Roadtrip Pasión™: Cruzamos Estados Unidos de Los Ángeles a Detroit (parte 1)

Son las cuatro de la madrugada y es hora de poner rumbo al aeropuerto de Barajas. Esta noche no toca dormir. Tengo por delante unas dieciocho horas de aviones y aeropuertos y tengo que estar despierto para poder dormir en el avión con destino Los Ángeles y evitar así el llamado jet lag.

En el aeropuerto de Frankfurt, donde hago escala, me esperan los compañeros con los que compartiré unos cuantos días cruzando Estados Unidos en coche. ¿La razón? Vamos a escoltar el nuevo Mercedes-Benz Clase E hasta el Salón de Detroit, donde se presenta oficialmente.

Mucho antes de aterrizar ya estoy ansioso por llegar. Sobrevolamos Canadá, donde sólo vemos nieve y hielo, y un rato más tarde, ya en Estados Unidos, pasamos por encima de Salt Lake City, Utah, y Las Vegas, Nevada. Unas vistas increíbles y un paisaje realmente diferente a lo que acostumbramos a ver en europa.

Recién aterrizados y cansados tras el viaje, cogemos rumbo a Carlsbad, California, donde nos esperan todas las variantes del Clase E actual, con las que acompañaremos al nuevo modelo hasta la cita de la Ciudad del Motor. Hoy todavía no emprendemos el viaje, ya que tenemos preparada una visita al centro de diseño de Mercedes-Benz Norte América y mañana otra al centro de clásicos de Irvine. Dos lugares muy interesantes de los que hablaré más en profundidad en artículos a parte.

El nuevo Mercedes-Benz Clase E nos espera en el Centro de Diseño, junto al interesante y llamativo prototipo Ener-G-Force (ver foto), en forma de modelo europeo E 500 con motor V8 de 408 CV. Se trata de la unidad con la que vamos a compartir viaje hasta Detroit, y podemos verla, tocarla y fotografiarla antes de su puesta de largo, pero no conducirla. Para eso habrá que esperar a su presentación en Barcelona, el mes que viene. Desde allí os ofreceremos las primeras impresiones de conducción del nuevo coche.

En Carlsbad nos enseñan por primera vez el coche, bastante más atractivo en mi opinión que el anterior, y nos dejan jugar con algunos de sus sistemas multimedia, como el novedoso Siri (sí, como el del iPhone), un software que nos permite realizar infinidad de acciones a través de comandos de voz, y que me sorprendió por su buen funcionamiento.

Comienza el viaje

A las cinco de la madrugada del día siguiente, con un buen catarro como recuerdo de mi tierra, comienza la odisea al otro lado del charco. Para el primer tramo de la ruta, con destino Flagstaff, Arizona, vía Las Vegas, nos toca ponernos al volante de un E 350 berlina con motor 3.5 V6 de 306 CV. Cargados hasta la bandera, nos ponemos en marcha hacia la ciudad de los casinos.

El tráfico en las inmediaciones de Los Ángeles es terrible. En hora punta puedes tardar horas en llegar a tu destino. Uno de los autóctonos que conocí allí me contó que un amigo suyo tarda unas tres horas en llegar todos los días al trabajo, ¡y sólo tiene que recorrer 30 millas (48 kilómetros)!

Un par de horas después de emprender la marcha, y todavía cerca de Los Ángeles, vamos viendo más y más camionetas, algunos coches japoneses tuneados (ver foto) y nos encontramos con un curioso prototipo camuflado que no conseguimos identificar (ver foto). ¿Quién se atreve?

En general, y por lo que he podido observar, los americanos no conducen mal, aunque resulta curioso que utilicen indistintamente cualquier carril. En eso se parecen un poco a nosotros, que vamos por el carril izquierdo como si tuvieramos todo el derecho a hacerlo. El problema es que nosotros no podemos adelantar por la derecha y ellos sí.

Otro de los detalles que llama la atención de las carreteras americanas son las líneas que separan los carriles (en algunos Estados), que cuentan o bien con reflectantes en relieve (casi imposibles de evitar) o bien con surcos en el asfalto, por lo que cada vez que pasas de uno a otro es como si cogieses un bache. No es lo más cómodo del mundo, la verdad.

