Camiones y autobuses versus coches: una guerra constante con posible solución

Cuando diferentes tipos de vehículos deben compartir una misma vía surgen rivalidades desde el primer momento, y no sólo hablo de coches. Sí, con los coches es más popular el enfrentamiento con motos, bicicletas (del que ya hablamos), camiones, autobuses y peatones. Pero piénsalo, también existe rivalidad entre esquís y snowboard, patines y bicicletas, bicicletas y caballos, bicicletas, caballos y senderistas… La lista es larga.

Pero aquí hablamos de coches y hoy toca hablar de ese continuo enfrentamiento entre camiones y autobuses frente a coches. ¿Es una batalla perdida o existe una solución? Pienso que sí es posible, que como dicen por ahí “dos no discuten si uno no quiere” y que, si por ambas partes existiese algo de comprensión, este artículo carecería de sentido. Vamos allá.

Para empezar vaya por delante que no hablo de oído, sumo cientos de miles de kilómetros en el contador al volante de diferentes coches, pero también he tenido oportunidad de estar detrás de la rosca con un cacharro de más de diez metros de largo. He sufrido un montón de situaciones que desde el coche no era consciente de que pudiesen suceder y ahí está el principal problema, al desplazarnos somos egoístas y no pensamos en los demás. Pero de eso hablamos luego.

Esos malditos camiones y autobuses

Me da igual si son camiones, autobuses o autocares, vehículos grandes y pesados que, por concepto, tienen limitaciones dinámicas claras (los llamaremos camiones para generalizar). Sí, hablo de esos que se meten en las rotondas despacito por la derecha a sabiendas de que no les da tiempo y, si te toca frenar porque ellos ya están entrando, te aguantas. Los mismos que van derramando gasoil a chorros por las rotondas y curvas que luego pisa un motorista y se va al suelo.

Esos malnacidos que se paran en mitad de una calle estrecha durante más de cinco minutos y ni siquiera te dejan ver lo que pasa delante. O resulta que se tiran diez minutos maniobrando y cortan la calle durante todo ese tiempo porque el tío no es capaz de darse cuenta de que no tiene hueco para realizar el giro o de que necesita cuarenta maniobras para poder hacerlo.

¿Y qué me dices de los que salen en una incorporación a dos por hora? Te toca clavar frenos o cambiarte de carril porque al señorito se le antoja incorporarse a la autovía a 40 km/h. O esos que van subiendo un puerto de montaña a rebufo de otro camión y no dejan hueco para adelantar. O peor, los que se ponen a adelantar en autovía a otro camión que circula a medio kilómetro por hora menos y tarda media vida en realizar el adelantamiento.

Buah, no olvides las piedras que escupen, los golpes de viento que te pegan y lo pesados que resultan cuando hay una zona de atasco o semáforos. Bueno, y no hablemos si nos encontramos uno de frente en una zona de montaña estrecha y revirada. Si es en recta, seguro que invade nuestro carril o apura el suyo al máximo, pero en curva olvídate, lo más normal es que se meta en tu territorio y tengas hasta que pararte para que realice el giro.

Esos malditos coches

Sí, esos malditos coches, coches rápidos, lentos, pequeños, grandes, SUV o tipo monovolumen. Esos que ven que intentas salir en una rotonda poniendo en marcha el enorme tonelaje que llevas y aceleran para no dejarte pasar o, cuando tú ya tienes medio camión dentro, ellos se pegan a ti para darte un intenso pitido. Esos mismos que trazan las rotondas como les da la gana y te obligan a frenar, con lo poco que le gustan al camión las improvisaciones y maniobras bruscas y lo que luego va a costar volver a lanzarlo.

Esos malnacidos que aparcan como quieren en las calles estrechas y te hacen sudar tinta para no golpearlos al pasar, que a veces incluso toca pararse colapsando la calle porque no hay forma de pasar y encima los de detrás se ponen a pitar de forma histérica. O los que aparcan en las esquinas y pegados a los vados aunque esté prohibido haciendo casi imposibles las maniobras.

