No diré que la sangre de Cristo es incompatible con el coche, pero...

Me río por no llorar y porque no hubo víctimas físicas, pero lo del cura de Valencia que bebió más de la cuenta, se metió en el coche y se llevó por delante todo lo que pilló es como para reflexionar un poco sobre el alcohol y la conducción, no me dirás que no.

Nada, que cuentan que el pasado lunes el párroco de la iglesia de Santa María de Jesús, en Valencia, hizo lo dicho en la calle Cuenca de la capital del Turia, muy cerquita del cuartel de la Guardia Civil. Por lo visto quería hacerse partida jugando al pinball, porque en su huida chocó contra dos coches, nueve motos, un montón de sillas y mesas de una terraza, una farola y un bordillo. Bonus Extra Ball para el padre Juan y su BMW Compact, claro que sí.

La Policía Local se personó (qué bonito verbo) en el lugar, practicó la prueba del algodón al conductor y este dio 0,58 mg/l en aire, cuando el máximo legal está en 0,25 y la única tasa segura es 0,0 digan lo que digan los alcohólicos acólitos del MYC (Movimiento Yocontrolista Cañí).

Al hombre le impusieron una sanción de 500 leuros y la correspondiente detracción de puntos del permiso de conducir, que supongo que serían los seis que marca la Ley para estos menesteres y, tras notificarle todo esto, lo dejaron ir para que pasara la noche en casa, se le evaporara el soponcio y todas esas cosas.

Total, que ahora mismo debe de haber once conductores, alguien que de noche no verá tres en un burro y alguno que tropezará con un bordillo roto como damnificados de la tropelía del párroco Juan. Bueno, y los de la terraza, que no tendrán dónde servir horchatas, y los que se las querían tomar al fresco, que del susto que se llevaron se van a acordar del padre por los siglos de los siglos. Amén.

Sobre las mesas y las sillas no sé nada más, pero esto me recuerda a algo de lo que hablé no hace ni dos semanas en Circula Seguro: Las terracitas y la seguridad vial. ¿Tendré poderes sobrenaturales adivinatorios y no me he enterado? Ahora que lo pienso, voy a mirar la Primitiva que eché el jueves… y a lo mejor no vuelvo.

Nada. Será mejor que siga con este artículo, que no me ha tocado ni el reintegro.

Me reprimo las ganas de decir que la sangre de Cristo es incompatible con la conducción porque no quiero ofender la sensibilidad de nadie. Bueno, o sí, pero no por motivos de fe, que eso sería cutre hasta para mí. Además, por lo visto aquella noche el cura no venía bebido de misa sino de una cena si creemos a la agencia Atlas, aunque lo único que bebió fue a mediodía si creemos al religioso.

En cualquier caso, pienso que con demasiada frecuencia tendemos a mostrar un cierto carácter voluble en nuestro sentido de la ética al considerar cuáles son nuestros hábitos al volante, que ya se sabe que lo que hace aquel está mal menos cuando lo hago yo. Y eso es así y en España va a misa.

¿Que por qué remarco lo de su condición de cura? Dicen que la mujer del César no sólo debe ser honrada sino parecerlo, y esta es la cruz que debe cargar cualquiera que se dedica no ya sólo a pontificar sino también a moralizar, tal es el peso que compensa el equilibrio de su poder. Por lo tanto, sí y muchas veces sí, en este caso la profesión del implicado es motivo de mención.

Si mañana vamos, un amigo que tengo que es drag queen y yo, y nos zumbamos a medias una botella de Chivas para luego coger nuestros coches (no es sólo que yo vea doble, sino que cada uno lleva el suyo) y lanzarnos por ahí a ver lo que nos llevamos por delante, ambos estaremos cometiendo una imprudencia, una infracción y, según la tasa que demos cuando nos estrellemos, un delito. Pero lo mío será doblemente reprobable, ni que sea por lo que llevo escrito sobre alcohol y conducción.

En fin… de todo hay en la viña del Señor, supongo. Y como hay que escuchar a todas las partes, leo que el Arzobispado de Valencia da todo su apoyo al párroco y explican que la medicación que se está tomando el buen señor, de 59 primaveras, pudo haber influido en su estado al volante. Por su parte, el cura afirma que su último trago lo dio al mediodía, y que luego estuvo bien, dando misa y tal.

Antes de que nadie haga una coña marinera con todo el mundo de posibilidades que abre ante nosotros el vino de misa, me dice mi amigo Paco, que está en el seminario a la espera de ser ordenado, que el vino de la Eucaristía lleva más agua que el Amazonas. Me lo cuenta él, que viene de familia de bodegueros y de esto sabe un rato. Y sí, tengo amigos un poco… especiales. ¿Qué pasa?

En cualquier caso, seguro que hay quien hace como yo y censura por partida doble la manera de hacer del párroco, otro dirá que yo debería prescindir en este artículo de cuál es la profesión del susodicho y centrarme en hablar del alcohol al volante... e incluso habrá quien sostenga que lo suyo es excusable, que no es tan grave y que no hay para tanto.

Vaya, así que no hay para tanto… Si existe un factor de riesgo inherente al conductor que me parece evitable ese es el alcohol. Que yo sepa, a no ser que estés atado a una silla y en manos de unos secuestradores armenios que quieren averiguar como sea dónde has escondido el botín, nadie te obliga a beber hasta perder el sentido. Y menos, si sabes que volverás a casa en coche.

El problema viene cuando empinas el codo por primera vez en la jornada, ya que cada trago que te tomas te hace creer sin que sea necesariamente cierto que eres joven, guapo y maravilloso. Cuestión de percepción. Y ahí está el problema: que al tercer palo ya vas diciendo que jontrolas, cuando en realidad ya no controlas ni los fonemas más elementales de tu habla.

Ah, es que el alcohol está en nuestra cultura. Ya. ¿A mí me lo vas a decir, que no concibo un artículo de ‘fauna en ruta‘ si no he bebido antes? Pero lo que no se me ocurrirá en la vida es mezclar el alcohol con la conducción, precisamente porque comprendo que uno de los primeros efectos que da la bebida es pensar que no hay para tanto, que yo puedo con todo y que no me va a pasar nada.

De todos modos, me gustaría recordar que el alcohol al volante no es terreno exclusivo de la noche ni de los chavales, que a más de un señor y de una señora de mediana edad, respetabilísimos ellos (o eso se creen), los han pillado tras una de esas comidas de negocios que inflaman el aire con acercar una cerilla y no es que hayan dado positivo: es que le dieron la vuelta al marcador. Mucha inconsciencia es lo que hay y mucho sesgo al hablar de alcohol en la conducción.

Hablando de sesgar… cuando los de la DGT aún se preocupaban por cómo se hacían las campañas, hubo una mente brillante que allá por 1986 ideó el eslogan perfecto para que lo recitara a cámara Stevie Wonder: “Si bebes, no conduzcas”. Oye, cuatro palabras, una coma y tienes una frase útil para la posteridad. A eso se le llama eficacia. Ojo, y sin necesidad de meter miedo al personal.

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