo! Esta es la historia de cómo el Nissan GT-R se ganó el mítico apodo

El Nissan GT-R es uno de los coches más celebrados, codiciados y legendarios de la historia del automóvil. Si bien su fama internacional se la debemos a la enorme difusión de 'Max Power', a las primeras entregas de Gran Turismo y, por supuesto, a 'Fast & Furious', su historia, prestigio y dominación comenzaron mucho antes. El Nissan GT-R es tan famoso que es uno de esos pocos coches que tienen un apodo, Godzilla.

Siendo escrupulosos, los más puristas consideran que solo un modelo del largo linaje de los Skyline GT-R puede ostentar el nombre de Godzilla, el Nissan Skyline GT-R R32 de 1989.

Por extensión, las generaciones que siguieron también son apodadas Godzilla, pero hay que reconocer que, en el caso del R32, el nombre le viene que ni pintado. Esta es la historia de cómo el Nissan Skyline GT-R R32 fue bautizado Godzilla.

El Nissan Skyline GT-R R32 presentado en 1989 era el último de una saga de potentes modelos deportivos, iniciada por una marca que más adelante pasaría a formar parte de Nissan, Prince.

El Prince (Nissan) Skyline 2000 GT-R Sedan fue el primero de la saga

El Skyline GT-R original nació aplicando una receta casi tan clásica que hoy en día se sigue aplicando. A saber, meter el motor más gordo de la gama en una pequeña carrocería. Prince recuperó así el 6 cilindros de su berlina más grande, la Gloria, y lo metió en la berlina más pequeña, la Skyline.

Una vez bajo el paraguas corporativo de Nissan, la receta del Skyline fue mejorando. El chasis tenía una suspensión trasera de brazos tirados y un eje delantero independiente, frenos de disco, delante, y de tambor, detrás.

Pero bajo el capó, Nissan se puso más seria. El Skyline heredó del seis cilindros de competición del Prince R380 de motor central trasero con culata de cuatro válvulas por cilindro, doble árbol de levas en cabeza y carburadores de triple cuerpo. La potencia era de 158 CV, pero cuentan que se le podía sacar hasta 200 CV sin mucho esfuerzo.

Su nombre, Skyline GT-R. Era una suerte de BMW M5 antes de hora.  El coche llegó al mercado en 1969 y solo tres meses después ganó su primera carrera en competición. Es algo que lleva en los genes. En otoño de 1970, llega una versión dos puertas, o coupé, la KPGC10.

El Nissan Skyline GT-R KPGC10, el primer coupé de la saga.

Pasan los años y se suceden las victorias. El Skyline GT-R lo gana todo en Japón. Pero a partir de 1973, ningún Skyline lucía ya el sello GT-R. A mediados de los años 80, Nissan no pasa por su mejor momento y necesita mejorar su imagen.

Para ello, deciden aplicar la vieja receta de ganar en competición para acaparar titulares y que el prestigio de las victorias recaiga sobre la gama del fabricante.

1989, nace el Nissan Skyline GT-R R32

En 1989, Nissan daría un puñetazo en la mesa con la llegada de un nuevo GT-R tras más de 10 años de ausencia. Y nadie lo vio venir. El Nissan Skyline GT-R R32 de 1989 debía ser el escaparate de la mejor tecnología de Nissan, una muestra de todo lo que sabía hacer.

El coche fue diseñado con la homologación en el Grupo A de la FIA en mente. Por ejemplo, los ingenieros de Nissan desarrollaron un motor de seis cilindros en línea biturbo de 2.6 litros, bautizado RB26DETT. Si Nissan hubiera optado por un motor de 2.8 litros, el coche tendría que haber competido en una categoría con un peso mínimo de 1.340 kg. Sin embargo, el motor de 2.6 litros le permitía inscribir el coche en una clase con un peso mínimo de 1.260 kg.

En su versión de serie, el motor desarrollaba oficialmente 320 caballos, pero en competición desarrollaba sin grandes dificultades 600 CV. Para hacer frente a esta prodigiosa potencia, los ingenieros de Nissan equiparon el R32 GT-R con un avanzado sistema de tracción integral llamado ATTESSA E-TS.

El sistema repartía el par motor entre los dos ejes, enviando par al eje delantero únicamente cuando las ruedas traseras perdían adherencia. Es decir, el coche es en la mayoría de las veces, incluso al salir de una curva, un tracción trasera. Además, el coche contaba con dirección a las cuatro ruedas. Para la época, el coche era sencillamente un monstruo. Y uno que estaba destinado a competir.

De Obekamono a Godzilla

Uno de los países en los que el coche iba a competir y, caso excepcional, a ser vendido era Australia. El Skyline GT-R de 1989 fue el coche de portada de la edición de julio de 1989 de la revista australiana Wheels.

El grupo A australiano estaba dominado por el BMW M3 (E30), el Ford Sierra RS Cosworth y el Holden Commodore V8 (un modelo emparentado con los Opel Omega y Rekord de la época). Y es en esa revista que por primera vez se habla del R32 como de un “Godzilla sobre ruedas”.