¿Y qué me dices de los que tienen el carril izquierdo vacío y no te dejan incorporarte a la autovía? España está llena de abonados al carril izquierdo pero en las cercanías de las incorporaciones este carril parece terreno vedado. ¿Y los nerviosos que se pegan al culo del camión (y los pierdes de vista) mientras estás realizando un adelantamiento? Luego te pasan, te pitan y hasta te insultan.

Buah, y lo cansinos que resultan en los atascos, que tú vas acelerando despacito para evitar tener que parar y volver a ponerte en marcha y ellos no hacen más que colarse delante para intentar ganar puestos (que nunca acaban ganando) para finalmente hacerte parar. Y mejor no hablemos de los que van por una carretera estrecha y creen que su coche mide un metro y medio más de ancho por la derecha y ocupan más que tú con un camión el doble de ancho. Esos son los que luego cuando adelantan a una bicicleta las peinan con el retrovisor, resulta que su coche al lado de la bici encoge por el lado derecho.

¿Existe solución?

Sí y no. La solución existe, pero exige que todos y cada uno de nosotros se ponga en la piel del otro. Tanto coches como camiones y autobuses tienen culpa en estas situaciones mencionadas y muchas más, pero unos más que otros. A decir verdad somos más culpables los conductores de coches que los de camiones (también hay más coches que vehículos pesados) y es por un doble motivo: egoísmo y desconocimiento.

Egoísmo porque cuando nos ponemos al volante, por norma general, hacemos todo bien, siempre llevamos razón, nos cuesta ceder ante los demás e incluso a veces hasta somos los mejores. Es muy infantil, pero sucede hasta en personas bondadosas y generosas, creo que ni Sor Citroën se libra de alguno de estos pecados.

Y desconocimiento porque pocos son los conductores de coches que han conducido un camión o autobús y ni se plantean lo complicadas que pueden resultar las maniobras más sencillas. No pensamos que por esa calle donde aparco en la esquina y pasan los coches perfectamente, también debe girar un camión de once metros de largo.

Tampoco pensamos que con vehículos pesados sólo el hecho de arrancar desde parado supone un esfuerzo, no es meter primera y tirar millas, para salir de parado y cruzar una rotonda con un camión a plena carga a lo mejor llegas a engranar hasta cinco velocidades. Y no, si el cambio es manual no es como el de los coches, es infinitamente más lento.

No pensamos que aceleran muy lentamente y que, desde que asoman el morro en un cruce o rotonda hasta que entran por completo, da tiempo de sobra a que lleguemos nosotros desde un punto en el que no se nos veía y nos entorpezca nuestra fluida circulación. Tampoco pensamos lo complicado que resulta adelantar a otro camión, ni lo crispante que es ir tras uno un poco más lento que tú. Por un lado porque sabes que puedes ir más deprisa, por otro porque te obliga a ir regulando el gas y, sin ese camión delante puedes ir a fondo dejando que el limitador actúe o con el control de crucero (si tiene) activado.

Seguro que tampoco nos hemos parado a pensar que circular por carreteras estrechas pisando el final del asfalto con las ruedas del lado derecho constantemente no resulta fácil. Ni las inercias que tiene un camión cuando se enfrenta a una curva, ni lo que cuesta frenarlo, ni lo fácil que puede resultar tener un accidente al mínimo despiste. Ojo, tampoco pensamos en la que nos puede liar si nos toca aunque sólo sea de refilón. Hay muchas situaciones en las que un vehículo pesado puede dejar muy, muy dañado a un turismo sin que el conductor del camión o autobús llegue a ser consciente del destrozo.

Esto parece una reprimenda de un camionero frustrado frente a conductores de coches, pero visto desde los dos bandos y de forma objetiva, egoísmo y desconocimiento son las causas principales. La solución al egoísmo está en cada uno de nosotros. La solución al desconocimiento es cara, pero creo que cambiaría drásticamente la forma de pensar de muchos conductores de coche y su actitud frente a los vehículos pesados: conducir uno.

Si todos los conductores de coche condujesen en diferentes circunstancias un vehículo pesado serían conscientes de sus limitaciones y, al volante de sus coches, practicarían una conducción más comprensiva y generosa. Ya, pero es caro, bajemos de los mundos de Yupi y centrémonos en lo de evitar el egoísmo, sabiendo el por qué o sin saberlo, que esto es más barato.

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