Michael Schumacher, el maestro de los sietes

Ayer se terminó la historia de Michael Schumacher en la Fórmula 1. Al menos, en cuanto a piloto se refiere, claro. A fin de cuentas, como muchos de nosotros, es un “quemado” de esto de la Fórmula 1 y estoy seguro que acabará volviendo a estar por el paddock, quizás con un papel en algún equipo. El caso es que se va el piloto más laureado de la Fórmula 1, el único heptacampeón de la historia de la categoría. Se retira Michael Schumacher, el maestro de los sietes.

Todo empezó con la llegada del alemán a la Fórmula 1 con Jordan. La historia sobre como llegó a subirse allí es algo que nos han contado hasta la saciedad, y no es ni el lugar ni el momento de recordarla, porque no es lo esencial. Tal y como Schumacher tendrá una historia después de la Fórmula 1, tuvo una historia antes de ella, pero hoy nos centramos en repasar qué es lo que hizo por la categoría, y qué es lo que la categoría hizo por él.

Pero antes, repasar porque Michael Schumacher es el maestro de los sietes, y es que el alemán parece atado de forma estrecha a este número. En su primera sesión clasificatoria, con Jordan, en el legendario circuito de Spa Francorchamps, se clasificó en séptima plaza. Empezó por lo tanto su carrera en la Fórmula 1 desde la séptima posición en el Gran Premio de Bélgia de 1991 y la ha terminado en séptima posición en el Gran Premio de Brasil de 2012. Durante todo este tiempo, una cantidad increible de récords y… efectivamente, siete títulos.

Pero no termina ahí la cosa. Tiene (compartido, con Alberto Ascari) el récord de victorias seguidas, con siete, así como siete pole positions seguidas. Claro que este último no es un récord y lo supera, como no, Ayrton Senna con ocho seguidas. Tenemos también su record total de vueltas rápidas, con 77, o el récord de más victorias en una temporada sin ganar el título (evidentemente, 7). Todo esto, como no, llevando desde siempre siete estrellas en su casco. ¿Casualidad? Probablemente, pero no deja de ser curioso.

Michael Schumacher ha sido un piloto que ha roto todos los récords, y ya desde su llegada a la Fórmula 1 demostró que lo tenía todo para ser un gran campeón. Tres carreras seguidas en los puntos con Benetton después del abandono de Spa con Jordan, en una época donde solo los seis primeros puntuaban, y ya dió una imagen de estrella del futuro. Imagen que se confirmaría en 1992 con ocho podios sobre dieciséis carreras, uno de ellas una flamante victoria en Bélgica, un año después de su debut. Todo esto dió en su primera temporada completa una tercera posición final.

La temporada de 1993 vió una mejora, aunque con los Williams y Ayrton Senna en su mejor nivel, solo pudo ser cuarto. A pesar de todo, llegó una segunda victoria y nueve podios en total. Luego llegarían los títulos de Benetton, ambos luchando contra su primer gran némesis, Damon Hill, en una de las rivalidades más dignas de una película que se recuerdan en los últimos años. Estos títulos no estuvieron exentos de polémica, pero el talento del alemán era indiscutible.

Fue tras los dos títulos de Benetton, cuando Michael Schumacher, el hombre de moda de la Fórmula 1, decidió buscar nuevos retos, nuevas experiencias y nuevos objetivos. Todo esto lo encontró en Ferrari, donde le recibieron con los brazos abiertos, dispuestos a darle lo que hiciera falta para que cumpliera su rol de “salvador”, papel que ejerció durante los cinco primeros años, hasta que consiguió ganar el primer título de la Scuderia desde 1979.

Cuatro temporadas sin ganar el campeonato pero con actuaciones memorables, le costó a Schumacher vencer su tercer título, el primero con los italianos. Carreras como el Gran Premio de España de 1996, el Gran Premio de Japón de 1997 o el Gran Premio de Italia de 1998 demuestran el talento que tenía, además del buen binomio que formaba junto a Eddie Irvine, quien se adaptó a la perfección a la estructura de la Scuderia Ferrari, en la que estuvo cuatro años.

Muchos llegaron a decir que Schumacher no ganaría con Ferrari, que se cansaría antes de ganar el título y que buscaría suerte en McLaren-Mercedes, donde pilotaba Mika Hakkinen, con quien el alemán desarrolló una sana rivalidad deportiva. A pesar de las luchas, no era raro verles comentar la jugada en el parque cerrado o incluso llegar a bromear en alguna rueda de prensa, lo que demuestra que entre esos dos grandes piloto existía un gran respeto mutuo.

Fue durante la temporada de 1999, con el segundo título de Mika Hakkinen, que Schumacher sufrió el accidente más grave de toda su carrera. En Silverstone, se quedó sin frenos en la curva de Stowe, y un golpe frontal terminó con una pierna rota y varios meses fuera de la Fórmula 1. Dudas sobre su forma física, mental y de pilotaje para cuando volviera (en la mente colectiva estaba muy presente la situación de Mick Doohan, piloto del mundial de motociclismo), aunque el propio Michael se encargó de disiparlas en las dos últimas carreras del año, con dos destacables segundos puestos.

Sería por lo tanto en el año 2000 cuando llegaría el momento decisivo, uno de los puntos álgidos de la carrera profesional de Michael Schumacher. El año en que finalmente llegaría el tercer título, el tan esperado campeonato del mundo que acabó siendo tanto de Michael como de Ferrari, de sus mecánicos, de todos los aficionados. Un título que llegó en el penúltimo gran premio del año, el de Japon en el magnífico circuito de Suzuka. El primero en 21 años para Ferrari.

