Nació como un kit “DIY” para las Volkswagen T2 y acabó convertida en una de las campers más extrañas, adelantadas y buscadas del retrofuturismo
Hay campers que envejecen bien y campers que, directamente, parecen recién llegadas del futuro… aunque las hayan construido hace mucho tiempo. La Volkswagen Phoenix es de esas: una furgoneta nacida en la década de los 70 que aún hoy parece salida de un póster de ciencia ficción, con líneas imposibles y un truco de feria que hoy sigue funcionando como gancho perfecto: “alas” para ganar espacio.
Porque la Phoenix no era un modelo oficial de Volkswagen. Era un kit pensado para transformar una Volkswagen Type 2 en algo completamente distinto: una microcasa desplegable que se abría y ganaba habitabilidad a lo grande, sin dejar de apoyarse en una mecánica sencilla y reparable.
Una VW T2 “renacida” a base de fibra y geometría
El nombre no iba de postureo: “Phoenix” (fénix) encajaba con la idea de resucitar una Kombi vieja y convertirla en una camper nueva por concepto. El responsable fue Robert Q. Riley, que vendía planos e instrucciones para que cualquiera con maña y ganas se la montase en casa: cultura DIY en estado puro, cuando todavía no la llamábamos así.
De hecho, en la documentación del propio kit aparece el precio de los planos: 15 dólares. Puede parecer anecdótico hoy, pero ajustados a la inflación de mediados de los años 70 equivaldrían a entre 110 y 130 euros actuales, una cifra que resume bien el espíritu del proyecto: accesible, casero y pensado para que cualquiera con tiempo y ganas pudiera lanzarse a construir su propia camper en plena crisis del petróleo.
Y luego está la estética: paneles angulosos, ventanillas casi triangulares y una silueta que rompe con la “caja simpática” típica de muchas campers setenteras. Esa carrocería, hecha en fibra de vidrio, era la clave para conseguir esas formas sin volverse loco con chapa. En parte por eso, cuando ves una Phoenix hoy, no piensas “clásico”: piensas “prototipo”.
Volkswagen Phoenix Camper
El truco que la hizo especial: se abría y se convertía en una tienda rígida enorme
La genialidad de la Phoenix era su sistema de expansión lateral. Cerrada, era una furgoneta compacta; abierta, se convertía en una especie de “tienda rígida” con un ancho aproximado de 3,5 m y espacio para cuatro personas durmiendo. Y no faltaba de nada: el planteamiento contemplaba zona de estar y un mínimo de vida a bordo con fregadero, hornillo/cocina y nevera tipo icebox.
Por dentro, como en casi todo lo DIY, había Phoenix mejor rematadas y Phoenix a medio hacer. De hecho, una de las más citadas en los últimos años se vendió en eBay sin interior terminado, por sólo 3.201 dólares (unos 3.000 euros al cambio) en una subasta que arrancó muy abajo. Y es que el precio no es de una camper lista para viajar, precisamente, sino el de una rareza con potencial.
¿Quedan Phoenix hoy? Sí, pero son muy pocas… y eso afecta a su precio
La gracia es que muchas Phoenix fueron proyectos caseros: no hubo una producción en serie al estilo Westfalia. Así que han sobrevivido pocas, aparecen con cuentagotas y suelen generar mucho ruido en foros y comunidades de fans de Volkswagen.
No hay un precio medio aproximado porque casi nunca hay ventas públicas comparables, y el valor de cada unidad depende de tres cosas: el estado del chasis donante (una T2 puede valer una fortuna por sí sola), lo completa que esté la conversión y la calidad del acabado.
La Phoenix fue una idea adelantada a su tiempo: una camper pequeña por fuera, enorme por dentro… y tan rara que cada vez que aparece una, el mundo camper vuelve a mirar a los 70 con cara de “¿Pero esto que mola tanto qué es?”. Y si quieres verla en acción, ojo: una aparece en ‘Desafío total’ (Total Recall, 1990), la mítica película protagonizada por Arnold Schwarzenegger.
Imágenes | latinyscom, Robert Q. Riley
En Motorpasión | ¿Por qué molan tanto las ocurrencias de los 70? No lo sé, pero lo de llevar una caravana agarrada al techo del coche es pura fantasía
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