No sé si por esto o por alguna otra razón, las cunetas están llenas de restos de neumáticos y no es raro ver coches tirados, que parecen haber sido abandonados a su suerte. A algunos incluso les falta alguna rueda y parecen estar esperando a que alguien vaya a rescatarlos. Me pregunto dónde estarán los dueños.

Las autovías americanas son, en general, tal y como las pintan: aburridas a más no poder. Tramos rectos que parecen no acabar nunca y alguna curva poco pronunciada, con algo de suerte. Con límites que varían entre las 55 y las 75 millas por hora según el tramo (88 y 120 km/h, respectivamente), la conducción es bastante relajada, quizá demasiado, hasta el punto de que dejas de prestar la atención que deberías a la carretera.

En mi primer día en la carretera veo todo tipo de coches, desde Chevrolet Camaro o Ford Mustang (que se ven mucho, puesto que las versiones básicas son bastante asequibles allí), hasta clásicos americanos de lo más variopinto (Plymouth, Oldsmobile, Cadillac, Dodge, etc...) o infinidad de camionetas pick-up, algunas de ellas realmente impresionantes por tamaño.

A medida que nos adentramos en los Estados del centro del país el número de camionetas o trucks, como ellos los llaman, va en aumento. En algunos pueblos no se ven más que vehículos de este tipo, desde Ford F-150, F-250 o F-650 hasta Chevrolet Silverado, GMC Sierra, o modelos japoneses que no se comercializan en nuestro país y que son bastante más grandes que una Nissan Navara o incluso una Toyota Hilux.

Está claro que en este país gustan los coches grandes. Por ello los SUV tienen un gran éxito aquí y los modelos más pequeños de las diferentes marcas se venden bastante peor. Imagino que, acostumbrados a semejantes bichos, les parecerá peligroso viajar en coches que puedan ser aplastados, literalmente, por los enormes vehículos que recorren sus carreteras.

El camino de Los Ángeles a Las Vegas es bastante representativo de lo que es conducir en la américa profunda. Zonas completamente desérticas cuya monotonía es rota, de repente, por complejos turísticos con hoteles y casinos, en medio de la nada. Así empezó Las Vegas, sí, pero esta gente se pasa... Me pregunto cómo es posible que sobrevivan tantos casinos en mitad del desierto, aunque estén en zonas de paso.

En la ciudad en la que todo lo que ocurre se queda allí apenas estuvimos unas cuantas horas. Comida, visita obligada a "Las Vegas Strip" (la avenida principal donde están todos los hoteles y casinos importantes) y vuelta a la carretera, con destino Arizona. Por delante tenemos muchísimos kilómetros y sólo cinco días para recorrerlos, así que tendremos que acostumbrarnos a conducir entre ocho y diez horas diarias, sin demasiado tiempo para visitar los lugares por los que pasamos.

Con todavía varias horas por delante antes de llegar a Flagstaff, en plenas montañas rocosas, decidimos hacer una parada obligatoria en la emblemática presa Hoover (Hoover Dam), que está a las afueras de Las Vegas, pero como se nos ha hecho de noche y no llevo trípode encima (muy a mi pesar), no puedo tomar una foto decente del lugar. Al pasar a Arizona debemos adelantar una hora el reloj, así que perderemos una hora de sueño. ¡Ouch!

Un rato después de retomar la marcha (por las mismas y aburridas carreteras, pero esta vez en la oscuridad, así que ni siquiera vemos el paisaje), y a unas dos horas todavía de nuestro frío destino, paramos a cenar en una hamburguesería de la cadena In-n-Out y nos topamos con una gasolinera Canada Mart, de estilo muy retro, que tanto yo como otros compañeros no podemos evitar fotografiar.

Habiendo salido de Las Vegas con una agradable temperatura cercana a los veinte grados, llegamos a Flagstaff con ocho grados bajo cero en el termómetro. ¡Menuda rasca! Mañana tendremos que tener cuidado con el hielo en la carretera, puesto que retomamos el viaje también muy pronto, a las cinco de la madrugada otra vez, todo por visitar el Gran Cañón. ¡No te lo pierdas!

PD: Aunque la idea era ir relatando el viaje paso a paso, sobre la marcha, lo cierto es que con tantas horas en carretera no hemos tenido apenas tiempo libre y, además, la cobertura de la conexión a internet de los coches ha funcionado bastante peor de lo que pensábamos.

Continuará...

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