Quieren cerrar el centro de la ciudad al tráfico... y es todo un acierto

El proyecto del Ayuntamiento de Madrid para restringir el tráfico en automóvil en el centro de la ciudad nos ha dado pie a reflexionar acerca de las políticas de restricción de la circulación que se está dando en las principales capitales europeas. Ayer poníamos sobre la mesa el pensamiento de muchas personas: que cerrar el centro de la ciudad al automóvil es un error.

Pues bien, hoy en este artículo réplica de aquel, intentaremos exponer por qué hay muchas otras personas que no están de acuerdo con esa afirmación, y qué motivos empujan a las administraciones a tomar medidas incluso impopulares. Hoy explicaremos por qué cerrar el centro de la ciudad al tráfico es un acierto.

Dejemos la política a un lado

Debemos dejar de lado inclinaciones políticas y ponernos a reflexionar como personas que tienen que convivir en la ciudad. Es el momento de ver los hechos, y de pensar, exponer y consensuar posibles soluciones. Lo que debe prevalecer es el sentido común, la lógica y los datos objetivos. No es momento de tópicos ni de demagogia. Lo que sucede en la ciudad nos afecta a todos, vivamos en ella, trabajemos en ella, o simplemente la visitemos.

Sin embargo quiero dejar también claro que después de leerme la propuesta concreta de Madrid, no comparto todos los puntos, ni estoy de acuerdo con algunas de las medidas, pero más allá de diferencias en las formas, sí estoy de acuerdo en el fondo.

Me gusta conducir y quiero usar mi coche

Todos los que estamos aquí en Motorpasión amamos los automóviles. Me gusta mucho conducir y quiero usar mi coche a todas horas, para ir a todas partes. Pero por mucho que me guste conducir, eso no puede cegarme para ver lo que sucede en la ciudad.

Debemos hacer el esfuerzo de pararnos a diferenciar entre lo que nos gusta y queremos hacer (conducir nuestros coches), y lo que podemos permitirnos hacer en cada momento o circunstancia. Lamentablemente no siempre coinciden porque la realidad se impone.

Las grandes ciudades no pueden más

La realidad es que las grandes ciudades no pueden más. No tienen capacidad para que circulen tantos coches por sus calles como queremos, no hay tantas plazas de aparcamiento para tantos coches como queremos aparcar, los vecinos no pueden soportar hasta el infinito el ruido y molestias que tantos coches provocan, y el aire de la ciudad no puede recibir sin límite las emisiones contaminantes de tantos automóviles, sumadas claro, a las de las calefacciones o industria.

No se pueden negar los atascos de tráfico que hay en una gran ciudad como Madrid o Barcelona, por ejemplo, y la contaminación del aire. En la ciudad de Madrid (bueno, en rigor villa) viven unos 3,2 millones de personas. Pero su área metropolitana tiene una población de más de 6,5 millones de personas.

Diariamente van a Madrid cientos de miles de personas por trabajo, aunque estrictamente no vivan en Madrid capital (y en Barcelona, París, Londres... sucede lo mismo ). Hay 1,7 millones de vehículos a motor y se realizan 2,5 millones de desplazamientos diarios.

En hora punta (o mejor dicho, en las horas punta, porque son varias), uno apenas se puede mover en automóvil: las autovías de acceso a la ciudad se saturan (A1, A2, A3, A4, A42, A5, A6), las autovías de circunvalación se saturan (M40 y M30 sobre todo), y las avenidas y calles de la ciudad se saturan.

Sencillamente es que no caben tantos automóviles. Y los atascos de tráfico los sufrimos todos, y por mucho que nos guste conducir, los seguimos sufriendo igual. Me puedo poner a mí mismo como ejemplo. Ir desde la ciudad donde vivo al centro de Madrid me lleva en coche, si no hay atasco de tráfico, unos 25 o 30 minutos. Pero en hora punta, cuando hay atasco, me puede llevar hasta el triple.

Es también una cuestión de salud

Pero además todos esos automóviles generan emisiones. Se sabe que en una gran ciudad el tráfico es el mayor culpable de esa contaminación del aire. Madrid, por ejemplo, lleva varios años sobrepasando los límites de contaminación del aire en ciertas zonas, hablando de partículas en suspensión, óxidos de nitrógeno y ozono troposférico. Esos límites se marcan conforme a informes médicos y científicos, y además a nivel europeo, para proteger la salud de las personas.

Y eso aun habiendo movido algunas estaciones de medición a zonas menos expuestas al tráfico, y aun con el ligero descenso del tráfico que se ha producido con la crisis. Y no es solo cosa de Madrid, casi cualquier gran ciudad suspende en calidad del aire, lo dicen organismos como la OMS.

