Curso de conducción de seguridad de Mercedes AMG: cómo lo vivimos en Montmeló al grito de #yoconduzcoasi (1)

Os debía una crónica de cómo fue este pasado lunes el Curso de conducción de seguridad impartido por profesores del RACE para Mercedes AMG en el Circuit de Catalunya, en el que tres de vosotros tuvisteis la ocasión de tomar parte gracias a un mensajillo de apenas 140 caracteres al grito de #yoconduzcoasi. Hoy vamos a ver cómo se desarolló la actividad, qué hicimos y qué dejamos de hacer.

Atrás quedan las lluvias de las últimas horas y las elevadísimas temperaturas registradas durante la semana pasada. El cielo está despejado y los pronósticos cuentan que durante el día no hará tanto calor en las inmediaciones de Barcelona. Es un buen día para darle unas vueltas al circuito de Montmeló exprimiendo al máximo los Mercedes que nos han preparado, aunque ese será el postre para un menú que empieza con una interesante charla sobre seguridad vial.

Tras ella, vendrán pruebas y más pruebas en pequeños circuitos habilitados en el parking del circuito que meterán en un compromiso nuestras aptitudes al volante: lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que creíamos saber. El repertorio es variado y animado, y comprende desde frenadas de emergencia en diferentes condiciones de adherencia hasta un divertido ocho en una superficie deslizante donde lo milagroso es conseguir que el coche se encamine hacia donde realmente queremos.

El conductor es el factor más importante en la seguridad del automóvil. Una adecuada técnica de conducción puede evitar una gran parte de accidentes o minimizar los riesgos en situaciones difíciles. El objetivo de este curso es aumentar la seguridad. Recuerde que todos los elementos de seguridad que podamos incorporar a un automóvil sólo son una ayuda. El factor decisivo es usted.

Con estas palabras comienza el programa escrito del Curso de conducción de seguridad, y a partir de ahí Eduardo Navas, director de la Escuela RACE, nos explica que desde 1994 imparten formación para ayudar a los conductores a valorar si realmente vale la pena correr en carretera. Su objetivo no es amendrentar al personal, ni tan siquiera juzgar a nadie. Él va por otro lado.

Sus objetivos son conducir sin tensiones, no transmitir las emociones al vehículo, mantener un elevado nivel de concentración, mejorando el tiempo de respuesta del conductor, desarrollar el sentido de la anticipación ampliando el campo visual, conocer nuestras propias limitaciones, siendo realistas, y realizar los gestos de control con suavidad, mediante el perfeccionamiento de los movimientos.

Y esto, que parece un rollo, no lo es, y además me suena al dedillo. Sigo las palabras de Navas y reparo en las pocas diferencias que existen entre lo que él imparte y lo que he impartido yo en clase tantas veces al hablar sobre seguridad vial. Coincidimos incluso en algunos ejemplos y en el uso de algunos vídeos. Resulta curioso ver las que tenía por palabras mías en otro profesional del ramo.

El vehículo como un cuerpo de tonelada y media, el conductor como responsable de ese vehículo, la dinámica del vehículo, las ayudas electrónicas, los límites que marca la Física (inapelable), la necesidad de dejar fuera del vehículo nuestras preocupaciones porque dentro del coche nuestra labor es la de conducir y ninguna otra. Y así durante un ratito.

Y salimos a pista. Trabajaremos por parejas. Me quedo con David Pereiro, uno de los ganadores del concurso #yoconduzcoasi que se ha pegado una panzada kilométrica para llegar hasta Montmeló. Por otro lado se van David Llorente y Javier Caravaca, los otros dos ganadores. Los tres están que se les escapa la sonrisa quieran o no quieran, y yo me alegro por ellos, porque se les ve buena gente.

David Llorente, David Pereiro, Josep Camós y Javier Caravaca ▪ Foto: Javier Vicente

Frenada y esquiva por sorpresa

Empezamos la que para nosotros será la primera actividad. Nos acompaña Manolo, un monitor con cierta solera que mientras nos lleva hacia la pista que han preparado para el ejercicio nos va contando algunos vicios sobre el volante que no quiere ver ni en pintura: básicamente coger el volante por el interior del aro, a lo furgonetero, y hacer de fregaplatos con él. Ningún problema, jefe.

Vamos a coger un Mercedes S 400 Hybrid y lo vamos a acelerar hasta sesenta y tantos kilómetros por hora antes de pasar por unas células fotoeléctricas que activarán el circuito que decide aleatoriamente por qué lado de los conos deberemos hacer la esquiva. Entonces frenaremos a fondo y giraremos hacia el carril donde el semáforo se haya puesto en verde. Si pasamos en rojo no perderemos 4 puntos del permiso de conducir, desde luego, pero no habremos hecho bien el ejercicio.

