En un país hoy dominado por motos y tuk-tuks, hubo un taxi que lo fue todo: el Hindustan Ambassador
Durante más de medio siglo, moverse por India significaba subirse a un Hindustan Ambassador. No hacía falta buscarlo: estaba en todas partes. Nació del Morris Oxford británico, llegó en 1957 a un país que empezaba a motorizarse y acabó siendo su coche más querido. Su fórmula no tenía secretos: carrocería robusta, mecánica sencilla y un mantenimiento tan barato que cualquiera podía permitírselo.
En un país con tráfico caótico, temperaturas extremas y carreteras que castigan más a los coches que el propio paso del tiempo, el Ambassador se ganó la fama de indestructible, por méritos propios. Sus motores rara vez pasaban de los 2.0 litros, su suspensión era simple pero durísima, y las piezas para repuestos estaban por todas partes. Eso lo convirtió en el taxi perfecto.
De Inglaterra a Calcuta: así nació el taxi favorito de India
La historia del Ambassador empezó mucho antes de que se convirtiera en una silueta omnipresente. Hindustan Motors ya fabricaba modelos de Morris bajo licencia, y cuando el gobierno indio limitó las importaciones en 1954 para proteger la industria nacional, el plan encajó solo. Con el Morris Oxford Series III como base y una nueva fábrica en Gujarat, Hindustan lanzó el Ambassador en 1957.
Pronto se convirtió en taxi oficial de Calcuta (1962), y después en el estándar de otras ciudades indias como Nueva Delhi, Bombay y Chennai. Su éxito no se debió a la estética, que apena se ha modificado en todo este tiempo, sino a algo más básico: era muy difícil romperlo y muy fácil repararlo. Muchos talleres podían abrir un motor del Ambassador sin manual y devolverlo a la vida con herramientas básicas.
Mecánica sencilla, vida larga: la receta de su éxito
Ese carácter indestructible venía de su mecánica mínima. El primer motor era un 1.5 litros derivado de Austin con válvulas laterales. Luego llegaron los BMC de 55 CV, un 1.8 más musculoso en los 70 y, finalmente, un 2.0 diésel para taxis y organismos oficiales. Ya en los 2000, Hindustan adoptó mecánicas de Isuzu para cumplir con las exigencias del mercado.
Las prestaciones nunca fueron su fuerte, pero a cambio ofrecía algo que ningún otro coche podía dar: fiabilidad casi infinita. El cambio manual de 4 velocidades era eterno, la tracción trasera soportaba todo tipo de maltratos y las ballestas traseras eran prácticamente indestructibles. Por eso, durante los años 80, llegó a representar cerca del 70 % de los coches vendidos en India.
Incluso tenía lista de espera: alrededor de un año, frente a los cinco años del Premier Padmini, uno de sus principales rivales.
Una agonía muy lenta… y un posible regreso eléctrico
Su final llegó por muchos y distintos factores: nuevas marcas, más competencia y, sobre todo, la normativa de emisiones india BS IV, que prohibió usarlo como taxi en 11 grandes ciudades a partir de 2011. En 2014 salieron las últimas 2.200 unidades de fábrica, cerrando una producción de casi 900.000 coches.
Desde entonces, el Ambassador pasó de símbolo nacional a pieza de coleccionista. En subastas como Bonhams suele rondar los 10.000 dólares (unos 9.200 euros) en buen estado. Aun así, no todo está escrito.
Desde hace años circulan rumores sobre un posible regreso del modelo en 2026, esta vez como berlina eléctrica fruto de una colaboración entre Hindustan y Peugeot. No hay nada confirmado aún, pero, si vuelve, no lo hará como una simple berlina eléctrica, sino como el regreso de una leyenda que un país entero aún no ha olvidado.
Imágenes | Sahapedia
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