¿Sirve de algo el Día sin coches?

Vaya por delante que estoy en contra de los “días de”, así, por definición y porque yo lo valgo. En consecuencia, estoy en contra del Día sin coches, no sólo porque me parezca absurdo, que me lo parece, sino porque entiendo que de poco sirve dedicarle una jornada de reflexión al tema si al día siguiente se cumple el postulado básico del teorema de Iglesias.

Leo por ahí que Rivas Vacimadrid celebró ayer su primer Domingo sin coches, que es como lo del Día sin coches que se celebra (lo consulto porque no me acuerdo) en septiembre pero con la disculpa de que se da en un día en que el coche se puede usar más bien poco si no te toca trabajar. Basta con tirarse todo el día en el sofá viendo la tele y… misión cumplida.

Perdóname si eres ripense – sí, no sabía cómo os llamabais los de por allí, pero la Wikipedia me ha sacado de dudas… y me ha tenido entretenido durante un rato, todo sea dicho de paso – ya que esto no es un alegato contra tu municipio ni nada de eso. De hecho, es más que eso, porque lo de celebrar días sin coches afecta más allá de los ríos Jarama y Manzanares.

¿De dónde parte la necesidad de celebrar un día sin coches? ¿De una suerte de conciencia ecologista? ¿De la idea de concienciar al personal sobre la utilización racional del vehículo privado? ¿De la noble intención de potenciar el uso del transporte público? ¿De las ganas que tiene la gente de echarse a la calle en bici y de tocar la guitarra en medio de la calzada?

Movilidad sostenible, ¿movilidad idealizada?

Sí, quizá sea un poco de todo eso, pero las cosas no siempre son tan sencillas. De todas formas, leo que se ha bautizado la jornada como “de ocio saludable” (hola, qué tal) y que para el caso que nos ocupa se trató simplemente de cortar un tramo de una calle al tráfico rodado y legarlo a los peatones para que pudieran celebrar actividades en él. Acabáramos, sólo era eso: hacer peatonal un tramo de calle en domingo, como se hace en tantísimas ciudades. ¿Lo ves, como no tenía nada en contra de tu pueblo?

Tirolina, circuitos de habilidades, educación vial, un puesto del Bicinrivas (servicio municipal de alquiler de bicis del que son socios más de 300 ripenses) y el ‘geocatching’ son algunas de las actividades previstas a desarrollar en la “jornada libre de coches y de preocupaciones”.

Ay, mira, aquí salía lo de “ripenses” y no me había dado cuenta. Y lo del geocatching, que es un juego de pistas de toda la vida pero con nombre cool. En cualquier caso, me llama la atención lo de la “jornada libre de coches y de preocupaciones”, y pienso otra vez en lo del Día sin coches y me da a mí que hay gente que tiene un poquito idealizado esto de la movilidad sostenible. No es que no crea en ella, porque creo, pero no de esta forma. ¿Quitar coches quita preocupaciones? Depende.

Para quitar coches, uno puede hacerlo de dos maneras: por las buenas o por las malas. Las malas incluyen medidas coercitivas del tipo “sángrame a peajes y a dificultades para aparcar, que me va el rollo duro”, y las buenas supone tener en cuenta que la gente accede a la ciudad en vehículo privado a veces porque no se plantean que un coche ocupa un montón de espacio y contamina otro montón, y a veces porque no les queda otro remedio tal y como están las cosas.

Transporte público, ¿transporte eficaz?

A las claras: tenemos una red de transporte público que en muchas zonas de España da vergüenza ajena. Quizá los vehículos sean muy modernos y muy chachis, pero la gran mayoría siguen funcionando bajo los parámetros que se emplearon en la fundación de las líneas que recorren. Ni frecuencias de paso adaptadas a las necesidades de hoy en día ni una adaptación a los recorridos que haga del transporte público una alternativa satisfactoria para quienes afirman que como ir en coche no hay nada.

Y lo más curioso del caso es que quienes tienen la llave para que el transporte público funcione de un modo más ajustado a las necesidades de la gente son los mismos que quienes organizan estas campañas de concienciación para que dejemos aparcado el vehículo privado aun sin tener en muchos casos una alternativa válida para cubrir esas necesidades.

Para colmo de males, tenemos en muchas ciudades unas necesidades de movilidad creadas por la propia evolución de la ciudad. Pongo por ejemplo lo que veo cada día, la consecuencia de que mucha gente huyera de la presión inmobiliaria de una gran ciudad a las sucesivas coronas del extrarradio. Digo yo que en todo ese movimiento migratorio se debió de generar dinero público, pero no sé a cuenta de qué, exactamente, porque para la mejora del transporte público creo que no.

Así que cada día se genera un absurdo movimiento de gente que va a la ciudad a trabajar y gente que sale de la ciudad a trabajar, todos en su respectivo vehículo privado. En los atascos, casi te entran ganas de caminar entre los coches haciendo de celestina laboral:

Mira, tú que eres informático y vienes a trabajar a la ciudad, ahí hay otro informático que va a trabajar justo donde tú vives. ¿Por qué no os intercambiáis las vidas?

Y lo peor del caso es que no les puedo convencer siquiera de que vayan a trabajar en transporte público, porque me dicen que pierden el tiempo miserablemente, no durante el trayecto, que también, sino en la estación de turno, mientras pescan un resfriado tras otro a la espera de un tren o un autobús que no llega a la hora. Al menos, dentro del coche se sienten como que no pierden el tiempo. Y me lo cuentan en medio del atasco, no te lo pierdas.

Como habrás visto, este es un tema que admite más de un punto de vista, y seguramente todos serán incompletos. Resumo mis dudas en una pregunta formulada de buena fe. Dada la situación actual, ¿sirve de algo plantear el Día sin coches como una reivindicación de la movilidad sostenible?

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