Comienza David, mientras Manolo le va indicado por el walkie-talkie cuáles son sus principales errores. Una pasada y otra y otra más. Poco a poco va alcanzando mayores velocidades y lo clava mejor, aunque hay un poco de todo. Manolo es firme cuando explica las cosas. Si lo haces bien, vale; pero como no lo hagas como él te dice… te regaña. De buen rollo, pero te regaña.

Me toca. Cojo el S 400 y me ajusto todo lo ajustable. El nivel de confort del vehículo es espectacular, aunque no va demasiado conmigo. Casi da penica meter un tanque como este en un festival de frenazos. En fin, allá voy. Doy gas… y le cuesta un poco moverse, la verdad. En fin, la primera pasada la hago a ritmo de paseo. El coche que es algo remolón, y yo que soy un abuelete… empezamos bien.

Vale, le doy más en serio. La primera es larguísima, y me da la impresión de que es ahí donde falla la cosa. Es igual, me concentro en el ejercicio. Frenar a la altura de las células, mirar al semáforo, girar en consecuencia. Lo he entendido bien, ¿verdad? Que sí, pesao, que sí. Llego al lugar algo lento, pero bien, frenazo… y volante. Creo que no lo he hecho mal del todo…

Pues sí. Lo he hecho mal. Manolo me alerta por la emisora de que debo frenar primero y girar después. Que no me esté tan pendiente del semáforo, en definitiva. Y aquí intuyo lo que pasa. Sé tanto lo que hay que hacer… que me anticipo. No estoy realizando una frenada de emergencia de verdad. De hecho, ni siquiera me actúa el BAS. O sea, que estoy frenando porque sé que hay que frenar.

Moraleja: Al hacer una frenada con esquiva, no hay que pensar demasiado las cosas.

Cambio de carril sin comerse los conos

Cambiamos de pista y de monitor. Vamos ahora con un Mercedes C 250 CDI con carrocería familiar. El reto consiste en entrar rápido por un carril delimitado por conos y en un momento dado dar un golpe de volante para cambiar la trayectoria, avanzar un poco más y volver a girar de vuelta al carril inicial. Lo que viene siendo sortear una doble fila de cualquier ciudad, pero a toda leche y entre conos. De pizzero, vamos.

Vuelve a conducir primero David mientras yo le observo desde fuera. Entre nosotros, le voy a ceder el turno en cada ocasión durante toda la jornada, en parte porque quiero que lo disfrute y en parte porque tengo que sacar fotos para publicar. Que aunque no lo parezca yo estoy aquí por trabajo. Bueno, y para aprender y pasármelo bien, también.

Mientras hago fotos, David se ha empeñado en llevarse un cono que no le ha hecho nada, pero es que el chaval le mete demasiada caña al acelerador y luego le sobra velocidad, más que faltarle giro. Viéndole ya me temo lo peor cuando me toque a mí ponerme a los mandos de este pedazo de bicho.

Allá voy. Le doy al pedal y este sí que acelera, así que me conviene retirar el pie con cariño al llegar al punto clave, giro y contragiro con agilidad, salgo sin problemas y hago la frenada final, pero el monitor me advierte por radio de que mi gesto con las manos no es correcto. ¿Perdón?

No quiere que haga un movimiento de tracción y empuje sino sólo de empuje. Pues lo llevamos claro, porque tengo muy interiorizado lo de girar traccionando primero; es más, suerte que aprendí a hacerlo. También me dice que agarre el volante de más abajo, y eso que llevo las manos enfrentadas y en su sitio. Me quedo un poco con la mosca tras la oreja, aunque luego se me pasa comentarlo con él.

Lo cierto es que la prueba tiene la única dificultad de saber dar gas y quitar gas con un poco de precisión. Y la velocidad a la que se realiza la prueba, claro. En ese sentido, vuelvo a ser algo lento, pero a estas alturas de la vida yo ya sé que tiro hacia ese extremo y, la verdad, poco me preocupa. Por cierto, para todos los temores que llevaba encima, al final no me he llevado ningún cono por delante.

Moraleja: En estas situaciones, conviene tener agilidad en las manos y buen tacto de pedales.

Conducción off-road con todoterreno autosuficiente

Vamos a por la siguiente prueba del día. Nos llevan hacia un circuito de off-road que hay fuera del (valga la redundancia) circuito de Montmeló. Una vez allí, el monitor nos eleva el vehículo de manera que nos advierte que tengamos cuidado al bajar o nos pegaremos un susto. Y ha hecho bien avisándonos, porque impresiona ver a esa bestia izada para salvar los bajos.

El coche es un Mercedes ML 350 Bluetec, un todoterreno que visto desde fuera uno identificaría con un coche para ir a recoger niños al colegio. Y sí, quizá sirva para eso también, pero por mucha pena que nos dé, nuestro guía se ha empeñado en meterlo en unos agujeros en los que quepo yo, que ya es caber, y quiere que lo hagamos nosotros también.

