Gran Premio Italia 1967: la última victoria de John Surtees

En una temporada como la de 1967, que es pivotal en la evolución de la Fórmula 1 en un sinfín de aspectos, la temporada de la Fórmula 1 llega a la última carrera de la temporada europea, el Gran Premio de Italia en Monza (¡ahí va, como en 2012!), con los dos Brabham a la cabeza del campeonato. De hecho, van escapados en el campeonato, con Denny Hulme (43 puntos) y Jack Brabham (34 puntos) dominando. No es la velocidad lo que les sitúa allí, ni tampoco un talento de pilotos por encima de los demás, aunque sin duda son pilotos de primera orden.

Lo que hace que los Brabham esten en cabeza es su fiable motor Repco. Para los que no la conozcan, la Repco (Replacement Parts Company) es una compañía australiana de recambios de coche y accesorios de motor. ¿Cómo, entonces, una compañía así construye un motor de Fórmula 1 que lleva a la victoria a toda una marca como Brabham? La Fórmula 1 terminó 1965 con una normativa técnica que limitaba la capacidad de los motores a 1500cc, pero eso cambió de cara a 1967.

Jack Brabham contactó a la Repco y le propuso construir un motor sencillo y fiable basado en un viejo motor Oldsmobile V8. El concepto funcionó a la perfección. Compacto, y ligero como una pluma, el motor Repco se adaptó al ágil chasis que Brabham usaba con los 1500cc, mientras que los demás equipos tuvieron que construir nuevos coches que, lóicamente, pecaban de menor agilidad. Con esa agilidad extra y una fiabilidad excelente, a pesar de los más de 100 caballos de potencia de desventaja, Brabham se hincha a ganar carreras.

Así llegamos a Monza, templo de la velocidad, donde el motor Cosworth de los Lotus debería destacar. La carrera empezó con poca historia; Jim Clark con su Lotus-Cosworth se escapó y no dió opción a ningún rival. Los Brabham y su pequeño motor no podían con él, los potentes Eagle-Weslake sufren problemas técnicos (dos motores rotos en cinco vueltas) y Ferrari solo tiene a Chris Amon, que defiende a capa y espada el honor de Ferrari. Pero pasada mitad de carrera, el escocés volador sufre un pinchazo y pierde una vuelta con respecto a los líderes.

Con unas treinta vueltas para el final, Jim Clark está una vuelta por detrás de los líderes de la carrera, y a partir de entonces demuestra por qué Jim Clark era especial, por qué el Lotus 49 era un coche espectacularmente veloz y por qué el motor Cosworth DFV revolucionaría la Fórmula 1 por completo. El bicampeón del mundo realizó una remontada épica, de las que hacen historia (de ahí que hablemos de ella hoy) y consiguió, en menos de media carrera, recuperar la vuelta perdida sobre los líderes.

A falta de dos vueltas para el final, Clark adelantó a John Surtees, ex-ídolo ferrarista que pilotaba para Honda, y Jack Brabham con el coche homónimo. Parecía un final de cuento de hadas para el piloto de Lotus, que así volvería a meterse en la lucha por el título o, al menos, por el subcampeonato. Poco antes, Graham Hill, compañero de equipo de Clark, tuvo que abandonar con problemas en su motor, y el paladín de Ferrari, Chris Amon, se vió obligado a desistir, pues su Ferrari dijo basta, para tristeza de los tifossi.

Jim Clark empezó a escaparse de Surtees y Brabham, hasta la última vuelta, cuando de golpe su ritmo bajó dramáticamente, y antes de llegar a la mitad del circuito, fue adelantado por sus dos rivales, que andaban luchando por la segunda posición del podio. De golpe, esa lucha tomaba otro significado, pues se convertía en la lucha por el triunfo. ¿Ganaría el poderoso pero pesado Honda RA300 que se estrenaba en Monza, o el ligero y manejable Brabham BT24, con tres victorias en su palmarés, sobre las cuatro totales del equipo?

La respuesta la conocemos, pero la historia es digna de mencionar. Los dos pilotos, veteranos campeones del mundo, llegaron a la última curva, la famosa Parabolica, en paralelo, pero Jack Brabham pisó una zona relativamente sucia, lo que le hizo irse un poco largo en la frenada. Esto lo aprovechó el oportunisa John Surtees, que a pesar de todo no vió clara la victoria hasta que pasaron por la línea de meta, terminando la carrera con tan solo dos décimas de diferencia entre el primero y el segundo clasificado.

Pero, ¿qué pasó con Jim Clark al final? Pudo salvar el fin de semana con un tercer puesto a más de veinte segundos del ganador, y aunque seguro que le supo a poco, al menos sirvió de testamento de lo que consiguió remontar ese día. En cuanto a los tifossi, puede que no venciera un coche rojo. Pero el Honda tenía un poco de rojo en él, y lo pilotaba John Surtees, quien les dió a Ferrari su último título hasta el momento. Todo el mundo lo celebró, y fue un día de esos en que la Fórmula 1 va bien, y todo el mundo es feliz con el ganador. Fue justo celebrarlo a lo grande, pues esa sería la última victoria del gran John Surtees.

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