Podríamos mirar hacia otro lado e ignorarlo, pero resulta que todos respiramos el mismo aire, seamos de tal o cual partido, nos guste conducir o seamos peatones, vivamos en Madrid o solo trabajemos allí, seamos niños, adultos o ancianos.

La exposición a la contaminación del aire supone problemas de salud: desde alergias, problemas respiratorios, hipertensión y problemas de corazón, e incluso problemas de colesterol. Y lo más grave de todo, que está confirmado por las autoridades médicas, y que si lo ignoramos sería de insensatos, es que las partículas y óxidos de nitrógeno son sustancias carcinógenas, o sea, producen cáncer.

La contaminación del aire no es broma, no es una invención, no es inocua: la Organización Mundial de la Salud calcula que unos 7 millones de personas mueren al año en el mundo debido a la contaminación del aire (no solo originada por los automóviles, que conste). Estos son los hechos.

Algo hay que hacer, y mejor pronto que tarde

Así que ante esta situación, de ciudades que no pueden con más tráfico, y de personas que no pueden con más contaminación del aire, hay que tomar medidas, aunque lamentablemente algunas no nos gusten o nos afecten directamente. Yo mismo que escribo este artículo y defiendo que hay que hacer algo, me veré afectado.

Es momento de buscar y tomar las medidas adecuadas para solucionar esos dos problemas: los atascos de tráfico y la contaminación del aire. Y aquí es donde sí podemos debatir, opinar y proponer diferentes medidas. Pero no olvidemos que tienen que funcionar, pues solo de buenas intenciones no se solucionan los problemas.

Lamentablemente la experiencia nos dice que el problema por sí solo no se soluciona. Podemos pensar que el tráfico se autorregula, y que cuando hay atascos de tráfico la gente deja de usar el coche y se pasa a otras alternativas, pero en la realidad no termina por sí sola de darse cuenta de ello ni deja se usar el coche. Por eso sigue habiendo atascos de tráfico, porque insistimos en seguir utilizando el automóvil. Porque nos gusta conducir y nos gusta ir en coche a todas partes.

El coche es mucho más cómodo, no depende de horarios de terceros, nos lleva desde la puerta de nuestra casa hasta la puerta de nuestro destino (o casi), vamos solos en él sin que nadie nos moleste, podemos poner la música que queremos, tener la calefacción o el aire acondicionado a la temperatura que más nos agrade y llevar con nosotros todos los bártulos que nos hagan falta. Sin duda, no se puede negar. La cuestión es si podemos seguir haciéndolo, o si podemos seguir permitiéndonoslo en las grandes ciudades.

Lo más eficaz para reducir los atascos de tráfico y para reducir la contaminación debida al tráfico, es que haya menos coches. Es una obviedad, es duro decirlo, pero es la realidad. Algunos dirán que lo que hay que hacer es tener coches que contaminen menos. Y sí, tienen razón, pero solo en parte.

Primero porque eso solo solucionaría un problema, el de la contaminación del aire, pero no el de los atascos de tráfico. Segundo porque es una medida de lenta aplicación y de efectos retardados en el tiempo: no se pueden renovar todos los automóviles por unos nuevos menos contaminantes de un día para otro, no todo el mundo puede cambiar de coche cuando quiere.

Y si voluntariamente no lo hacemos, cuando no queda otro remedio, hay que obligarnos. Hay que hacer un uso más razonable, sensato y sostenible del automóvil, y hay que pensar si nos es imprescindible utilizar el coche, o si podemos ir a pie, en bici, o en otras alternativas de transporte que nos puedan servir igualmente.

Y si las hay, sería bueno hacerlas tanto más útiles y prácticas. Por ejemplo que se proteja a los ciclistas, que tengan carriles con prioridad y que haya carriles bici útiles y seguros, incentiva el uso de la bicicleta en desplazamientos cortos y medios donde son incluso más rápidas que un coche.

Muchos países centroeuropeos usan mucho más que nosotros la bicicleta en las grandes ciudades, como Holanda, Bélgica, Alemania, Dinamarca... Demuestran que es posible. Suelen ser ciudades muy llanas, cierto. La solución para ciudades con cuestas como las españolas ya existe, es la bicicleta eléctrica. Es algo más cara, pero también es caro un coche.

El transporte público es clave

El transporte público es también clave para poder usar menos el coche. A veces se oye hablar muy mal del transporte público. Que tenga defectos no significa que debamos hacerlo desaparecer, sino que debemos mejorarlo.

Siempre he considerado que es mejor incentivar el uso de algo, que penalizar el uso de algo. Me explico: no soy partidario de medidas como los peajes de acceso a los coches para entrar al centro de la ciudad, o de pagar cada vez más caro el aparcamiento (los parquímetros).