¡Glups! Aquí la cosa ya se pone chunga. Hasta ahora, si fallábamos, todo lo más que podía pasar era que nos lleváramos un cono o uno de esos muretes de mentira que nos ponían donde las frenadas de emergencia. Pero, amigo, ahora nos enfrentamos… a la Madre Naturaleza. Bueno, vale, es un terruño cutre (con perdón para los vecinos de la zona, pero no es la selva tropical) aunque, quieras que no, los baches son de órdago.

Claro, que la cosa cambia cuando vemos que el coche tiene todos los ajustes automáticos del mundo. Y nos cuentan también que el vuelco se produce a partir de 45º, así que ahora, que estamos inclinados unos 28º según muestra la pantallita… nada. Aunque parezca que nos vamos a caer, es todo simple ilusión. Pues nada, allá va David. Y allá vuelve. La vuelta es cortita pero intensa.

Hay un primer descenso con tres boquetes en los que el coche se queda a tres ruedas, luego viene un giro a izquierdas por donde el coche se inclina… pues eso, a unos 28º o 30º, depende de cómo lo pilles; después un trocito llano, otra bajada y finalmente una subida bastante guapa en la que el monitor nos invita a detenernos para que veamos cómo funciona el asistente de salidas en pendiente.

Esta prueba me parece algo extraña en el curso. No guarda relación con las demás y, además, en este caso tengo la impresión de que el coche por sí mismo lo hace casi todo. Entre el asistente de descensos, el asistente de pendientes y el asistente a la asistencia… no sé, no me convence. Lo comentaré luego, en la encuesta final que nos pasen. Vamos a por la siguiente.

Moraleja: Llegará un día en que los coches conducirán solos. Oh, wait…

Frenada de emergencia sobre calzada mojada

Y en la siguiente, se trata de frenar, pero sobre un tramo de calzada mojada. En principio, según veo en el programa del Curso, la idea es que la frenada sea asimétrica pero, por lo que veo, aquí en Montmeló va a ser una frenada de emergencia convencional sobre superficie deslizante.

Aquí, la cosa está en entrar a una velocidad inferior a 49 km/h si no queremos chocar contra la cortina que nos han puesto, y debemos calcular la velocidad a ojo de buen cubero. ¿Y eso? ¿Acaso el Mercedes CLS 350 que llevamos no nos muestra la velocidad? Pues no. Alguien nos ha puesto un papelito con el logo de la estrella sobre el velocímetro y otro sobre el tacómetro. A ciegas.

David lo lleva bien. Ya son tantas monerías las que llevamos hechas durante estas horas, que ya le tiene el truco cogido a los coches. Pasa una y otra vez sin mayores dificultades, sólo ajustando la velocidad. Ahora se queda demasiado lento, ahora pasa demasiado rápido. Un display nos indica la velocidad de paso por las células fotoeléctricas, sólo cuando comienza la frenada de emergencia.

Cuando me toca el turno, comienzo fiel a mi estilo – es decir, algo lento – y luego ya me voy animando. Calcular la velocidad en medio de la nada, en mitad de una zona abierta con solo unos conos, es difícil ya que no tenemos referencias como cuando, por ejemplo, circulamos por la calle. En ciudad, suelo saber si voy a 30 a 40 km/h (más o menos). Aquí no me es tan sencillo.

Aún así, me defiendo. Paso a 31, a 46, a 45… a 51. Y me como la cortina, claro. Vuelvo a pasar a 46. La verdad es que acelerando y frenando una y otra vez tengo esa sensación de que las pruebas comienzan a ser repetitivas, aunque no por ello poco interesantes, al contrario. Evidentemente aquí el coche se va que es un gusto. Quien sobre mojado deja nulas distancias de seguridad es porque nunca ha tenido que frenar en serio. Y en el mundo real™, la cortina es un camión, una moto o un peatón.

Por cierto, que no he hecho alusión a los neumáticos. En el curso los aportaba Michelin, estaban en buen estado – salvo los del ML, que eran Continental y parecían algo vividos ya – y menos mal, porque cualquiera de estas perrerías con unos neumáticos Nisupu o con la marca más puntera pero a una presión de inflado o con un dibujo lamentable… y no habría sido posible hacer nada de nada.

Moraleja: Si llueve, es mejor aumentar el doble la distancia con el de delante. Por si acaso.

 

Lo dejamos por ahora, pero aún nos queda lo mejor. Llevaremos un Mercedes SL 350 por una pista deslizante, haremos un circuito donde lo raro es ir recto, realizaremos un examen final con una mezcla de todas las pruebas a bordo de un Mercedes C 63 AMG y al final, para celebrarlo, le daremos unas cuantas pasadas al Circuit de Catalunya con todos los coches que pillemos, que no son pocos.

Continuará… Continúa aquí.

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