Según cuenta Angus McKenzie, entonces redactor en la revista, la idea de llamarlo Godzilla viene en parte del autor del artículo, Peter Nunn. Este contaba que los medios de comunicación japoneses ya habían bautizado el coche como Obakemono, un monstruo que cambia de forma.

A la hora de definir el titular de portada, al redactor jefe del momento, Phil Scott, le gustaba la idea del monstruo, pero no la de Godzilla. Consideraba que nadie sabría lo que era. Aun así, se impuso la idea de los redactores y se quedó Godzilla.

Pero claro, que una revista australiana use Godzilla en un titular es una cosa y otra que se convierta en apodo. Y eso el R32 se lo iba a ganar de forma soberbia.

En 1990, Nissan lanzó el GT-R NISMO, más ligero y fabricando 560 unidades para poder homologar el GT-R para las carreras del Grupo A, que exigían un mínimo de 500 unidades. El GT-R NISMO de calle permitió a Nissan homologar piezas específicamente creadas para la competición.

Un viejo truco que a lo largo de la historia nos dio coches como los Sierra y Escort RS Cosworth, los Mercedes-Benz 190 EVO I y II o la saga de los Lancia Delta HF Integrale.

Godzilla, diezmando a todo aquel que se ponga por delante

Rápidamente, el GT-R se convirtió en el modelo dominante en las carreras del Grupo A. Como recuerdan en EVO, los GT-R ganaron todas las carreras del Campeonato Japonés de Turismos en las que participaron (un total de 29 carreras). El GT-R ganó, además, las 24 Horas de Spa de 1991.

En 1992, Luis Pérez-Sala compite en el Campeonato de España de Turismos al volante de un GT-R R32. En 1993, se hace con el título de campeón al volante del GT-R. Fue líder en todo el campeonato y lo ganó en el circuito de Calafat a falta de dos pruebas para acabar el campeonato. Pero, curiosamente, el GT-R R 32 nunca se vendió en España.

En cambio, en Australia, sí se vendió. Y allí, el GT-R diezmó la competencia en las carreras. Las victorias de los GT-R en Australia, con tres campeonatos de Grupo A consecutivos de 1990 a 1992 y el primer puesto en la mítica Bathurst 1000 en 1991 y 1992, llevaron a la prensa local a usar Godzilla en sus titulares. La imagen del monstruo venido de Japón que arrasa con todo le iba ni que pintado al GT-R.

La dominación casi absoluta del Skyline GT-R en competición era tal que los organizadores de los diferentes campeonatos empezaron a cambiar los reglamentos técnicos para rebajar el nivel de los GT-R y dejar así alguna oportunidad al resto de participantes, de lo contrario se iban a quedar sin escuderías que compitieran.

Un lastre por aquí, una brida por allá o directamente la prohibición de la tracción integral en competición, son algunas de las trabas y obligaciones técnicas idedas. Al final, entre la dominación del GT-R y la escalada en potencia y costes de las marcas con máquinas cada vez más potentes, sofisticadas y caras para poder atrapar al GT-R, la FIA terminó cerrando el grupo A del campeonato de los turismos y velocidad.

Las consecuencias de la dominación de Godzilla

Luis Perez Sala al volante del Nissan Skyline GT-R R32 en el circuito urbano de Alcañiz.

En 1992, la FIA ideó la categoría de los Superturismos, una categoría reservada para coches de cuatro o cinco puertas con motores atmosféricos de un máximo de 2.0 litros y 300 CV. Unos coches que, derivados de la serie, debían ser fabricados como mínimo a un ritmo de 20.000 unidades al año.

Eran descaradamente coches en las antípodas de los Skyline GT-R, BMW M3 E30, Ford Escort RS Cosworth y demás Opel Calibra Turbo, todos coupés, fabricados en pequeñas series y, muchos de ellos, con tracción integral.

Pero eso no significó el fin del Nissan Skyline GT-R. Al igual que el Godzilla del cine, hubo secuelas, los R33 y R34, ganando el R33 los títulos de JGTC de 1995 y 1998.

Incluso experimentó un reboot, con la llegada del Nissan GT-R R35, está vez sin el nombre Skyline, en 2007; el primer modelo de la saga diseñado para ser un coche global y ser vendido más allá de Japón, Australia y Reino Unido.

Nissan GT-R R35, el reboot de Godzilla por parte de Nissan.

Y de cierto modo, como Godzilla, el R35 se convirtió a su llegada en un matagigantes. Ofrecía mejores prestaciones y era tan generoso en sensaciones como los gigantes de la época, como el Ferrari 430 Scuderia o el Porsche 911 GT2, y para colmo costaba más o menos la mitad que esos nobles coches.

Hoy, en 2021, el actual modelo lleva ya 14 años en el mercado. Eso es mucho para cualquier coche y definitivamente demasiado para la mayoría de superdeportivos. Pero que nadie se equivoque, Godzilla sigue vivo.

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