"Soy joven, conductor novel y busco un coche potente, ¿qué me recomiendas?"

Muy de vez en cuando me topo con esta pregunta. La suele disparar alguien que puede gastarse entre 20.000 y 30.000 euros si hablamos de primera mano, que tiene el carné de conducir aún por hornear, y con mucho espíritu racer. Es alguien a quien le encanta el “porno” que ponemos en Motorpasión, pero es consciente de su presupuesto inicial.

Vamos a dejarnos de paños calientes y ser incorrectos políticamente hablando. ¿A quién no le emociona el ronroneo de un V8 americano? ¿Qué sería la vida sin esos cochazos que firman las marcas más prestigiosas? ¿Pensar en una carretera vacía, a 200 por hora y sin Guardia Civil ni radares no te eriza el vello?

El automóvil, ese vehículo donde se desatan las pasiones… y no me refiero a la banqueta trasera —ejem— sino al asiento del conductor. Donde se pisa el acelerador, se cambian las marchas, se dirige el destino de esa tonelada y pico de acero, aluminio, plásticos, caucho, hierro… Es el máximo exponente de la libertad, ¿o no?

Bienvenido al mundo real

Cuando no teníamos ninguno carné, algunos pudimos disfrutar de los videojuegos (casi todos). En aquel Test Drive de 1987 se podía escoger el Corvette, el 911, el Lotus Esprit Turbo, Ferrari Testarossa… Los conduje todos, no suponía ningún esfuerzo tenerlos ni conducirlos. La realidad es mucho más amarga.

Quien no tiene un coche en propiedad ni sabe ni entiende hasta el punto que un coche puede suponer una auténtica sangría económica. Ojalá fuese solo comprar, repostar y lavar. En el mundo real se pagan impuestos, pólizas de seguro, plaza de aparcamiento, mantenimiento, repuestos, ruedas, desperfectos de pintura, etc.

Siempre pregunto a los interesados su presupuesto, y prácticamente me dan por sentado que todo lo que tienen disponible, se lo gastan en el coche. No hay previsión para nada más que sea la compra, si acaso el seguro, pero todo lo demás está tapiado ante sus ojos con ladrillos hechos de ilusión. Están ciegos.

En un artículo anterior os hablé de gente que decía que podía vivir para mantener el coche, viviendo con los padres y con trabajo estable, y sin más vicios confesables. Lancé el siguiente dilema, ¿es lo mismo pagar el coche, echarle gasolina y lavarlo que mantenerlo en el sentido estricto de la palabra? Obviamente, no lo es.

En esa ocasión me metí en la cuestión puramente monetaria, pero hoy quiero añadir un matiz adicional. No solo os quiero hablar de poder mantener un coche a nivel de bolsillo, también ha de ser sostenible a nivel de manos y habilidad. Sí, os hablo de eso que casi todos los noveles creen que les sobra, es paradójico, se presume de lo que no se tiene.

De todos mis amigos, soy probablemente el más quemado por los coches. Aunque no me saqué el carné hasta los 21 años —es una historia larga y aburrida— desde entonces he conducido todo lo que se me ha permitido conducir, me hace ilusión hasta coger un coche de sustitución sin alma ni espíritu, solo por subirme en otro coche.

Una batallita con moraleja

En mis primeros meses, empecé a probar algún que otro pepino. Uno de ellos fue un utilitario con 130 caballos, llantas de 17”, control de estabilidad, fabricante de primer nivel… me sentía segurísimo con él, y estaba bastante seguro de mis por entonces limitadas habilidades. Tenía un problema, y es que lo desconocía.

Un buen día acudí a una pista de pruebas, donde habían estado dando un curso de conducción. Un monitor me retó a tomar una curva mojada con conos a 40 km/h, y yo pensé “Buah, esto con el ESP es coser y cantar”. Pues ni corto ni perezoso tiré tres conos, me salí, y lo más gracioso de todo, ¡no sabía explicarme el porqué! Ver solución.

Eso fue con conos, sin ningún peligro. Otros han saboreado la misma experiencia en una carretera local, con guardarraíl, árbol o cuneta incluida, y digamos que el susto ha sido más desagradable. Como el casco del Titanic, que se creía insumergible, con imprudencia o falta de conocimientos todo puede hacer aguas. A los hechos me remito.

Entonces… ¿qué coche me compro?

Si sirve de algo mi experiencia, no ya profesional, sino personal, recomiendo no más de 140 caballos en un utilitario o compacto, lo que viene a ser una relación peso/potencia de unos 10 kg/CV, si acaso 9 kg/CV, pero nunca menos. No quiero demonizar la potencia, pero sincerémonos, si se tiene, existe la tentación de usarla.

El conductor medio, por lo general —existen honorables excepciones— tiende a sobreponderar sus habilidades al volante, pero con la juventud, la sobreestimación es aún más alta. Seguramente va a conducir más temerariamente un chico joven con un utilitario potente que un senior de 50 tacos y motor V8 de más de 400 caballos.

Os voy a contar unas palabras que me contó un mecánico, cuando estaba cambiando de neumáticos: “Las máximas prestaciones de las ruedas o la suspensión solo las vas a necesitar unos pocos segundos al año… ¡pero cómo son esos segundos!”. Con la habilidad, pasa lo mismo, hasta que no la necesitemos a tope (y se nos quede corta) no seremos conscientes del déficit.

