La remodelación de la Puerta del Sol en Madrid fue polémica. Hablamos de una plaza de 12.000 m², de asfalto, en la que es imposible estar en verano. Un lavado de cara reverdecido del kilómetro cero de Madrid habría sido la solución para disminuir un poco ese efecto llamado islas de calor del que tanto saben los habitantes y turistas que pasean por la capital.
Nada más lejos de la realidad: el cemento es el invitado de honor. Y en vez de árboles, el Ayuntamiento ha decidido volver a esos toldos que se instalaron entre 1957 y 1962 por Juan Rivera, Lucio del Valle y José Morer. Incluso antes, a principios del siglo XIX, ya se veían toldos en la madrileña plaza. Pero van a costar más de lo previsto, porque no han caído en el viento.
Un parche para un problema mayor
Tras más de un año de obras, el Ayuntamiento terminó la sonada reforma de la Puerta del Sol. Se diseñó como un lugar de paso en el que es insostenible pararse en los meses de calor, que cada vez se adelantan más: no hay ni una sombra. Este diseño urbanístico, sin árboles ni bancos suele favorecer el consumo en los locales, algo muy de Madrid.
Ahora el Consistorio se ha dado cuenta de que quizá plantar algunos árboles le hubiera salido más barato que la actual solución: poner toldos. El proyecto ha sido adjudicado a Carpas Zaragoza, abarca una superficie total de 2.700 m² de sombra y se llevará a cabo mediante la instalación de 26 lonas textiles en tonos claros (blanco, beige o gris). Estas lonas estarán sostenidas por mástiles de acero inoxidable y ofrecerán un diseño "moderno y funcional, pensado para maximizar la comodidad de los visitantes durante los meses más cálidos del año", dice la empresa.
Ha costado un millón y medio de euros; un presupuesto que se ha visto incrementado porque no se había previsto que el viento podría dañarlos, así que han tenido que añadir mástiles de acero inoxidable anclados en los bancos de granito, los cuales han tenido que mandar a Galicia para ser agujereados. Se espera que a finales de este mes la Puerta del Sol, a falta de vegetación, vuelva a tener toldos.
Algo que no hará desaparecer el efecto isla de calor urbana, y que Madrid experimenta con más frecuencia que otras ciudades como El Cairo o incluso Bombay. Esto es así por la dificultad de disipar el calor en los centros urbanos debido a las superficies, como el asfalto o el hormigón, que abundan en relación a la poca vegetación.
Este tipo de superficies absorben la radiación solar durante el día y desprenden el calor por la noche. Lo que supone que cueste mucho bajar la temperatura de madrugada. Los árboles contrarrestan este efecto, pero ciertas políticas desincentivan su expansión. Hace un año el Gobierno regional puso en marcha una ley que amplía los supuestos de tala y rebaja las obligaciones de reposición, de modo que los árboles pueden ser talados a cambio de dinero y no de replantaciones.