Oye, ¿qué parte de "L" no has entendido?

Ya que estamos en confianza, después de todo lo que hemos vivido juntos, me vas a permitir (porque yo lo valgo) que por un día me ponga en modo llorica. Total, el tiempo de los últimos días, con sus lluvias y sus fríos, acompañan para ponernos en modo mimosín, con sofá, mantita y tal.

Hoy voy a hablar de esa fauna que rodea al coche de prácticas, el de la “L” azul, señal V-14 para más señas, y te ruego que al final, en comentarios, de un lado me expliques si me consideras un exagerado (que ya sabemos que lo soy, pero…) y del otro, si llevas una “L” verde en la chepa, esa que se llama V-13, a lo mejor te va bien soltar tus impresiones, tus quejas, tus anécdotas al respecto.

Más barato que un psiquiatra siempre nos va a salir el invento, ¿no? “Win-win“, que le llaman a esto los acólitos de Gates. Yo prefiero llamarlo “mal de muchos”, es decir epidemia, que ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas. ¿Qué te parece? ¿Hablamos hoy sobre el acoso vial a los novatillos?

De entrada, ahí va la nota cool y molona, aunque supongo que no es un secreto precisamente. Lo de la “L” viene de “learning” o de “learner”, como prefieras. Vamos, que el tío o la tía que lleva a cuestas la “L” cual cruz camino del Gólgota (en según qué casos) está contándole al mundo entero alto y claro que se halla en pleno proceso de aprendizaje. Y no de un aprendizaje cualquiera.

Y ahora, la perogrullada. A malas, si uno la lía parda de forma estrepitosa mientras aprende, por poner un ejemplo, a hacer una pizza en el horno… siempre le quedará el pizzero de la esquina, el maddonals del centro comercial o el pambimbo con chopped si no quiere hacer kilómetros para comer. En el coche, un error puede suponer algo más triste que una pizza quemada, y de eso todos somos conscientes.

¿O no?

¿Qué has hecho tú para merecer esto?

Pues no. En más de una ocasión, y de dos y de tres, una “L” blanca sobre fondo azul se convierte en un señuelo para experimentados conductores que a pesar de su enorme experimentación aún no han comprendido qué significa circular ni mucho menos lo complicado que resulta aprender a circular mientras todavía se está chapoteando con un coche entre manos, que no es mucosidad de ave galliforme americana.

Al que va detrás todo eso se la trae al fresco. El de la “L” azul tiene fama de estorbo y como tal es un artefacto que hay que abatir cuanto antes, aunque después de adelantarlo a cuchillo y rascándole su colección de (¿para qué querrá tantos?) retrovisores resulte (oh, epic fail) que su velocidad venía condicionada por una manifestación de tractores con remolque en demanda de mejoras para el sector.

Por ejemplo. Y quitándole al párrafo anterior los retrovisores adicionales, igual se puede cambiar el color azul por el verde.

Otros clásicos básicos son los que tú mismo estás pensando: el semáforo cuya luz cambia de color para ti pero no para el que te sigue, lo que induce a pensar en un curioso daltonismo, la rotonda que según el tipo de atrás es perfectamente abordable por ti aunque tú no lo veas así ni de coña, lo que nos lleva a la idea de la realidad paralela, y el siempre cachondo claxon conectado vía Bluetooth® a la luz verde del semáforo, muy propio de los tiempos de hiperconectividad que nos ha tocado vivir.

Está claro que el antídoto para estas tonterías se llama pasotismo y que el mejor ejercicio consiste en hacer que por una oreja te entre y por la otra te salga. Más te vale. Por si necesitas una motivación adicional, un poco hardcore pero real como la vida misma, recupero para la ocasión un fragmento del libro Cómo evitar un accidente de tráfico, escrito por mi amigo Mikel Bort:


Accidente, embestida lateral, julio, domingo, 12:00 h

Era un domingo de aquellos en los que a todos nos vienen ganas de ir a la playa, pues hacía calor y un sol espléndido. Las carreteras para ir a la costa presentaban una densa circulación. En una intersección regulada por un stop que daba acceso a la N-340, una joven esperaba el momento para cruzar la carretera con seguridad. Detrás había una cola de unos cuantos vehículos y un par de conductores empezaban a impacientarse. Al principio tocaron el claxon; después, el conductor del vehículo que estaba detrás del automóvil de la chica empezó a gesticular como si dijera: «¡Venga, nena, que se nos va a hacer la hora de comer!».

La joven, la pobre conductora, aguantaba estoicamente aquella especie de guerra psicológica. Finalmente, el mismo señor, muy enfadado, sacó medio cuerpo por la ventana y empezó a insultarla. La chica, muy nerviosa, quiso huir de aquella presión y salió a destiempo, cuando tenía un vehículo muy cerca que se aproximaba por la derecha y que inevitablemente la embistió. Por fortuna, el accidente no causó ninguna víctima mortal. La responsabilidad recayó sobre la chica por cruzar una vía sin preferencia de paso justo cuando un vehículo circulaba por allí con preferencia. Pero, ¿no podemos encontrar en este accidente un segundo responsable?

Por cierto, la chica era novel y en la parte trasera de su vehículo llevaba bien visible una gran L.

A ti, que machacas al de la “L”, te hablo ahora

Te tengo muy visto ya. Eres uno de esos… conductores que ya ni recuerdan lo que se siente al aprender a circular, entre otras cosas porque tuviste la mala suerte de que te regalaran el permiso de conducir, para ti el carné, justo en un momento en el que hacía falta vender vehículos en este país. Ese hecho sumado a tu falta de cultura general te convirtieron pronto en un déspota del volante que menosprecia a todo aquel que no esté a tu excelso nivel, un nivel que visto con objetividad es un desastre.

Estoy harto de ti. Te quejas sin razón y sin motivo porque intuyes que tu… ¿contrincante? es un ser inferior. Eres un cobarde. Cuando tienes un tráiler de ganado porcino que no sale del stop ni a la de tres, callas como una pu… erta. Si te toca ir en procesión porque el semáforo se cuelga, te aguantas en silencio. A la que te encuentras atrapado detrás de un coche patrulla que realiza su ronda a menos de 30 km/h no tienes narices de decir esta boca es mía. ¿Y al de la “L” lo machacas?

Me das asco. Ni se te ha pasado por la cabeza pensar que esos chavales y chavalas a los que ves con una “L” en la chepa, ya sea azul o verde (la señal, no la chepa) te están diciendo con esa placa que están mucho más preparados de lo que tú nunca llegarás a soñar. A años luz, vamos. Que llevan bien frescos conocimientos, destrezas y actitudes que a ti te sonarían a chino. Que te pegan mil vueltas en todo lo que se refiere a llevar un coche de A a B sin matarse por el camino.

Que te den. O no, mira: que encima te lo cobren.

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