En los años 90, algunos de los coches que muchos veneráis se convirtieron en improvisados ataúdes de chavales ávidos de “sensaciones” y adrenalina, pero que no siempre dieron la talla como conductores. Hablo de coches que daban 7-8 kg/CV, sin ninguna asistencia electrónica, y con el principal problema detrás del volante.

Hoy día existen unas maravillosas ayudas que hacen al conductor menos experimentado más seguro de sí mismo, porque solucionan papeletas en décimas de segundo aunque no se tenga técnica. Pero ojo, esas ayudas están supeditadas a unas leyes, que no tienen escapatoria, y me refiero a las leyes de la física. Ahora es cuando nos reímos del tío del pick-up. Seguimos.

Cuando esas leyes se intentan sobrepasar, ni el ESP ni el ABC ni San Dwitch te van a librar de un porrazo, pero es algo que mucha gente simplemente no entiende. Haced la prueba… corrijo, no la hagáis. Los coches actuales difícilmente vuelcan, pero sobreviran o subviran cuando se superan sus límites, por muy altos que estén.

Coche que puedas mantener, coche que puedas controlar

Las versiones de menor potencia suelen ser las mejores escuelas, porque nos enseñan a utilizar de forma más racional la potencia disponible. Cuando el 0-100 km/h es de más de 12 segundos, uno aprende a incorporarse mejor a una vía rápida, a adelantar, a conducir de forma deportiva o de forma eficiente, me es igual.

Un coche de más potencia puede ser seguro, en manos adecuadas, resolviendo potenciales situaciones de peligro en menos tiempo. Pero volvemos a lo de siempre, ¿cuánta potencia tenemos o cuánta potencia usamos? La habilidad para saber racionar eso viene con los años, los kilómetros y la serenidad. Cuando se es novel, se carece de esas tres cosas en abundancia.

En Historia se habla de los “felices años 20”, y pasa lo mismo con nuestra propia vida. Esa década fantástica nos invita a disfrutar más de la vida, sin tantas imposiciones que antes hemos tenido que soportar de “los mayores”. Ahora “los mayores” somos nosotros, pero a veces el cuerpo crece más rápido que la mente.

No pretendo demonizar a los veinteañeros gratuitamente, pero vamos a ser un poco honestos, y reconozcamos que la sangre está un poco más caliente. En cuanto a coches, es mejor empezar desde abajo, la mejor forma de aprender a valorar las cosas, y luego si eso se sube de escalón.

Quien conoce la vida de Ayrton Senna, sabe que incluso el mejor piloto del mundo puede tener un mal día, y de hecho, se le acabó la suerte un fatídico domingo en Ímola, hace casi 18 años. Nadie es inmortal. Por lo tanto, vamos a tener a los coches un poquito de respeto, y a respetarnos a nosotros mismos.

Los coches son mi vida, desde pequeño, pero con el tiempo voy dándome cuenta que entre sermón y sermón, se puede ir sacando algo útil. Hoy estoy sermoneando yo, y mi sincera recomendación es esa: todo a su tiempo, la pasión por el automóvil se disfruta más estando vivo.

En resumen

Hace unos meses pusimos el ejemplo del Honda Civic, un coche muy corriente, cuyo dueño había gastado en él casi el doble de su precio de adquisición como nuevo en cinco años y casi 170.000 km, ¡sin ninguna avería! Cuidado, que la ilusión no entiende de contabilidad, ni de hacer números, solo de carpe diem (vive el momento).

¿Que el dinero no es un problema? Enhorabuena, considérate afortunado en la España de 2012, pero atento a lo otro que he dicho, lo de tener un coche que podamos dominar. Con dominar no me refiero a poder ir por una autopista a 160 km/h sin salirse de los carriles, sino a que el coche no haga nada que no deseemos de forma expresa, llueve o truene.

El mismísimo Fernando Alonso, cuando se sacó el carné, conducía un Renault Mégane Coupé con poca potencia. Ese novel ya sabía lo que era ganar una competición y no creo que aquel Mégane fuese una humillación para él. Cuando uno aprende a conducirse a sí mismo, ya está más preparado para asumir un reto superior.

Nuestros padres, salvo unos privilegiados, condujeron unos coches que envidiaban a los actuales en casi todo, menos en cuestiones subjetivas (diseño, sensaciones, sonido, nervio…) y todo eso. Ahora un coche de 100 CV nos puede parecer un cepo, y da pocas sensaciones, pero daba prestaciones de deportivo de antes.

Los coches han evolucionado de forma salvaje en cuestión de décadas, pero el ser humano, en esencia, no ha cambiado gran cosa. Los avances técnicos han convertido lo que antes era un accidente mortal en una lucecita amarilla que parpadea en el tablero que significa “nene malo, eso no se hace” sin más consecuencias.

Mi sincero deseo es que, tengas el coche que tengas, te lo pases bien con él, lo disfrutes con moderación y te dé un buen servicio hasta que te deshagas de él. Hasta el más humilde de los utilitarios puede que te proporcione infinitas satisfacciones (también fuera de la banqueta trasera), te ayude a madurar y jamás puedas olvidarlo, aunque no corra.

Vídeo | Youtube
En Motorpasión | ¿Te puedes permitir ese coche?

También te puede gustar

Portada de Motorpasión

Ver todos los comentarios en https://www.motorpasion.com

VER 143 Comentarios