Subaru Impreza WRX STI, prueba (parte 2)

Ya conocemos todos los detalles que diferencian a esta versión STI del Impreza normal, así que llega el mejor momento, pulsar el botón de arranque situado a la izquierda del volante y empezar a disfrutar…

Tras acceder al coche sin tener que sacar ninguna llave del bolsillo (lleva un sistema de apertura por cercanía), pulso el botón de arranque. Las agujas suben hasta el límite para hacer el chequeo de que todo en el coche está OK, pero el coche no se pone en marcha. Antes hay que pisar el embrague.

En cuanto el motor bóxer se pone en marcha el habitáculo se llena con un sonido suave y ronco al mismo tiempo, un ruido que no sobresale más que en otros coches normales. Se trata de un sonido discreto, que mantiene su discreción incluso cuando engranamos la primera y empezamos a andar.

La primera sensación que me dio el Impreza WRX STI fue un poco decepcionante. Con el primer zapatazo al acelerador, y ya con el motor con temperatura, parecía que los 300 caballos estaban dormidos en el establo. Fue un pisotón rápido y corto, de esos que con otros coches de semejante caballería sales catapultado hacia delante de forma inmediata.

¿Por qué ocurrió esto? La respuesta es sencilla. El Impreza WRX STI tiene entre ambos asientos un mando giratorio que permite elegir entre tres posiciones. Es el SI-Drive y es uno de los mandos más importantes del coche.

Cuando pones en marcha el motor, el coche automáticamente se sitúa en la posición “inteligente”. En ella, la respuesta del motor es suave y refinada, nada tiene que ver con el aspecto y el concepto de este coche con 300 caballos. Sólo pisando a fondo el acelerador durante bastante tiempo obtendrás una respuesta que te pegue un poco al asiento.

Es el modo perfecto para moverse por ciudad y autopista en conducción normal, conducción relajada y buscando la suavidad y los consumos “bajos”. Así lo pude comprobar durante los dos primeros días, en los que básicamente usé el coche por ciudad.

El Impreza WRX STI pasa desapercibido para la mayoría, y solo despertará la mirada de los que no sienten especial atracción por los coches por detalles como la entrada de aire sobre el capó o el alerón trasero.

Pero lo cierto es que los que saben algo de coches rápidamente lo reconocerán, y así despierta miradas a su paso, pocas pero las justas para saber que están reconociendo la máquina que lleva dentro.

Es un coche completamente válido para usarlo en el día a día, ya que es bastante cómodo. La visibilidad de los espejos, más propios de un monovolumen o todoterreno que de un coche deportivo te permiten tener controlado todo lo que pasa a tu alrededor y suplen bien la falta de visibilidad del cristal trasero.

Eso sí, si te planteas usarlo como coche para ir a trabajar vete preparando dinero, ya que los consumos en tráfico urbano difícilmente bajarán de los 16 l/100 km. El motor en el modo “inteligente” del SI-DrIve es bastante perezoso en la parte baja del cuentarevoluciones, por lo que hay que pisarle bastante y tirar bien del embrague en cada semáforo, de forma que los consumos se ven penalizados inevitablemente.

Viendo los consumos que me estaba haciendo el Impreza por ciudad, no quería ni pensar en los 600 kilómetros de ida y los 600 de vuelta por autovía que me quedaban por delante entre Madrid y Vigo, pero no me quedaba otra y me puse en marcha. Por autovía, los 2.5 litros del motor bóxer y los 300 caballos de potencia permiten rodar en el límite de la velocidad legal sin apenas esfuerzo.

Además desde las 2.500 revoluciones disponemos de mucho par, el suficiente para pasar de segunda a cuarta y de cuarta a sexta sin tener que tocar la tercera y la quinta, gracias a una caja de cambios con relaciones muy cortas. Los movimientos de la palanca son rápidos y precisos.

Rodando por autopista el confort interior es muy alto, y poco tiene que envidiar a un compacto normal estilo Golf o Audi A3 por poner dos ejemplos. Las suspensiones, aunque son bastante duras, absorben los baches bastante bien, y no castigan en exceso la espalda de los ocupantes. Además el motor no hace demasiado ruido, así que no llegaremos a destino con dolor de cabeza.

La posición de conducción, el ambiente que envuelve el interior y ver la entrada de aire del capó desde el asiento del conductor incitan a pisarle y ver de lo que es capaz el Impreza. Pronto puedes superar con creces los 120 kilómetros por hora de velocidad punta sin apenas darte cuenta, salvo por los consumos, que difícilmente bajarán de los 13,5 litros a los 100.

La estabilidad en curvas amplias también invita a tener el pie derecho pesado, ya que el coche se mantiene siempre impasible como si rodase sobre raíles. Se nota que el reparto de pesos y la arquitectura roza la perfección, gracias principalmente al uso del motor bóxer.

Tanto invita a pisarle el Impreza, que durante el viaje por autovía me cogió un radar móvil a 162 kilómetros por hora. Dos puntos menos y una multa bastante considerable, pero no me iba a poner a explicarle al Guardia Civil que ir a 162 en un Impreza de 300 caballos es ir casi a punta de gas…

Mañana más…

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