Pero sí podemos incentivar el uso del transporte público colectivo haciéndolo más atractivo, haciendo que sea más eficaz, que el servicio tenga las frecuencias necesarias, que sea rápido, que sea cómodo, que esté limpio, que sea seguro, que tenga un precio asequible y competitivo.

Y no es tampoco necesario realizar grandes inversiones económicas para tener un transporte público mejor y más eficaz, muchas veces es cuestión de ingenio y de saber invertir el dinero en lo realmente necesario. Los carriles bus por ejemplo hacen que el autobús se mueva más rápido, y solo suponen gastar un poco de dinero en pintura.

Hay personas que no tienen una buena conexión de transporte público entre su domicilio y su trabajo. Bien, habrá algunas personas a las que no les quede más remedio que seguir utilizando su automóvil. Claro que sí. Pero también hay alternativas como compartir el coche con compañeros del trabajo.

El transporte público es muy eficaz reduciendo atascos de tráfico, no hay más que ver una imagen que lo demuestra con claridad cristalina: aquí tenemos el espacio de calle que ocupan 72 personas en bici, 72 personas en coche y 72 personas en autobús.

Sobre lo que contamina el transporte público hay voces que sostienen que incluso contamina más que un coche, porque muchas veces un autobús, un metro, o un tren, van vacíos. Pues sí, pero también hay momentos en los que van llenos hasta la bandera. De hecho cuanto más se usa el transporte público más eficiente es, y más rentable resulta para la administración.

La ocupación media real de autobús, metro y tranvía viene a ser del 20%. Con esa ocupación media real el consumo de energía equivalente viene a ser de 1,7 l/100 km por pasajero en el metro, y de 2,7 l/100 km en el autobús. Nadie debe sorprenderse de que los trenes eléctricos sean más eficientes que un autobús, un motor eléctrico es mucho más eficiente que un motor de combustión interna.

Un coche viene a tener una ocupación de 1,7 personas por coche. Con un consumo medio real de unos 7,0 l/100 km (que no es mucho para un coche de gasolina, más aún en ciudad), tenemos un consumo por persona de unos 4,1 l/100 km. Y quien habla de energía habla también de emisiones contaminantes, en general proporcionales al consumo.

Se puede decir que hay autobuses diésel que contaminan. Pero también se puede decir que se pueden sustituir, como ya se está haciendo de hecho, por autobuses híbridos a gas natural, con emisiones contaminantes mucho menores. Se puede decir que generar la electricidad para el metro, tranvía o tren contamina, pero la realidad es que en España el 42% de la electricidad se genera ya con energías renovables.

Hay quien dice también que el transporte público no es tan barato como parece, y que en muchas ocasiones sale más barato hacer el trayecto en coche. Sinceramente, si solo se considera el consumo del coche, en muchos casos es muy probable que así sea, pero si consideramos todos los costes del coche, precio de compra, seguro anual, impuesto de circulación anual, revisiones, mantenimiento y combustible, el coche no sale nada barato.

Yo de hecho he estado echando cuentas últimamente de lo que me cuesta el coche en total, y en mi caso es algo más de 2.800 euros al año (y sí, cuando uno se para a pensarlo se lleva la sorpresa). Y eso que tengo un utilitario que gasta poco. Anda que no hay dinero ahí para transporte público.

Tiene que haber excepciones a la regla

Puesto que no nos queda otro remedio que usar menos el coche, y usar más el transporte público, es comprensible ese tipo de medidas de restricción del tráfico en la ciudad. Ahora bien, no es cuestión de cerrar a cal y canto el centro de la ciudad a todo tipo de automóviles.

Obviamente los residentes tienen que poder acceder a sus viviendas en coche. Los taxis deberían de tener también cierta exención, por ejemplo para recoger en su domicilio a una persona con movilidad reducida. Y también deberían de tener una exención los profesionales que prestan un servicio a los habitantes del centro.

El centro de la ciudad debe de seguir siendo ciudad. Debe tener tiendas, supermercados, bares... y obviamente hay que repartir mercancías a esos comercios. Quienes reparten esas mercancías tiene que poder hacerlo, y lo mismo quienes van a realizar algún servicio a un domicilio (albañiles, técnicos, mensajeros).

Imponer una tasa de acceso o de aparcamiento a este tipo de vehículos no tiene mucho sentido, permiten que siga habiendo actividad económica y calidad de vida en el centro de la ciudad. Ahora bien, sí sería razonable estudiar incentivos para que los vehículos de estos servicios sean menos contaminantes.

Este un problema complejo de solución compleja, pero no podemos mirar para otro lado y seguir sin hacer nada. Irremediablemente hay que hacer algo.

Fotografía | Poeloq (CC), Scambelo (CC), Bizilagun (CC), Benedicto16 (CC)
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