Todo eso que haces dentro de un coche y crees que nadie ve

Días atrás estuvimos repasando algunas multas que no dudamos en calificar de idiotas, y pronto vimos que también hay actos idiotas que derivan en multas o que, sin llegar a idiotas, son acciones que no acaban de cuadrar con lo que supone conducir un coche. Hoy vamos a abordar precisamente todo eso que hacemos dentro del coche cuando creemos que nadie nos ve.

Estas acciones, algunas divertidas y otras peligrosas, son consecuencia del aislamiento que nos proporciona el habitáculo y que nos lleva a pensar, de forma no consciente por lo general, que nos encontramos a salvo de los demás dentro de esa burbuja transparente que conforman las lunas del vehículo. Entonces, una vez refugiados dentro de esa burbuja, hacemos cosas como estas:

Montar un concierto y vivirlo con total intensidad

¿Para qué está la música en nuestras vidas si no es para disfrutarla al máximo? Para ciertos conductores, tararear es de cobardes; y silbar, de jilgueros. Donde esté la máxima entrega ante un micrófono imaginario, que se quite todo lo demás. Y si podemos seguir el ritmo golpeando nuestras dedobaquetas sobre el aro del volante, tanto mejor. La guitarra, por supuesto, es de aire; y los teclados se encuentran repartidos por el salpicadero del vehículo.

Bien pensado, estos conductores tendrían que cobrar por cada viaje compartido. Un viaje, una experiencia única digna de ser contada por nuestros compañeros de Hipersonica.

Realizar prospecciones petrolíferas y de fracking

Como dijo el gran sabio Luis Piedrahita, los mocos son infinitos. ¿Qué mejor motivación para el conductor aburrido que proporcionarle un entretenimiento alimenticio que, además, no se acaba nunca? No nos extrañe, en semejantes circunstancias, encontrar en la carretera a verdaderos maestros de la obra de perforación nasal con artes digitales. Saben lo que hacen y lo disfrutan. Y si nuestra mirada indiscreta pilla a estos artistas en plena pasión, saben disimular el gesto con celeridad.

Como si se tratara de unos conocidos expertos en la técnica de llevar pizzas a domicilio, en el caso de los prospectores el secreto está en la masa.

Poner fin a tantos años de procrastinación lectora devorando el Quijote

Como dirían en Papel en Blanco, leer es una de esas aficiones que resultan altamente gratificantes (para saber si es vuestro caso, este sencillo test). Podemos vivir experiencias, disfrutar con aventuras, temblar de miedo o cualquier otra circunstancia que se nos pueda ocurrir. El problema viene cuando plantamos el material de lectura sobre el volante y vamos hojeando el libro mientras ojeamos la carretera. Para experiencia y aventura, la que nos puede deparar el castañazo al que nos arriesgamos. De miedo, ciertamente. Al Quijote le pasó y acabó volteado por los gigantes que creía que eran molinos. ¿O era al revés?

Aunque vayamos mirando la carretera, si nuestro cerebro está metido en otras historias, dejaremos de apreciar lo que tenemos ante nosotros. Y lo que se diga en sentido contrario son cuentos.

Hoy, en 'Pescadilla en la cocina'...

Comer y beber son necesidades del organismo. Mear y cagar, también, y sin embargo esto último no lo solemos hacer dentro del coche, aunque los hay que experimentan estas reacciones fisiológicas de manera involuntaria cuando viajan como acompañantes y ven lo que sus conductores son capaces de hacer mientras conducen. ¿Un filet mignon acompañado de una buena guarnición y regado todo con un buen vino de la tierra? Por supuesto, ahora que nadie nos ve... ¡brindemos por la vida!

Los calentones no sólo afectan a la junta de la culata

Siguiendo con el tema de las necesidades fisiológicas, llegamos a los calentones propios de la gente que tiene vida sexual. Masturbarse, realizar felaciones y otros juegos de corte similar forman parte también de esa lista de cosas que más de uno y más de dos realiza a bordo del vehículo, ya sea con este detenido o en marcha, por aquello de hacer el viaje más placentero y que todo acabe con un final feliz. Eso que decíamos, que a veces nos metemos en una burbuja, aquí llega a cotas delirantes, que los delirios de la pasión es lo que tienen: nos llegan a obnubilar.

Por cierto, si detener ciertas prácticas de forma abrupta suele causar en el individuo una reacción manifiestamente adversa, imaginemos lo que puede ser terminar... de golpe.

¿Cuánto me has dicho que quieres de qué?

Ah, la oficina sobre ruedas... ¡qué gran invento! El coche lo mismo sirve para tomar pedidos que para repasar la facturación del mes, los envíos futuros o la evolución de los objetivos trimestrales. Si tuviera fotocopiadora y máquina de café para comentar a su vera el balance de la liga de fútbol, sería perfecto. Pero hasta que llegue ese momento...

Sombra aquí y sombra allá

Otro clásico de los usos extraños que se le da al coche. Maquillarse en marcha es uno de esos actos que hacemos porque nadie nos ve, casi en la misma medida de surrealismo que afeitarse con el vehículo en marcha. Cómo será la cosa, que los de Volkswagen usaron ese argumento para una impactante campaña de concienciación...

Y sí, eso de maquillarse en el coche es ideal. O sea, ideal. Como nadie nos ve...

Pelillos a la mar...

Claro, que lo que se lleva la palma de la higiene corporal mal entendida consiste en depilarse con el coche en marcha. Quizá no sea (esperemos que no sea) algo muy frecuente lo que me contaron de una señora que cobraba por ir en un coche de autoescuela, sentada donde normalmente se sienta un profesor de formación vial, y se dedicaba a depilarse las cejas con unas pinzas mientras el alumno iba por aquí y por allá. Y por lo que parece no, no es una leyenda urbana: la presunta profesora tenía nombre, apellidos... y un montón de vello para depilar.

Y, por supuesto, siempre podría haber sido peor: podría haberse hecho las ingles brasileñas a la cera caliente. Ya puestos...

Ay... ¡Cómo nos queremos!

Y para demostrar al mundo entero vuestro amor, os dais un piquito en cada semáforo, no vaya a ser que se os caduque el tema. De hecho, vais buscando que se os ponga el semáforo en rojo para seguir dándole a la sin hueso. Y si se pone en verde y comienza el pitorreo a vuestro alrededor, lo tenéis muy fácil: esos que os llaman de todo porque no les dejáis continuar con sus tristes vidas son unos amargados que no comprenden lo grande que eso que estáis viviendo desde hace tres semanas, dos días, quince horas, dieciséis minutos y cuatro segundos. Cinco. Seis. Siete. Ocho. ¿Nueve segundos ya? Otro besito, para celebrarlo. Ay... ¡pero qué bonito!

Eh, y más ejemplos que seguro que se nos han pasado por alto. La burbuja del habitáculo es lo que tiene, que invita a hacer cosas a bordo que en principio haríamos en un escenario muy diferente, pero que... mira, total, como nadie nos ve...

En Motorpasión | Multas idiotas: te podrían pasar a ti

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