Viajar ya no es lo que era

Acabo de disfrutar de la lectura de un texto de Arturo de Andrés, todo un Sensei del periodismo del motor al que reconozco abiertamente desconocer. Después de todo, solo llevo cinco años y medio en el negocio, dadme tiempo a aprender todos los entresijos y las grandes figuras de la profesión.

Volviendo al tema, su artículo habla de cómo han cambiado los largos viajes en carretera de “sus años mozos” a lo que son hoy día. Cuando mis padres empezaban a coquetear, él ya había hecho varios miles de kilómetros, y ha vivido situaciones que no voy a vivir, muchos de vosotros, igual.

En la España de los años 50, 60 y 70, que tanto se identificó con La Segunda Oportunidad, hacer un viaje largo era lanzarse a la aventura. Carreteras que hoy tacharíamos de tercermundistas, coches que están a años luz de la fiabilidad de un simple Dacia Logan, conductores carentes de técnica, ayudas a la conducción inexistentes…

Arturo pone el ejemplo de lo que suponía hacer un viaje de Madrid a Galicia, 600 kilometrazos, toda una aventura y un reto para el conductor, su máquina y sus sufridos ocupantes. Carreteras de doble sentido llenas de camiones, curvas peligrosas, cambios de rasante, paisajes de ensueño…

... hoy día, para ir a casi cualquier ciudad importante tienes una flamante autopista o autovía. Las vías rápidas nos han permitido conseguir velocidades medias antes impensables, con unas tremendas garantías de seguridad, pero a costa de quitar a los viajes parte de su encanto.

He hecho varios viajes “largos”, fundamentalmente a Valencia, Murcia y Sevilla (tengo predilección a esas ciudades por motivos diversos que carecen de importancia). A Valencia tardo unas tres horas, a Murcia menos de cuatro y a Sevilla menos de cinco… y a velocidades totalmente legales (tiempo de conducción).

Eso hace unos años era ciencia ficción. Hoy día casi da igual qué coche tengas, cualquier “pelotilla” de 60 CV y aire acondicionado te permiten llegar (legalmente) casi en el mismo tiempo que el típico pureta con berlina alemana de más de 60.000 euros, y con un confort antes desconocido, por mucho que nos quejemos de nuestro coche actual.

Pero he de darle la razón a Don Arturo, y es que viajar hoy día es algo que se puede tildar de “coñazo”. Ha perdido mucha emoción. No me extraña que haya gente que afirme dormirse a 120 km/h con las carreteras actuales, se han convertido en algo tan seguro que a veces roza lo excesivo y algunos se plantean “echarle pimienta” a la comida.

Tuve ocasión de comprobarlo hace un par de meses, cuando traje mi coche desde la costa de Barcelona hasta Madrid. Me propuse no pagar nada de peaje, y ya sabía lo que tocaba: carretera nacional de doble sentido. Me sobraba tiempo, y ya me había gastado ese día dinero suficiente como para “tirar más”.

Es muy diferente ir por una carretera solitaria, donde apenas se ven camiones y turismos de los pueblos cercanos, que ir por una autopista o autovía atestada de gente con prisa. No, decididamente, viajar ya no es lo mismo. Antes debía tener más encanto, aunque no todo tiempo pasado es mejor.

Hacerse un viaje largo ya no es una aventura, ni mucho menos. Las posibilidades de supervivencia han aumentado muchísimo, el número de muertos por millón de vehículos se ha desplomado. Estamos volviendo a las cifras de muertos en los años 60 pero con una burrada más de coches en circulación. Eso es avanzar.

¿Se ha perdido el componente romántico? Sí, indudablemente. Maldita sociedad moderna en la que estamos dominados por la prisa, el agobio del reloj y de las agendas. Solo con tener 10-30 minutos de margen en cualquier viaje, cotidiano o especial, ya alivian muchísimo la tensión. Lo ideal es viajar sin el puñetero reloj en la mente.

La época en la que Don Arturo era joven ha pasado. Tenía sus ventajas, la época actual también tiene las suyas, es como todo, hay cosas buenas y cosas malas. Casi prefiero vivir en la época actual, y que me quede la opción de coger el GPS (o no) y evitar las autopistas, atravesando pueblos y adelantando camiones.

Nuestro país está plagado de lugares que visitar a los que solo una carretera de tercera categoría nos da acceso, nada de modernas autopistas con telepeaje y puestos SOS cada dos por tres. Siempre nos quedarán esos lugares donde podamos hacer una simulación de viaje al estilo retro, sea el coche que sea.

En el futuro se cederá más la pasión de viajar por una mayor seguridad, confort y despreocupación de los pormenores del viaje. Puede que cuando se nos caiga la piel y estemos arrugados los coches comienden a conducir solos. Poquito les falta ya, pensad en todo lo que hace automáticamente un coche moderno.

Viajar ya no es lo que era, pero lo mismo te diría un conductor de carretas del Siglo XVI viendo los años 50-70. Pensando a nivel individual, se ha perdido mucho romanticismo en los viajes, pero pensando de forma colectiva, el avance es clarísimo, necesario y debe quedarse.

Obviamente los tiempos en que aquellos locos cacharros iban al límite de sus posibilidades, con los niños sin cinturón de seguridad, cargados en exceso, a merced de fallos mecánicos, curvas desconocidas, un conductor dormido que viene de frente… no eran buenos para el conjunto de los conductores.

Hay conductores que entienden el automóvil como un mero modo de transportarse. Los que lo consideramos como algo más, una filosofía o un modo de vida, querríamos haber vivido más esa época en el automóvil, pero a fin de cuentas, hoy día no se está tan mal ¿verdad?

Vía | Curvas enlazadas

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