La temporada 2000, en la que Schumacher estrenaba compañero y en la que venció en nueve ocasiones, fue una temporada de altibajos, con un gran inicio gracias a las victorias de Australia, Brasil y San Marino, pero con un periodo complicado con tres abandonos seguidos, en Francia, Austria y Alemania. En ese momento, Mika parecía más cercano que nunca, y solo una reacción de todo el equipo Ferrari salvó una situación que, sin ser dramática, se había empezado a complicar más de lo que estaba previsto.

En la época de Ferrari pudimos ver la doble personalidad de Schumacher de un modo muy claro. Por un lado, el “Kaiser”, trabajador incansable, voraz como pocos y capaz como ninguno, que podía probar piezas varios días entre semana durante semanas seguidas, trabajando cuanto hiciera falta para vencer en las carreras, llegando hasta límites insospechados. Extremadamente veloz y con los objetivos muy claros en su mente. Ganar era lo primero, tanto por él como por el equipo.

Pero también pudimos ver a “Michael” a secas, un muchacho afable que tenía una gran relación con el equipo de mecánicos, cuyas lágrimas en 2006 nos dejan ver de forma muy clara que no querían que se fuera. No eran solo los cuatro títulos que vendrían, seguidos, después del del año 2000. Son otras cosas, como las muestras de generosidad y solidaridad hacia ONGs, sin darle ninguna publicidad ni tampoco importancia, o los gestos que tenía con los propios mecánicos del equipo. Nadie que haya trabajado con él tiene malas palabras en cuanto a lo personal.

Si ellos estaban en Fiorano trabajando en alguna cosa del coche, por la noche, y el trabajo de Michael se había terminado, el alemán se montaba en su Ferrari y se dirigía a la pizzería más cercana, donde compraba unas pizzas para los chicos y se las llevaba, bien atadas con el cinturón de seguridad para que llegaran en buen estado. No tengo ninguna duda de que lo hacían, y además seguro que muy rápido. Son estas cosas, que sin necesidad de darles bombo, sucedían detrás de las escenas de pista, lo que nadie veía porque no era parte pública.

Nunca sabremos si la marcha de Schumacher de Ferrari en 2006, en lo que fué su primera retirada, resultó ser algo forzado o una decisión propia, aunque el retorno del heptacampeón a la Fórmula 1 en 2010 nos da alguna pista. Pero está claro que la pérdida para el equipo Ferrari fué importantísima. El Schumacher de 2010 en adelante nos ha dado otras cosas. Aunque el bagaje deportivo es más bien pobre (un podio, una vuelta rápida, una pole “que no cuenta” y un puñado de vueltas en cabeza), el alemán ha aprendido otras cosas.

Le hemos visto mucho más relajado, disfrutando más de la competición en sí misma, aprendiendo que en la vida hay otras cosas, además de ganar, y creo que debe considerarse afortunado de haber podido aprender esta lección aún dentro de la Fórmula 1. De haberla podido disfrutar de esta forma tan distinta a la habitual. Este Schumacher, mucho más familiar, mucho más feliz, según se mire, ha gustado mucho, pues se ha descubierto una faceta suya desconocida para muchos. Además, refleja la valentía que tuvo al volver.

Su retorno no debe ser considerado un fracaso, ni mucho menos. Demostró que a una edad a la que la mayoría de pilotos de Fórmula 1 yacen en sus sofas, él ha sido capaz de luchar con los mejores de tú a tú e incluso de ganarles en un buen día (la “pole” de Mónaco es testamento de ello, con un coche que no era el mejor, un piloto que consiga esto está aún para ganar carreras). Además, en cuanto tuvo un coche competitivo, destacó más que su compañero de equipo. Pero incluso dejando eso de lado, incluso dejando los temas deportivos aparcados, su retorno ha cumplido otras funciones.

Cuando anunció su retirada en Suzuka, comentó que no quiere que se le recuerde como una leyenda del automovilismo. Preferiría que se le recordara como “un luchador que nunca se rinde”, lo cual es una capacidad que ha demostrado a lo largo de toda su carrera deportiva. Este fin de semana en su casco lucía la inscripción “Life is about passions. Thank you for sharing mine” (La vida está llena de pasiones, gracias por compartir la mía). Tanto esta inscripción como la vuelta de honor antes de la carrera demuestran el agradecimiento que tiene.

El heptacampeón alemán es una persona afortunada, lo sabe, y da las gracias. Tras una vida entera en el mundo del automovilismo, que le ha dado todo lo que tiene y le ha hecho la persona que es en el día de hoy, una leyenda viva ha sentido la necesidad de agradecer a todos su equipo actual, sus equipos del pasado, sus aficionados, aquellos a los que les entusiasma la Fórmula 1 tanto como a él, y en definitiva, a todo el mundo.

En el día de hoy, da igual si decimos “Danke Michael”, como diría en su tierra, “Grazie Michael”, como dirían en el equipo de sus amores, o “Thank you Michael”, en la lengua más usada en el paddock de la Fórmula 1. Lo importante es agradecerle su presencia en la Fórmula 1, en la que ha trabajado durante tanto tiempo, a la que ha ayudado en tantas áreas y a la que ha dedicado toda su vida hasta ahora. Desde aquí, muchas gracias, Michael, y sé muy feliz en lo que la vida te depara.

También te puede gustar

Portada de Motorpasión

Ver todos los comentarios en https://www.motorpasion.com

VER 0 Comentario